Toda la historia de la estatua que se ha erigido en Palencia en honor de Marta Domínguez es un puro esperpento. Vaya, de entrada, que no tengo nada en contra de que se honre a deportistas y a otros ciudadanos ilustres con estatuas y monumentos, aunque yo, particularmente, no soy muy partidario del culto a la personalidad. En todo caso, reservaría estas cosas para hombres y mujeres que han cambiado la Historia (con mayúscula), que son abundantes y, a menudo, muy olvidados.
Vaya también por delante que no he visto la ya famosa estatua, salvo en fotografías, y que no tengo ni quiero tener opinión sobre su calidad artística o sobre si se parece a Marta o no. Dejo eso para los palentinos, con cuyo dinero se ha pagado o se va a pagar.
La decisión de esculpir el monumento se tomó hace casi dos años, en reconocimiento a los grandes éxitos de la mediofondista y, sobre todo, a su título mundial en Berlín 2009, en los 3.000 metros obstáculos, que fue de una emoción y una belleza deportiva excepcional. Promovió la construcción de la estatua el entonces alcalde de Palencia, Heliodoro Gallego, del PSOE.
Pero resulta que en diciembre de 2010 se desata la Operación Galgo, en la que Marta es, inicialmente, imputada, con su casa registrada y ella declarando alte la Guardia Civil y ante la juez instructora. El PP acusa al gobierno de España de acosar a la atleta. Un gobierno entonces perteneciente al mismo partido del alcalde impulsor de la estatura, curiosamente.
Todo se paraliza. Cuando la Juez exculpa a Marta, se retoma el asunto. Entonces ya ha habido cambio político en Palencia y ahora el alcalde es Alfonso Polanco, del Partido Popular.
El escultor encargado de hacer la obra es el palentino Luis Alonso, que tiene varias obras por las calles y plazas de la ciudad castellana, y el presupuesto es de 51.840 euros. El artista y la atleta tienen diversos contactos, para perfilar la estatua. Cuando está más o menos lista, la campeona mundial dice que no es de su agrado, que no siente que la represente a ella (“la estatua es más guapa que yo”, dicen que ha dicho) y, al parecer, anuncia que no irá a la inauguración, que en principio estaba prevista para principios de febrero, delante del pabellón que también lleva su nombre.
Ni corto ni perezoso, el escultor decide trasladar el molde a la fundición, lo convierte en bronce y, sin permiso municipal (cosa que me parece inexplicable que haya ocurrido) lo coloca en el que va a ser su emplazamiento. Y lo hace una hora antes (el martes, a las 18:00) de que los portavoces del Ayuntamiento se reúnan para discutir la situación. “Yo la coloco en su sitio y, aunque a Marta no le guste, ¿quién se atreverá a quitarla de allí?”. El alcalde insta al escultor a retirar inmediatamente la obra, mientras Marta sigue sin sentirse identificada con ella.
La situación es grotesta y grave, pero la desatasca la propia Marta, al aceptar, por fin, la estatua hecha en su honor, pero a trancas y barrancas. Será inaugurada en breve, supongo, como epílogo a su ajetreada elaboración.
¡Qué pena que mi admirado, recordado y añorado José Luis García Berlanda ya no esté entre nosotros, porque hubiera hecho una magistral película bufa!
Por cierto, que con lo que está cayendo, con las situaciones dramáticas que la gente vive en toda España (supongo que Palencia no será una excepción) me parece irresponsable y casi obsceno gastar 51.840 euros en una estatura, sea para homenajear a Marta Domínguez o con cualquier otro fin.