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El tercer radar antidopaje

La presencia de Efraim Barak, el presidente de la terna de árbitros que verá el caso Contador del 21 al 24 de este mes en el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), puso el morbo y fue el reclamo mediático del simposio sobre 'El futuro de la lucha contra el dopaje', que organizó el Consejo Superior de Deportes (CSD) en Madrid. El israelí explicó durante su ponencia, en castellano con deje argentino, cómo funciona el TAS. En el descanso matinal, varios periodistas nos dirigimos a él para preguntarle sobre Contador… Pero no quiso hacer declaraciones al respecto. Lógicamente.

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Las ponencias dieron mucho más de sí… Seguí con bastante atención la didáctica explicación que hizo, también en castellano, Mario Zorzoli, director de la Comisión Médica de la Unión Ciclista Internacional (UCI), sobre el pasaporte biológico: el seguimiento individualizado de los deportistas a través de sus parámetros. Zorzoli lo introdujo con una comparación muy aclaratoria: “Antes teníamos el radar fijo, que eran los controles en competición; luego se incorporó el radar móvil, que son los controles por sorpresa, y ahora ya tenemos el tercer radar, que es un control indirecto. Para entendernos, es cómo calcular cuánto corre un coche entre dos puntos para saber si la velocidad media es motivo de infracción”.

El pasaporte biológico es un método de detección indirecta. Consiste en el seguimiento regular de los valores hematológicos de un deportista y en la observación de la variación en el tiempo de estos parámetros. Si se encuentra una notable alteración que llegue al 99,9%, el estudio se envía a un grupo de expertos para que concluyan si esa anomalía se debe a un problema analítico (por ejemplo de transporte), a una patología… O al dopaje.

Este sistema ya ha sido aceptado por el TAS: ahí están los casos de la patinadora Claudia Pechstein o de los ciclistas Pietro Caucchioli y Franco Pellizotti. Los principales argumentos legales en contra del pasaporte biológico han sido cuatro: cuestionar la validación científica o la interpretación de los expertos; buscar una irregularidad en la cadena de transporte, o aludir a una patología (“que curiosamente siempre nace en TAS y nunca antes”, ironizó Zorzoli).

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Uno de sus grandes problemas es el alto coste: la UCI se ha gastado este año cinco millones de euros. Frederic Donzé, director en Europa de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), también ponente en el simposio, asentía ante las palabras de Zorzoli cuando hablaba sobre esta cuestión. Ambos explicaron que se está intentando abaratar el sistema “con controles más inteligentes y dirigidos”.

Mario Zorzoli reveló también que el pasaporte biológico puede ayudar “en un futuro corto” a la detección de la testosterona y la hormona del crecimiento. Y añadió que en los Mundiales de Atletismo de Daegu, en agosto, ya se trabajó en este sentido.

Esto fue, a grandes rasgos, lo que dio de sí la ponencia de Zorzoli… Para no agotarles, en próximos días les contaré también cosas sobre la reforma de la ley antidopaje española.