El martes 22 de septiembre de 1998 paseábamos Mari Luz Algarra (mi mujer) y yo por Estambul cuando conocimos una noticia que había estremecido al mundo el día antes y nos estremeció a nosotros en ese momento: había fallecido Florence Griffith-Joyner, la plusmarquista mundial de 100 y 200 metros. Hace muy pocos días recordábamos de nuevo los hechos, en el mismo lugar, en nuestro regreso por vacaciones a la ex Constantinopla, cuya visita os recomendamos encarecidamente. Entonces no había internet, la prensa turca era (y sigue siendo) ininteligible para nosotros y los periódicos españoles no se recibían allí. ¿Cómo nos enteramos?
Pues escuchando una frase entre dos españolas de edad avanzada. "Se ha muerto la Griffith", le decía una a la otra. Nosotros pensábamos que se refería a Melanie Griffith, la esposa de Antonio Banderas. No nos imaginábamos que esas señoras recordasen a una atleta que se había retirado diez años atrás. Pero minutos después nos topamos con un quiosco en el que estaba desplegado L'Equipe, el diario francés de deportes. Y nos explicamos la frase cuando vimos a Florence Griffith-Joyner a toda página. Y las páginas de L'Equipe eran exactamente el doble que las de AS. Al lado de la foto, un título: "Se ha ido demasiado rápido".
Compramos el diario y nos enteramos de la historia. Florence había muerto el 21 de septiembre de ese 1998, mientras dormía en su casa de Mansión Viejo, en California. Tenía 38 años y llevaba diez retirada del atletismo. Y volvieron a circular todos los comentarios que le habían acompañado cuando deslumbró en 1988. Comentarios sobre su presunto dopaje, desde luego. Porque a todo el mundo había extrañado la impresionante evolución de sus marcas, su cambio de aspecto físico y el hecho de que en 1989 decidiera dejar el atletismo, justo en el momento de su mayor éxito, cuando se había convertido en una de las deportistas más famosas del mundo.
Florence Griffith-Joyner era una excelente velocista, que en 1987 tenía en su haber una plata olímpica en los 200 metros de Los Ángeles 1984 y otra en los Mundiales de Roma 1987, sobre la misma distancia. Sus marcas eran de 10.96 y de 21.96. Espléndido, desde luego, pero dígitos que nada tenían que ver con lo que iba a pasar en 1988.
En los Trials de Indianápolis batió el récord mundial de 100 metros con 10.49 y viento nulo, marca conseguida en los cuartos de final. En la final ganó con 10.61. El tope anterior lo tenía su compatriota Evelyn Ashford con 10.76. Una mejora increíble. En la distancia doble hizo 21.77 (-0,1) en los cuartos de final y en la final ganó con 21.85. El récord mundial lo compartían las alemanas orientales Marita Koch y Heike Drechsler, con 21.71.
El registro de 10.49 conmocionó al mundo del deporte, no sólo del atletismo. Aunque hay que precisar que existen dudas mucho más que razonables de que el viento no se midió correctamente. Por ejemplo, en la prueba de triple, que se celebraba al mismo tiempo, se midieron siempre velocidades mucho más altas. Un estudio científico posterior demostró que el viento podría ser de 5,5 metros por segundo a favor. En todo caso, una marca casi de hombre para una mujer bella, atractiva, con uñas impresionantemente largas y retorcidas, convenientemente ilustradas, que lucía modelos deportivos diseñados por sí misma y que se maquillaba con precisión antes de cada carrera. Un nuevo mundo en el atletismo.
En los Juegos Olímpicos de Seúl venció en 100 metros con 10.54 y viento favorable, pero hizo 10.62 en cuartos de final, con +1,0. En 200 batió el récord mundial en semifinales (21.56, con +1,7) y en la final (21.34, com +1,3). Redondeó su actuación en la capital coreana con otras dos medallas de oro en ambos relevos y un parcial de 48.07 en su posta de la carrera larga.
Las acusaciones de dopaje arreciaron, porque FastFlo, como era conocida, había sufrido casi una mutación física, con un aumento claro de su musculación. Y estaba integrada en un grupo, el de Bob Kersee, que siempre resultó sospechoso. Lo formaban atletas como Jackie Joyner-Kersee (esposa del técnico), que todavía tiene el récord mundial de heptatlón; Al Joyner, marido de Florence Griffith y hermano de Jackie; Valerie Brisco, Gail Devers, Greg Foster, Danny Harris... En total sumaban 16 oros olímpicos. FastFlo se retiró del atletismo en 1989, justo en el cénit de su carrera y cuando podía rentabilizar económicamente sus éxitos. Pero es que en 1988 las cosas había empezado a cambiar en cuanto al antidopaje se refiere, tras el positivo de Ben Johnson...
Cuando Florence murió volvió a hablarse de su presunto consumo de sustancias prohibidas, aunque la autopsia indicó que había muerto por "un angioma cavernoso" congénito en la parte delantero-izquierda de su cerebro. Una dolencia que tiene alrededor del 25% de la población (aunque muchos lo desconocen). Nada que ver con el dopaje o con el consumo de drogas.
Sus récords siguen siendo inalcanzables.