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El insensato que se compró un toldo roto


Tras la tormenta, poco a poco va llegando la calma. Aún hay bastantes agentes libres pendientes de encontrar equipo, pero muy pocos de ellos son jugadores de esos que marcan la diferencia. Parece que la última gran batalla se dará por Umenyiora, ex defensive end de los Giants. Ese fichaje no cierra todos los interrogantes, ni será el punto final del intercambio de cromos.

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Los Redskins ya han hecho público su harakiri. Definitivamente se lo juegan todo a una carta. Rex Grossman firmó un nuevo contrato con los capitalinos y ya ha sido confirmado como QB número del equipo. Me temo que la temporada va a ser larga y llena de sofocos para los incondicionales de Washington.

Donde tampoco están muy contentos es en Miami. Los aficionados abuchean a Henne en cada una de sus intervenciones durante los entrenamientos. El pobre está como un flan y acumula intercepciones y golpes. Se han encendido todas las alarmas y los Dolphins parecen obligados a buscar una solución de inmediato. Esa no es la única noticia importante en el equipo de Florida. Jason Taylor regresa a casa. Bonito detalle romántico, aunque a estas alturas ya le quedan muy pocas balas en la recámara.

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Mientras tanto en Carolina están boquiabiertos por la magia que sale de las manos de Cam Newton (qué van a decir), aunque todos los demás estamos agazapados, esperando que empiece la temporada para lanzarnos a degüello sobre la yugular del número uno del draft.


Pero lo que más me ha gustado del día es la historia de un empresario de Minneapolis que está completamente trastornado.

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El tipo se llama Guy Nelson y ha comprado los restos del toldo que cubría el Metrodome de los Vikings. Sí, sí, el que se vino abajo por el peso de la nieve y provocó que el equipo terminara la temporada jugando en el estadio congelado de la Universidad de Minnesota. Pretende venderlos por trozos.

El entusiasta futuro ex empresario está encantado con su idea. Dice que ese toldo ha presenciado muchas de las mayores hazañas de la historia del deporte en la ciudad. Está convencido de que los habitantes de Minneapolis se darán de tortas por conseguir un trozo de tela… a un precio que ya ha bajado sensiblemente desde que el señor Nelson puso en marcha su idea.


Os confieso que me entristece ver la foto del tipo con su familia. Él está encantado y sus hijos posan felices, pero en el gesto forzado de su mujer se descubre el calvario que se avecina. Me puedo equivocar, pero me temo que el toldo roto del Metrodome va a terminar, antes o después, en el único sitio que debe estar: la basura.

No se que pensaréis vosotros, pero si la techumbre de la sede de mi equipo favorito se derrumbara, lo último que me gustaría sería que me lo recordaran. Y más si estoy deseando que se construya un estadio nuevo de una maldita vez. Lo de quedarme con un trozo ya me parecería un mal chiste.

Aunque, ahora que lo pienso, si Guy Nelson traslada el negocio a Green Bay, y estampa en los trozos de tela imágenes con los momentos más dolorosos de la historia de los Vikings, tal vez consiga hacerse de oro.

En estos tiempos de crisis, nunca se sabe dónde puede funcionar una idea.