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Una nueva oportunidad para príncipe azul


A los amantes del cómic siempre nos ha ofendido que el noveno arte sea tan desprestigiado e infravalorado. Da igual que 'Maus' ganara el Pulitzer en 1992, o que 'V de Vendetta' se haya convertido en la obra literaria que más ha influido en la sociedad del Siglo XXI. Para el común de los mortales solo son tebeos.

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DC, la editorial que publica series como Batman o Superman, tiene un sello, llamado Vértigo, en el que publica obras para adultos desde 1993. Cuando hablo de obras para adultos no me refiero a eso que estáis pensando la mayoría (guarros), sino historias cuya temática no es apta para todas las edades (genero negro, político, crítica social). Precisamente, fue en Vertigo donde apareció publicado ‘V de Vendetta’. Bajo ese sello también vieron la luz obras maestras como ‘La Cosa del Pantano’, ‘Hellblazer’, ‘Sandman’, ‘Predicador’, ‘100 balas’, ‘Transmetropolitan’…

En los últimos tiempos Vertigo ha decaído bastante. Hace 20 años fue todo un bombazo que cambió la forma de hacer cómics y provocó un acercamiento entre el mercado independiente y el comercial. Ahora ha perdido frescura y hay menos obras interesantes. Para mi gusto, la mejor serie que tiene el sello actualmente es ‘Scalped’, una historia negra, amarga y desgarradora sobre la vida en una reserva india en la que se ha construido un casino (ya sabéis que están libres de impuestos). No es un cómic para iniciarse, pero si eres aficionado, te lo recomiendo vivamente (en España se han publicado ocho tomos hasta ahora).

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Dentro de Vértigo hay una colección que me divirtió especialmente cuando empezó a publicarse, aunque con el paso de los números se ha derrumbado sin remedio. Se llama ‘Fábulas’. Narra la historia de los personajes de los cuentos clásicos, obligados a exiliarse en nuestro mundo tras una guerra civil en la que se impuso el bando de Gepetto (sí, sí, el de Pinocho). Tras el conflicto, la mayoría de los personajes que protagonizaron nuestra infancia escapan a Nueva York a vivir con los mundanos.


Los primeros guiones son geniales. Humanizan y llenan de defectos a los personajes que hasta ahora solo había vivido felices, comiendo perdices, en lo que a nosotros respecta. Los protagonistas se mueven en una historia coral llena de guiños divertidos y maliciosos, que dan explicación a las ñoñas situaciones que se producen en los cuentos infantiles tradicionales. Entre todos los personajes hay uno que me divirtió especialmente desde el primer número. Se trata del Príncipe Azul.

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Azul estuvo sucesivamente casado con Blancanieves, la Cenicienta y Aurora, la Bella Durmiente. Siempre fueron matrimonios breves. Él empezaba perdidamente enamorado, embelesado ante la belleza de las princesas, pero tras la noche ve bodas, y algún que otro revolcón más, se cansaba y huía de cualquier compromiso en busca de nuevos prados. Además, Azul es un tiarrón guapo, elegante, culto, muy pijo, con labia y divertido. Todo un dandy capaz de convertirse en el foco de atención en cualquier fiesta. Para entendernos, algo así como Matt Leinart.

Porque Leinart es el Principe Azul encarnado. Solo hay que remontarse a 2003, o 2004, cuando llevó a los Trojans (entrenados por Carroll), a ganar el título nacional universitario. En 2005 fue finalista. Entre medias, fue elegido dos veces mejor QB universitario, ganó el Heisman, el Manning, el Archie Griffin… el sursum corda. Un puto crack.

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Su impacto no fue comparable al actual de Luck, pero es lo que más se le parece en los últimos años. Todo el mundo daba por hecho que sería un QB de éxito inmediato en la NFL, jugador franquicia y futuro ganador del anillo. Como sabéis, yo no sigo demasiado la NCAA pero, sin embargo, entre 2003 y 2005 me hinché a ver partidos de los Trojans. Os aseguro que ver jugar a Leinart era un espectáculo.


Todo el mundo daba por hecho que entraría en el draft de 2004. Sin embargo, decidió agotar su periodo universitario y la mayoría pensó que un gesto de madurez. Leinart quería seguir formándose para llegar a la NFL como un jugador casi listo para liderar a profesionales veteranos.

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Hasta ahora os he contado el cuento infantil de Matt Leinart. Ahora llega la parte de verdad, en la que se acaba la fábula y nos caemos del guindo.

Muy poca gente ha vivido nunca tan a cuerpo de rey como lo hizo Leinart en su último año como estudiante en la USC. Era un príncipe azul rodeado de Balancanieves, Cenicientas y Auroras dispuestas a satisfacer sus más íntimos deseos, como Brynn Cameron, jugadora del equipo de baloncesto y madre de Cole, el hijo de Leinart. Nunca vivieron juntos. A él le horroriza el compromiso. Para consolarse, el QB se ha dedicado a aparecer en fiestas, programas de televisión y películas a lo largo de estos años. No digo que sea un golfo. Solo es un príncipe, un chico bien, sin problemas de dinero, que quiere vivir la vida sin demasiado desenfreno, pero sí con un poco de picante.

A eso hay que sumarle que Leinart es zurdo. Y ya sabéis que esa es una grandísima maldición para un QB. Casi como convertirse en rana. Quizá por ello bajó hasta el pick 10 en el draft de 2006. Fue elegido por los Cardinals. Arizona fichó a Kurt Warner, que en ese momento parecía acabado, y venía de hacer de niñera de Eli Manning en los Giants, para que le formara. A partir de aquí no voy a contaros su historia. Simplemente voy a resumir las sensaciones que me provoca la titularidad de Matt Leinart en Houston.


Creo que es un calco de Schaub. ¿Os acordáis del Schaub de Atlanta? Era un tipo con un cañón en el brazo y una visión de juego privilegiada. Nos tenía a todos boquiabiertos, convencidos de que terminaría siendo un grande. En realidad han pasado los años, se ha mudado a Houston y no ha cambiado un ápice. Simplemente le hemos añadido otra característica que desconocíamos al principio: un carácter inexistente. Pues Leinart es su hermano gemelo. Tiene un cañón Berta en el brazo, una espléndida visión del campo, una precisión endiablada… y le importa un bledo.

Sé que sonará a blasfemia, pero yo siempre prefería que Leinart fuera el titular en los Cardinals. Formaba una pareja letal con Fitzgerald. Solo le pasaba a él y yo tenía al receptor en mi fantasy. Warner prefería a Boldin y no comenzó a buscar a Fitzgerald con regularidad hasta los famosos playoffs mágicos previos a la Super Bowl XLIII.

También creo que Leinart nunca tuvo un backfield de garantías durante su etapa en Arizona. Warner terminó por desacreditarle, pero es que Kurt era mucho Kurt y hubiera dejado en evidencia casi a cualquiera. Por eso siempre me ha sorprendido que nadie haya pujado por Leinart como QB titular en los últimos años. Os aseguro que en la NFL hay una docena de pasadores titulares muchísimo peores que el californiano. Definitivamente, ser zurdo es una maldición para un QB.


Los que seguís este blog desde hace más tiempo recordaréis que el año pasado también aposté por los Texans como mi equipo favorito para ganar la AFC. También os sonará que di por concluida su temporada cuando se lesionó DeMeco Ryans, para mí el LB más infravalorado de la NFL (y quizá el mejor). No solo es un muro. Su inteligencia le convierte en el auténtico gran líder de los Texans. Este año está en plena forma y arrastra con él a toda la defensa, para que veamos al mejor Brian Cushing, una secundaria espectacular y un bloque inimaginable hace solo unos meses. Incluso la baja de Mario Williams está pasando desapercibida.

En ataque pasa algo similar. Arian Foster y Ben Tate forman el backfield de moda. Un corredor polifacético y otro norte-sur que se complementan a la perfección. Pero lo que no se está comentando demasiado es que la línea ofensiva está jugando de escándalo. Abre autopistas a los corredores y construye muros alrededor de su QB. Por si fuera poco, en pocos días estará de vuelta Andre Johnson, sin olvidar que Kevin Walter, Jacoby Jones y Derrick Mason tampoco son mancos.

En conclusión, Leinart lo tiene a huevo para ser feliz y comer perdices. Solo tiene que esconderse detrás de un muro y dejar que el peso del ataque recaiga sobre Tate y Foster. Él sabe pasar y podrá hacerlo en las mejores condiciones, mientras la defensa se cierra para protegerle y al fondo le esperan varias de las mejores manos de toda la NFL. Casi un paseo en carroza que no puede desaprovechar.

Los Texans son tan aspirantes al título con Leintart como lo eran con Schaub. Además, han tenido dos semanas para reajustar su juego a un QB zurdo. Esta vez no hay excusas para que la película termine con un gran anillo y una sonrisa perfecta en el rostro perfecto del perfecto príncipe azul. Un largo beso y un ‘The End’ gigante. Ya habrá tiempo después para irse de farra.

Me pregunto si los Bears, con Cutler lesionado el domingo para seis u ocho semanas, tienen en Caleb Hanie un relevo tan glamoroso… pero esa es otra historia y ya es hora de apagar la luz.

Que soñéis con angelitos (y no, no me refiero a Tebow).

mtovarnfl@yahoo.es / twitter: @mtovarnfl