Por Mariano Tovar
El debate que se ha desarrollado en la entrada sobre el ‘síndrome Superman’ demuestra que los aficionados de los Patriots están enfadados. Muy enfadados. Creo que quizá no se hayan dado cuenta hasta el domingo de que el equipo de Boston ha sufrido una gran metamorfosis desde que ganó su primera Super Bowl en febrero de 2002.
En esos años eran ‘The Band of Brothers’. Un grupo de perdedores que se conjuraron para lo que se consideró un milagro. Un barrio obrero en el que tocó la lotería de Navidad. Esa mentalidad se mantuvo durante cinco años. Sobre todo, porque los líderes del vestuario seguían siendo los que vencieron a los Rams contra todo pronóstico.
En aquella época los jugadores iban y venían, pero los cimientos no cambiaban, pero poco a poco los monos de trabajo fueron transformándose en trajes de franela. El barrio proletario se transformó en una urbanización en la que todo el mundo quería vivir. Muchos de los viejos obreros, transformados en nuevos ricos, quisieron firmar un último gran contrato que los Patriots no estaban dispuestos a pagar.
Entonces, la leyenda del entrenador que conseguía convertir en grandes estrellas a jugadores mediocres creció de forma desmedida. Mientras tanto, la temporada 2007 el equipo completó una temporada regular perfecta que se malogró con una inesperada derrota en la Super Bowl. Todo el mundo lo consideró un accidente, pero había un problema de fondo. El barrio obrero se había transformado ya en una ciudad de superlujo. El mejor lugar de la NFL para vivir. Todos los jugadores suspiraban por llegar a un equipo casi perfecto, y esa mentalidad de trabajo, sacrificio y modestia se transformó en una prepotencia insoportable. En la previa del gran partido contra los Giants los síntomas se volvieron definitivos. Los jugadores, desafiantes, hacían de menos a sus rivales, como tantas veces les había sucedido a ellos mismos en el pasado.
La lesión de Brady durante toda la temporada siguiente devolvió al vestuario gran parte del espíritu que les había llevado al éxito en el pasado. Todo el mundo les dio por muertos y recuperaron el alma para convertirse el equipo no clasificado para playoffs con mejor récord de la historia.
Con la vuelta de Brady, Belichick apostó por una reconstrucción controlada. Un cambio de cimientos sin dejar de aspirar al anillo. Del equipo que ganó las tres Super Bowls solo quedan hoy Brady y Matt Light. El head coach también ha cambiado su mentalidad. Ya no se protege con la defensa, ni controla el tiempo del partido. El Belichick de 2011 no tiene nada que ver con el de 2001. El hombre precavido y desconfiado del pasado se ha convertido en alguien excesivamente audaz, un fabricante de fuegos artificiales. Tantos milagros han terminado por hacerle creer que siempre terminará por suceder algo que inclinará la balanza a su favor.
Ya lo dije en pretemporada. Estos Patriots hay que verlos como un equipo fuera de concurso, un festival con alma ofensiva. Un grupo de tipos que han cambiado aquella mentalidad obrera, precavida y bañada en sudor, por el culto al espectáculo. Son la antítesis de lo que eran. Pero no hay que pedirles que regresen al pasado. Es mejor disfrutar del show mientras dure. Quizá ganen la Super Bowl. Siguen siendo aspirantes, pero en realidad están saciados, viven en el barrio más caro del lugar y el mayordomo les lleva cada día a la cama un café con dibujitos en la espuma.
Si estos Patriots no tienen defensa no es por falta de jugadores de calidad, ni porque añoren a los que se fueron. Ni siquiera es porque la soberbia haya minado muchas de las virtudes de Belichick. Su problema es de mentalidad.
Los Patriots ganaron sus dos primeros partidos con mucha menos contundencia de lo que parecía. Se veía venir que lo sucedido el domingo terminaría por llegar. Llevo semanas contando que no tenía backfield, que sin juego de carrera es imposible controlar el reloj, que era urgente para ellos encontrar una solución. La defensa no es dominante, pero además pasa demasiado tiempo en el campo y termina agotada, incapaz de conseguir grandes jugadas, que era la gran virtud de la época dorada de los de Boston.
Por eso, la derrota del domingo es muy mala noticia para el resto de la NFL. Belichick quizá no sea el de hace unos años, pero sigue siendo más que brillante y debe estar dándole vueltas al problema ahora que se ha convertido en evidente para todos. Brady, al que algunos criticáis en vuestros comentarios, es hoy por hoy inmejorable. Cuatro intercepciones no van a cambiar eso. Y además es un gran líder para ese ataque. Y creo que lo es cada día más. También debe estar recomiéndose en su orgullo, ansiando la revancha. Seguro que este toque de atención les convertirá en más peligrosos.
En la NFL de 2011 la mayoría de los equipos están mal acoplados tras una pretemporada muy corta. Dependiendo, como os decía ayer, del Superman de turno. Es el caso de los Patriots. Quizá resuelvan sus problemas y se conviertan en auténticos contendientes. Tal vez hayan entrado en una inevitable decadencia y solo nos quede disfrutar de las últimas hazañas de una dinastía irrepetible.
Lo que nadie puede olvidar, es que los Patriots que ganaron tres Super Bowls eran un conjunto sin fuegos artificiales, exasperantes y que sacaban de quicio a rivales y aficionados. Enemigos de cualquier riesgo y muchas veces del espectáculo. Los aficionados de Boston tal vez sueñen con la vuelta de aquellos partidos de Brady con menos de 200 yardas de pase, pero yo no los añoro en absoluto. Bueno, miento, sí que echo mucho de menos a Corey Dillon y a algunos otros genios de aquel equipo ganador. Un equipo de obreros. ‘The Band of Brothers’.
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