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32 hombres sin piedad


Ni FIFAS ni UEFAS. Aquí no hay federaciones que valgan. Ni organismos internacionales. Ni normas inquebrantables sostenidas por instituciones llenas de pasillos, subcomités y ventanillas. En Europa estamos acostumbrados a que maquinarias gigantescas, cuyas tripas son indescifrables, gestionen cada aspecto de nuestra vida, incluido el deportivo. La NFL no es nada de eso. Simple y llanamente es un negocio, con 32 propietarios que se reparten la tarta por igual. ¿Será ese el motivo por el que funciona tan bien?

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Por eso hay muchas decisiones que nos chirrían. De repente sale un tipo llamado Goodell a un estrado, sujetando una espada virtual enorme, y se lía a cortar cabezas sin que ningún reglamento o código sustente tal escabechina. A nuestros ojos es algo así como la ley del salvaje oeste: “Yo soy el que tiene el pistolón más grande y aquí se hace lo que digo yo, guste o no”.

Pero la realidad es mucho más cruda para Goodell. Parece el rey del Mambo, con un voto que vale lo mismo que el de los 32 propietarios, una corte de sirvientes y la aparente libertad para tomar decisiones peregrinas sin que nadie pueda ponerle un cascabel. Nada más lejos de la realidad. El comisionado es un empleado más al servicio de los 32 propietarios. No dice ni una sola palabra, ni toma una sola decisión, que no estén bendecidas por los dueños.

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En realidad, la figura del comisionado es creada para que los propietarios puedan defenderse de si mismos. Es como un árbitro que media entre todos los dueños, intenta acercar posturas y castiga a quien se sale del guión. Por eso tiene un voto que en teoría vale tanto como el de cualquiera de los 32 patronos. Es la única manera de darle autoridad.


¿Defenderse de sí mismos? ¿Qué significa eso? Pues es muy sencillo. La gentecilla que puede alardear ante sus amigos de poseer una franquicia de la NFL es, generalmente, propietaria de muchos otros negocios. Su gran afición no es el football, que también, sino ganar dinero a mansalva. Son como Gil Pato. Se les convierten los ojos en el símbolo del dólar en cuanto ven la posibilidad de hacer caja. Eso provoca que en ocasiones no puedan evitar ir a los suyo aunque perjudique al bien común de la NFL. Como todos ellos se conocen, y desconfían, buscaron una especie de sheriff que les impidiera enfermar con la fiebre del oro. Ese sheriff es el comisionado.

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Como veis, al contrario de lo que a veces creemos, Goodell no es el ‘Tío Tom’ de la NFL, el niño para todo, sino el responsable de que impere la cordura. Lo sucedido con Cowboys y Redskins es un caso claro de lo que os cuento. No hace falta ninguna ley. No hay norma que valga. Varios patronos han intentado pasarse de listos y Goodell ha aparecido para pararles los pies. Es su trabajo. Si la figura del comisionado no existiera, los conflictos entre los 32 amos serían más frecuentes, se crearían bandos e imperaría el caso a las primeras de cambio.

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Yo siempre he sido muy crítico con Goodell, pero lo cierto es que me falta información para juzgar a un tipo que, sin duda, tiene el doble de coeficiente intelectual que yo, el triple de inteligencia y cuatro veces más capacidad de trabajo. Pero sí que tengo la sensación de que no tiene, ni de lejos, la categoría de Paul Tagliabue, su antecesor (y, curiosamente, mentor). Es público que Tagliabue fue capaz de enfrentarse a la opinión unánime de los 32 propietarios y convencerles de que estaban equivocados en muchas ocasiones. Goodell da la sensación de ser menos autónomo, de tener menos capacidad de decisión y convicción, y de ser en demasiadas ocasiones en el puching ball tras el que se escudan los patronos cuando toman una decisión poco popular.

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Para mí es muy significativo el papel de Goodell durante el lockout. Se llevó todos los abucheos y llegó a un callejón sin salida. Fue muy llamativo ver cómo los propietarios tomaron las riendas del asunto en los últimos días decisivos para, de alguna manera, desacreditarle y arreglar el entuerto casi de un plumazo. “Hala, niño, aparta, que llegamos los mayores”. El papel de Tagliabue en el anterior conflicto con los jugadores fue muchísimo más protagonista. Pero no me alargo más en este asunto del que ya hemos hablado muchas veces.

Vuelvo al argumento del principio del artículo. De alguna manera, la NFL es como una liga fantasy con 32 participantes. La diferencia es que en este caso es real y no virtual. Los que jugáis alguna fantasy, podéis guiaros por las normas que os apetezcan, buscar la web que os ofrezca más posibilidades o, como sucede en la que yo juego desde hace ya muchos años, hacer vuestras cuentas con una tabla de Excel, con normas y posibilidades que ni siquiera están contempladas en las ligas más populares. Incluso podéis proponer que además de los jugadores de la NFL, cada equipo saque a jugar a un delantero de la Premier League que puntuará según los tiros a puerta que realice. Es vuestra decisión. Nadie os impide tomarla, aunque sea mezclar churras con merinas.

En la NFL sucede lo mismo. Las únicas limitaciones tienen que ver con asuntos contractuales: los que cobran (jugadores y empleados) y los que pagan (espectadores). A partir de ahí no hay ningún compromiso por seguir el reglamento decidido por ningún estamento. La federación internacional de football americano (que existe), puede decir misa. A la NFL le da lo mismo. El reglamento de su competición, la normativa que deben aplicar los árbitros y el criterio a seguir en cada detalle, son los decididos por los dueños del cotarro. Y les importa un pimiento por donde vaya la normativa internacional.


Para poner un ejemplo de lo anterior, os voy a contar algo que a muchos os sorprenderá. Para entrenar a un equipo español de football americano hace falta tener un título. Pero es un título con varios grados. El más sencillo permite entrenar a un equipo de flag. Luego hay escalones hasta llegar al que acredita para ser entrenador principal. Para dirigir el staff técnico de un equipo de la NFL no hace falta ningún diploma. Es suficiente con saber hacerlo y con que alguien esté interesado en contratarte. Por tanto, y aunque os parezca increíble, si Bill Belichick viniera a España a entrenar, no podría hacerlo, porque no tiene el título que se exige. De hecho, en más de una ocasión han venido entrenadores estadounidenses o mexicanos a España y han estado en la banda usando como marioneta a un titulado. Por suerte, la cordura se suele imponer y se les suele permitir entrenar convalidando experiencia por diploma. Como veis, la titulitis tan española, y tan europea, también está asentada en nuestro minúsculo football americano. Lo importante no es saber, sino tener un sello en el lugar correcto.

No quiero decir que en la NFL no haya normas, que hay muchas. Recordad el caso de Mike Williams, el actual receptor de los Seahawks. En 2004, el corredor Maurice Clarett intentó apuntarse al draft a pesar de que solo había completado dos temporadas como universitario. Según las normas de la NFL, se exige un mínimo de tres temporadas en la universidad para poder entrar en el draft. Clarett demandó a la NFL y ganó. El tema no tuvo demasiada importancia al principio porque Clarett no fue nadie (ni siquiera llegó a debutar en la NFL), pero se complicó cuando Mike Williams, un receptor de Southern California que estaba proyectado para ser elegido en primera ronda del draft, también presentó los papeles en su segundo año. La NFL se echó las manos a la cabeza. Después de la sentencia del caso Clarett no podían evitarlo y podría sentarse un precedente que desmontara completamente la estructura del draft y del football universitario.


La NFL recurrió la sentencia Clarett y el tribunal de apelaciones le dio la razón e impidió que Williams fuera elegido. El problema para el jugador es que había presentado la documentación, por lo que ya era considerado profesional y no pudo seguir jugando en la Universidad. La NFL arregló el entuerto, permitiéndole entrar en el draft de 2005, donde fue elegido en primera ronda por los Lions (pick 10) a pesar de que se había pasado todo el año en blanco.

Lo interesante del caso de Mike Williams es que la NFL, antes de la sentencia de la corte de apelación, ya había anunciado que ningún equipo elegiría al jugador en 2004. Les daba igual la sentencia y, aunque se negaba la existencia de una orden interna, se manifestó una y otra vez que todos los propietarios tenían muy claro que un jugador de segundo año no estaba aún preparado para jugar en la NFL, por lo que nadie cometería la locura de apostar por Williams. Como os digo, la NFL es un negocio en el que los 32 propietarios tienen la sartén por el mango. Sentencias judiciales han terminado con clubes sociales centenarios que impidieron durante siglos, por ejemplo, la entrada de mujeres, o de no fumadores, pero ningún juez podrá imponer los criterios con los que la NFL debe gestionar su negocio. Ya vimos hace muy pocos meses que las leyes antitrust no asustan demasiado a los 32 patronos.

Así que nada impide que, si ven que el football como deporte no resulta suficientemente atractivo, dentro de unos años cambien completamente las normas básicas del juego para volver a hacerlo rentable. Yo no descarto que con los años veamos cambios que ahora nos parecen imposibles: número de downs, o de jugadores, o de pases hacia delante, puntuación, uso de los pies (ya sabéis que uno de los motivos por el que el balón es tan puntiagudo es para evitar los drops.)…

El football americano es un deporte, pero la NFL es algo muy distinto. Un espectáculo modelado a placer por 32 hombres sin piedad con un objetivo claro: llevarnos al orgasmo mientras nos sacan la pasta. Benditos sean.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl