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Desde las trincheras de la NFL (primera entrega)

Por Dani Hidalgo

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Esta semana dejo a un lado la vena creativa para dejaros un artículo que me ha impresionado, producido escalofríos y marcado para siempre como espectador de la NFL. Es duro de leer, pero importante. Mi intención es reproducir al completo una gran pieza del periodista Greg Bishop publicada por New York Times el 19 de noviembre. El celebre diario estadounidense deja un corto párrafo de introducción (escrito por Bishop) presentando a Kris Jenkins, el protagonista absoluto del artículo, que nos relata en primera persona una faceta que todos desconocemos: como es realmente ser jugador en la NFL. Sobre todo, ser un jugador en la línea, la auténtica trinchera del football. Espero que disfrutéis tanto como lo hice yo. Es muy largo así que lo divido en dos partes. La primera será hoy (trata especialmente la parte física), la siguiente será la semana que viene.

Los Carolina Panthers eligieron a Kris Jenkins en la segunda ronda del Draft de la NFL de 2001. A lo largo de su carrera, estuvo en cuatro Pro Bowls y nombrado en el equipo ‘All-Pro’ en tres de sus siete temporadas como Panther. En 2002 y 2003, fue un dominante jugador de su línea defensiva, ayudándoles a alcanzar la primera Super Bowl de su historia.

Jenkins, de 1,96 metros y 164 kilos en su época como jugador, ganó decenas de millones de dólares en sus diez años con los Panthers y, después, con los Jets. Una serie de importantes operaciones (una de hombro, tres de rodilla) le obligaron a retirarse. En sus dos últimas temporadas, en 2009 y 2010, disputó siete partidos. Su intención era regresar en 2011, cuando fue cortado por los Jets, pero al final decidió dedicarse a las retransmisiones.
 
Con 32 años, Jenkins (que protagonizó un Sports Science que compartí en Blue 42!), vive con su mujer Tashia y tres hijos. Hace ejercicios de Pilates y toma hierbas y raíces para recuperarse de las lesiones que sostuvo como jugador. En el futuro, dice que quiere crear un campamento para jugadores de línea, cubriendo todo desde el aspecto económico hasta la técnica. También espera volver a la Universidad de Maryland y completar su diploma de kinesiología. Aquí dejamos distintas entrevistas con Jenkins, que dijo que quiere compartir la faceta de ser un profesional que muy pocos conocemos. —Greg Bishop.


Aficionados de la NFL, gente de fuera, no tiene ni idea de lo que sucede ahí dentro. Esto no es como jugar al Madden. Esto no es como ser el chico popular del instituto. Cuando haces esas cosas en el mundo real y no llegas a la élite, sigues manteniendo tu salud. En el football, estás jugándote la vida, la calidad y la longevidad de ella. Lo que te juegas es mucho.

¿Has estado alguna vez en un accidente de tráfico? ¿Montado los coches de choque? ¿Conoces la sensación de cuando te golpean y te quedas atónito y confundido? Pues el football es así. Pero diez veces peor. Es el infierno.

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Tuve mi primera conmoción cerebral contra Green Bay en mi año rookie. Salté, mis pies se engancharon al suelo y caí sobre el campo con mi cara. ¡Bang! Ni hombros, ni torso, nada. Sólo mi cara. Me levanté y tenía la sensación de estar borracho, veía estrellas y me entraban risitas. Sabía dónde estaba, sabía lo que sucedía, y era consciente de que me había pegado un tremendo tortazo. Después, hice dos ‘tackles’ seguidos y recuerdo a uno de mis entrenadores decir: “Viendo como está jugando, la conmoción ha sido positiva”. Jugué el partido entero...

El debate sobre las conmociones aún no existía. Por mi parte, entre la universidad y la NFL he tenido más de diez. A nadie le importaba. Y es que estamos para jugar a football.

Recuerdo un partido en Carolina, durante mi segunda temporada. Jugamos contra Arizona, un equipo que decidió hacerme doble marcaje durante todo el partido en la línea. Entre los dos, pesaban 355 kilos. Su esperanza era que me rindiera, pero nunca lo hice. Aunque lo recuerdo como el día en el que más dolor he sufrido en mi vida.

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De todas los doble marcajes que me hicieron a lo largo de los años, llevé la parte izquierda de mi cuerpo más allá del límite. Era mucho más serio que una dolencia. Apenas sentía ya nada en el costado izquierdo. Se estaba apagando el sistema nervioso de esa parte de mi cuerpo para que ya no tuviera que lidiar con el dolor.

La insensibilidad empezó muy al principio. No podía sentir parte de mis dos brazos. No podía sentir una parte de mis piernas. Era peor en la izquierda. Sólo ahora, en noviembre de 2011, empiezo a recuperar la sensación en mi costado izquierdo. Mira, el football no es no es ninguna broma.

Pero diré lo siguiente: alguien tiene que ser el músculo. Por eso no hay mejor posición que el interior de la línea defensiva. Olvídate de los quarterbacks y especialistas. Ellos lo tienen fácil. Si la línea no viene mentalizada para jugar, nadie en el resto de la defensa puede cumplir con su labor. Tenemos el trabajo más duro que hay sobre el campo. A nosotros no nos importa nuestro vello facial. Jugamos en el puesto más mugriento.

Hablemos de las pilas (cuando los jugadores se amontonan los unos sobre los otros en busca del balón). Dios. Son brutales. Me han doblado los tobillos. Me han pegado. Yo también he hecho cosas. He intentado romper codos, pellizcar gente, girar tobillos, doblar brazos e intentar dislocar un hombro al contrario. ¿Por qué? Tenía que luchar de vuelta.

Mentalmente, estamos condicionados a ser fuertes. A no sentir dolor. La única lesión que jamás sentí mientras jugué fue al fisurarse una de mis rodillas. Esa fue la única vez que sentí dolor y me dije “OK, eso dolió”.

Pero los lunes te despiertas y es difícil salir de la cama. Te duele donde te golpearon. Recuerdo una vez que me golpeó Edgerrin James. Puso su casco en mi pecho. Me desperté y no podía ni moverme, me sentía como si mi pecho estuviera a punto de colapsar. Me dolió durante días. Lo único que se puede hacer es esperar que la sangre circule: baño caliente, baño frío, baño caliente, baño frío...

¿La niebla mental? Aún no ha parado. Tienes la constante sensación de que alguien te acaba de golpear en la cabeza. Es como si te han golpeado hasta el punto de volverte tonto. Cuando tienes que concentrar sobre algo, esto empieza a ser un problema. Mi cabeza llega a nublarse tanto hasta el punto en el que no puedo funcionar normalmente. En esos momentos, acupuntura y masajes obligatorios...


Sabemos que va a doler. Sabemos que el dolor en el football es consistente a lo largo del tiempo. Te sigue doliendo en el ‘off-season’. Te duele cuando empieza la siguiente temporada.

Vi a [el ex linebacker de los Panthers] Dan Morgan atravesar varias lesiones de cabeza. Si alguien pegaba más fuerte que yo, era Morgan. Ese hombre era un monstruo. Y, por desgracia, pagó el precio por ello.
Quiero decir, la gente juega lesionada, pero es una elección. Ahora hacen un trabajo bastante decente, con toda la vigilancia que existe alrededor de las conmociones. Pero sobre la línea, todo sigue siendo doloroso. Al finales del año, a media línea ofensiva le inyectan de todo, le vacían líquido de las rodillas. Muchos ya pasan de la cortisona, porque se ha demostrado que es degenerativa.

Todo se descentra. Protrusion discal, Hernia discal... Sobre la línea, empieza en la parte inferior de la espalda.

No puedo culpar a nadie de mi muerte. Yo tomé la decisión de jugar al football. Yo tomé la decisión de seguir pese a las conmociones. Podría haber parado. Podría haber dicho que me dolía la cabeza. Fue mi decisión, como hombre. Consideramos al football como un deporte de gladiadores, porque entendemos que en él vas a hacerte daño. Pones tu vida sobre la línea. No morirás ahora, como en un coliseo romano, pero lo puedes hacer 5 o 10 años más tarde. Y lo sabes.

Y yo no cambiaría nada.

[Próxima entrega, la semana que viene]

dhidalgonfl@yahoo.es / twitter: @danihidalgo