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Tom & Eli. Culpables y condenados (1ª parte)


Joe Montana. El nombre. El hombre. ¿Alguien sabe si está casado? ¿Puede alguno decirme si tiene hermanos? ¿Y padre? ¿Brotó del suelo como en ‘Amanece que no es poco’? ¿Surgió del frío? Joe es football. Sin aditivos ni conservantes. En estado puro. Ni Tom ni Eli lo son y nadie se lo perdona.

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Todos los años, antes de la Super Bowl, me gusta hacer in perfil biográfico de alguno de los protagonistas del gran partido. En ambas plantillas abundan los personajes curiosos a los que se puede sacar punta. Dani está preparando una entrada sobre el tema, pero le he pedido que me ceda a los dos QBs, los tipos de los que más se va a hablar (con permiso de Gronkowski), la foto obligada si solo puede quedar una.

No voy a contaros la vida de ninguno de los dos. Os la sabéis de sobra. Y si no es así, hay una magnífica página que se llama Wikipedia que cuenta todos sus secretos. Allí os remito. Mi intención es muy distinta. Quiero explicar que, en mi opinión, ambos son tasados muy por debajo de su auténtico valor por culpa de motivos externos. No se les juzga por su rendimiento, o al menos no solo por eso, sino, sobre todo, por sucesos que en ocasiones ni siquiera tienen que ver con el football americano.

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Tom Brady es un sexta ronda. 199 del draft. Ahí abajo, donde abundan los que ni siquiera comienzan la temporada con el equipo que les eligió, o dormitan en la escuadra de prácticas. Y además, quarterback. Por curiosidad, podéis hacer una lista de QBs titulares en los últimos 10 años que no fueron elegidos en las dos primeras rondas (no valen los que lo fueron durante algunos partidos por lesión del auténtico titular). Descubriréis que la lista no es corta. Es minúscula. Ridícula. Un QB con calidad NFL llega al draft y planta las pelotas sobre la mesa. Y hay tortazos por él. Eso de salir elegido el día después, cuando el personal dormita en el sillón viendo aparecer nombres como números en la lotería de Navidad, no se concibe en la posición más importante.

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Así que la historia de Brady tiene un valor muy especial. Sexta ronda y suplente de Bledsoe, el QB mejor pagado del momento. Su carrera apuntaba a un largo periplo dando paseos arriba y abajo por la banda, aplaudiendo a Drew, y retirándose quince años después sin que casi nadie supiera su nombre ni su auténtica valía. Mientras, una sucesión de primeras rondas le cerrarían la puerta una vez tras otra. Que saliera al campo para suplir a un Bledsoe lesionado y le arrancara la titularidad, es milagroso. Que no perdiera la posición en la final de conferencia, cuando, tras lesionarse, tuvo que ceder al puesto a un Bledsoe que tuvo una actuación maravillosa, es inaudito. Lo menos llamativo de todo es que ganara su primera Super Bowl ese mismo año. Nos hemos olvidado, pero durante muchos meses después se mantuvo el debate sobre si debía ser el QB titular de los Patriots. Era un sexta ronda. Casi nadie terminaba de tomárselo en serio. Una casualidad. Cosas que pasan. Carambolas.

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Pero se ganó el puesto, vaya si se lo ganó. Iba de Super Bowl a Pro Bowl. De récord en récord y de portada en portada. El chico de la sonrisa arrollaba en el campo y sus enfrentamientos con Peyton Manning, mito de los mitos, casi siempre terminaban en victoria. Eso sí, permanentemente a la sombra de Belichick. Es un sexta ronda. Eso no se olvida. Un pincel en manos del auténtico artista. Un tipo que no aguanta comparaciones con los más grandes.

En 2004 se le empezó a conocer por algo más que su vida deportiva. Mantuvo una relación con Bridget Moynahan. La cosa se torció. Muy poca gente se fija en el texto que acompaña a la chica del AS, en la contra de nuestra edición de papel, pero aún recuerdo el día en que salió la Bündchen y contábamos que Brady había llegado a una fiesta del brazo de Bridget, y lo había abandonado del de Gisele. La actriz había montado en cólera y el espectáculo había sido lamentable. Un simple chascarrillo en la contra de AS. Una tontería al lado de una modelo en bikini, pero quizá la noticia del día que casi nadie supo ver. Poco después la Moynahan anunciaba su embarazo. Brady esperaba un hijo y no tuvo inconveniente en asumirlo. Todo sonó a último intento de retener la pieza, pero al QB le iba la samba.

Desde entonces, Tom es el que acompaña a la Bündchen y no al revés. En las revistas del corazón estadounidenses no se equivocan, pero los pies de foto de las europeas a veces provocan carcajadas. Brady ha sido “un acompañante”, “guardaespaldas”, “otro invitado”, “un amigo”. Nadie tiene ni puñetera idea de quién es Tom Brady. Uno de los mejores deportistas de la historia del los EEUU, elegido como mejor QB de la pasada década, a un anillo de igualar a Montana, a una victoria en playoff de superarle... Un mito viviente, a la sombra de una super modelo y de un super entrenador.


Y claro, llega el partido contra Tebow y Brady se mosquea. ¿Cómo aguantar que un predicador imberbe le robe el protagonismo a él, uno de los más grandes de siempre? E intenta demostrar sobre el emparrillado, con rabia e indignación, lo que todos ya sabemos desde hace mucho tiempo: que es un gigante.

Ya sabéis que yo le tengo en un pedestal. Que para mí es un sueño inesperado volver a verlo en una Super Bowl y que su única presencia convierte el gran partido en un regalo. Que ocupa uno de los cinco dedos de mi mano, y no precisamente el meñique. Me da igual que use alisador de pelo en el vestuario o que pase horas en el estilista. Siento con él lo mismo que con Michael Jordan. Dentro de muchos años, si sigo vivo, podré decirles a mis nietos que vi jugar a Tom Brady. El jugador más grande, a la sombra de la modelo más admirada.

En serio. Es imposible que no haya hecho un pacto con el diablo. La vida no puede sonreír tanto a alguien.

Y mañana, Eli.

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl