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Del triunfo de Djokovic en Miami y la doble renuncia de Nadal

Tomás de Cos

Miami ha dado mucho de sí. Djokovic se anotó su segundo triunfo del año en Crandon Park tras batir a su compañero de generación Murray por un claro: 6-1 y 7-6(4). La rodilla de Nadal nos privó de una reedición del nuevo clásico del tenis unos días después de que dimitiera de su cargo de vicepresidente del Consejo de Jugadores.

La final del último Masters 1000 antes de que el circuito regrese a la tierra batida del viejo continente dejó algunas conclusiones claras. Djokovic sigue siendo el nº 1 por algo. Ningún otro jugador tiene ahora la regularidad, la consistencia y la tranquilidad que él muestra sobre la pista. Y tampoco hay ninguno con su posición dominante en la cancha.

Por otro lado, Murray sigue lejos de encontrar el estado mental que busca y volvió a ser demasiado conservador en una final. Y pese a su descomunal talento, creo que le pesa en exceso la falta de mordiente con su derecha. De los cuatro grandes, el escocés es el que menos daño hace con el drive, golpe determinante hoy en día.

Y el escocés es además el que peores estadísticas posee de los cuatro en finales, con un 66,6% de victorias frente al 68,2 de Djokovic (92,3% desde su despegue definitivo en 2011), el 68,8 de Nadal y el 70,8 de Federer. En general, la agresividad tiene mayor premio que el conservadurismo.

El caso es que en uno de los peores partidos que recuerdo entre los dos mejores tenistas del 87, plagado de errores no forzados, Djokovic sumó con merecimiento el trigésimo título de su carrera, el undécimo Masters 1000 y el tercero en Miami (dos registros con los que empata con Sampras) y el segundo del curso tras su tremenda victoria en Australia.

Dolorosa doble renuncia del balear

La final quedó devaluada tanto por el pobre rendimiento de Murray como por la forzada ausencia de Nadal, al que una tendinitis en la rodilla le apartó le impidió disputar la semifinal. Sabia decisión del español, que quizás debía haber tomado unos días antes. Forzar la máquina en un deporte individual y tan exigente suele ser como intentar apagar un fuego con gasolina.

Él mejor que nadie conoce la dureza del circuito y la dependencia del físico que tiene su tenis excelso. De ahí en gran parte su frustración y su renuncia al cargo de vicepresidente del Consejo de Jugadores de la ATP. Nadal anunció y argumentó su decisión en Miami, tras los evidentes desencuentros con Federer, presidente, y las críticas de Ljubicic. El balear, empeñado en cambiar el calendario, la Copa Davis, el reparto de premios y la actual sede de la Copa de Maestros, (y que apoyaba a Krajicec frente al elegido Drewett al cargo de nuevo director ejecutivo de la ATP), siente que su compromiso ha sido en balde y que por tanto debe dar un paso al lado.

Pero después de un agitado 2012 para Nadal, en el que además ha afrontado insinuaciones de dopaje, informaciones sobre supuestos beneficios fiscales de sus empresas en Guipuzcoa, la burla de los Guiñoles de Canal + Francia… el circuito llega a su territorio. Entre Montecarlo y Wimbledon defiende 5.945 puntos, por los 4.970 que expone Djokovic o los 2.020 de Federer. Esperemos que su rodilla esté lista para semejante reto, Dr. Cotorro y Dr. Sánchez mediante. Porque sobre su fiabilidad no caben dudas.