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Desde las trincheras de la NFL (segunda entrega)

Por Dani Hidalgo

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Lo prometido es deuda, aquí os dejo la segunda entrega de 'Desde las trincheras de la NFL'. La primera fue la semana pasada. Aunque, por error mío, el de esta semana no será el último. No calculé bien y es demasiado largo para traducirlo todo en una segunda parte. La tercera y última será la próxima semana. Perdonadme, sé que es pesado esperar y espero que siga siendo de vuestro agrado el relato de Kris Jenkins en primera persona. Antes habló del peaje físico del football. Ahora lo hace de tres temas distintos.

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Golpes de realidad



A lo largo de mi carrera, mantuve la boca cerrada. Esto que estoy haciendo ahora, relatando mi historia, se trata de contaros mi vida. No tengo una agenda personal, no es ninguna vendetta. Cuento como es realmente el football.

Cuando era niño, se metían mucho conmigo. No pegué el estirón hasta mis años de instituto. Era el más pequeño de la clase en el colegio. Cuando sufres acoso en el colegio, agachas la cabeza y te escondes del mundo o revientas. Nunca llegué hasta el punto en el que me apeteciera coger un arma y disparar. Pero, en cuanto pude, sí que luché.

Voy a ser completamente sincero contigo. Cuando entré en el juego fui un idiota. Algunos de los problemas que tuvieron conmigo en Carolina fueron mal interpretados, otros fueron sacados de contexto, mientras que otros daban en el clavo. No tenía ningún problema con el football, el juego en sí. Tenía un problema con como coexistir en el mundo mientras jugaba.

Cuando entramos en la NFL, somos todos idiotas. Porque te han curtido desde la niñez para que pienses que las reglas no se te aplican.

Entonces, lo que llegan son golpes de realidad.

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El primero llega en la primera reunión que tienes con tu agente. Es es primer golpe. El siguiente, llega en el Draft Combine. Ahí te das cuenta, cuando entras en una sala medio desnudo, que te has convertido en un número. Han convertido el proceso de reclutamiento en un porcentaje.

Eso es lo que eres.

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El tercer golpe llega cuando firmas tu primer contrato. Casi todo lo que hay en él está estandarizado. La idea general es: mantente en línea, o sino…

El último golpe llega en el ‘training camp’, porque no hay curva de aprendizaje. Ahí es cuando te das cuenta de que todas las piezas encajan y que, mientras juegues, todo seguirá siendo así.

Me pasó de todo en Carolina, era algo ridículo. Enviaban a gente para vigilarnos en las discotecas. Había preocupación constante por el vestuario. John Fox era nuestro entrenador. Era un tipo muy de clichés. Decía ‘haced lo que digo, no lo que hago’ (“do as I say, not as I do”).

A esa frase nunca le entendí el sentido.

New York y Ryan;
 
Adoré Nueva York. Me encantó jugar ahí. Estaba a gusto en Nueva York, pero también jugué bajo las órdenes de Eric Mangini. Empezamos la temporada 8-3, con Brett Favre y todo eso. Todos le decíamos a Mangini: ‘para de dirigir sesiones de entrenamiento tan largas. Nos haces entrenar demasiado duro. Esto es césped artificial’.

Y yo con un disco protruido en mi espalda. Y ahí es cuando mi carrera empezó a ir cuesta abajo.
La gente no lo tiene en cuenta, pero la persona más importante en un equipo para un jugador de línea es el preparador físico.

Rex Ryan es un innovador. Rex creció mamando el football. Su padre fue entrenador y Rex fue aprendiendo de él. A los jugadores les gusta Rex. Responden a entrenador como Rex. Quieren a un entrenador que sabe lo que es ser jugador, como se siente.

Violencia y Locura


Roger Goodell dijo algo que siempre se quedó en mi cabeza: ‘Somos embajadores de este deporte’. 

O.K., pues si somos embajadores de este deporte, deberíamos tener una voz. Deberíamos poder ponernos de pie y decir, soy del sindicato y estoy orgulloso de ello. Yo crecí en Detroit y ahí la gente sentía orgullo de formar parte de un sindicato. Tenían una voz.

Tipos como Ray Lewis o James Harrison, lo que dicen es que sabemos por qué estamos en esto. La violencia nos encanta. La locura nos encanta. Nos encanta medirnos en la violencia y la locura.
Esos tipos que se expresan a través de sus Ipads hacen que el juego sea más blando. se quitan libertad de expresión. Nadie quiere ver flag football y, ahora, más vale que le den flags a los jugadores, que se abracen después y que se besen.

La violencia es lo que yo recuerdo. Como contra Buffalo en 2009, cuando tuve el partido de mi carrera. O en Houston, la vez que abofeteé y aparté a un contrario con un solo brazo. Ganar, la parte física, el caos, encontrar la línea entre la cordura y la locura, esa es la razón exacta por la que uno juega. Esa es la razón por la que los aficionados se enganchan al football.

Un tipo como James Harrison está poseído, y ese es el tipo de jugador con el que le gusta a uno jugar, al que le gusta ver. No hace falta tratarlo como a un bebé.

Ahora que el juego genera tantas ganancias, las oportunidades ajenas al terreno son tremendas. Ya no explotan al football por lo que era en primer lugar, por lo que a uno le encantaba de pequeño. Ahora, todo tiene que ver con dinero. Ni siquiera se trata de nuestra salud.

Hoy en día, todos buscan la vía más fácil. ¿Te duele el cuerpo? Toma un sedante. ¿Te duele la rodilla? Toma un relajante muscular. Me cansa ver a todos estos idiotas pulidos. Chad Ochocinco, Terrell Owens. Vete a Twitter y farda de lo bonitos que son tus músculos… ¿Qué pasó con el football?

[Próxima semana: 'El silencio sobre las drogas']

dhidalgonfl@yahoo.es / twitter: @danihidalgo