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Jesús España y los juveniles

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Jesús España hizo marca personal en los 5.000 metros de Birmingham y se coloca en muy buena disposición cara a los Mundiales de Daegu, aunque todos sabemos que en una competición de este calibre y en una prueba como ésta es muy difícil brillar, porque los africanos se multiplican, aparecen por todos lados y todos corren espectacularmente. Jesús España es el futuro, porque yo creo que aún tiene mucho que ofrecernos; el presente, como demostró ayer, y el pasado, porque ya fue campeón europeo de 5.000 metros en 2006.

Pero el futuro, de verdad, debería ser de los muchachos y muchachas que han competido estos días en Lille, en los Mundiales juveniles. Y ahí las cosas no están claras, en conjunto. La actuación no ha sido buena, en términos generales. Y lo digo desde la inmensa simpatía que despiertan en mí estos chicos y chicas que ponen toda su ilusión en las pistas y que sueñan con emular a atletas como Jesús España, por ejemplo.

Y volvemos a él. Corrió bien en una carrera que más que de mitin parecía de campeonato, en la que Mo Farah sentenció con una vuelta final en 54.03. Impresionante. Llegó a Birmingham desde Oregón, acompañado de su entrenador, Alberto Salazar, estadounidense de origen cubano, que fue uno de los mejor maratonianos del mundo en su momento. Jesús terminó en un tiempo de 13:10.19, que mejora los 13:10.73 que tenía desde 2009. Yo creo que vale bastante menos y que en una carrera ideal podría acercarse a los trece minutos.

Pero las cosas en Daegu van a ser muy duras. En estos momentos preceden a Jesús en el ránking mundial siete etíopes, ocho kenianos, dos estadounidenses y un atleta de Australia, Gran Bretaña y México. Es decir, que en el Mundial tendría por delante (si se disputara ahora) a nada menos que trece corredores, una vez hechos los descartes oportunos, porque sólo habrá tres kenianos en competición, pero podrá haber cuatro etíopes, ya que Kenenisa Bekele tiene puesto asegurado por ser el actual campeón. Muy difícil, realmente.

Y vamos con los juveniles. La Selección regresa con una medalla de bronce de Ana Peleteiro en triple y con dos octavos puestos de Sergio Acera en longitud (lesionado) y Álvaro Martín en 10 kilómetros marcha. Eso supone una regresión con respecto a la última edición, la de Bressanone 2009, en la que hubo una plata (Alberto Gavaldá en 200) y cuatro finalistas. Y también respecto a Ostrava 2007, donde hubo otra plata (Manel Concepción, en pértiga) y siete finalistas. Y, así mismo, comparado con Marraquech 2005, de donde nos trajimos dos bronces (Alex Soto, en altura, y Albert Vélez, en pértiga) y seis finalistas. En definitiva, que la actuación ha sido una de las peores de siempre, con España trigésima en el medallero y en el puesto 38 en la puntuación de finalistas.

Pero hay que animar a los integrantes del equipo. No siempre los que son mejores con esta edad brillan luego en la categoría absoluta. Hay que seguir trabajando, seguir enamorándose del atletismo. Atletas que no destacaron especialmente de juveniles luego han sido muy buenos de séniors. Hay que aprender y continuar adelante. Y exigir que os den más facilidades, que os cuiden mejor. La Federación debe tomar nota e incrementar en todo lo posible la atención a los atletas de estas edades. España tiene materia prima, casi siempre la ha tenido. Lo que hay que hacer es saber buscarla y, luego, saber potenciarla. 

La hegemonía ha sido de Estados Unidos, con seis medallas de oro, cuatro de plata y otra media docena de bronce. Lo del atletismo estadounidense es tremendo, con canteras infinitas e inagotables, con estrellas mundiales en todas las edades y en casi todas las pruebas. Le siguen Kenia (5-5-4), Jamaica (4-1-4), Bahamas (3-0-1), China (2-4-1)... ¿Y dónde está Europa? Pues muy atrás. Los primeros países del Viejo Continente en el medallero son Gran Bretaña y Rusia, en el octavo lugar, y Francia y Alemania, en el undécimo y duodécimo. Esto es lo que hay.