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Colores grabados a fuego (1ª parte)

ZONA ROJA

Esta es una casa de locos por la NFL desde 2009.

Autor: Mariano Tovar

Colores grabados a fuego (1ª parte)


En esta vida hay cosas que no se perdonan. Curiosamente, el deporte acumula una gran cantidad de ellas. A uno le pueden despedir del trabajo, humillar en su vida personal, poner unos cuernos como los del padre de Bambi, pero al final, los grandes rencores, los que nos persiguen durante toda la vida, terminan siendo los deportivos.

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Ya os lo he contado en alguna ocasión. El hombre es capaz de cerrar etapas, cambiar de trabajo, de pareja, de lugar de residencia… pero nunca, nunca, nunca, dejará de llevar en el corazón al equipo de sus amores. Puede desentenderse de él, incluso abandonarlo durante largos periodos de tiempo, pero antes o después volverá al redil. Y sufrirá taquicardias en los minutos finales, angustia en las desgracias y una alegría desproporcionada en la victoria. Es irracional, incluso ridículo. El devenir de unos colores tiene una influencia nula en la vida diaria, pero el hombre es incapaz de resistirse a esa atracción absurda.

Por eso, muchos de los acontecimientos que más recordamos tienen que ver con nuestro equipo favorito. El primer día que pisamos el estadio, el primer autógrafo de un jugador, cuando fichamos a fulanito o conseguimos derrotar a menganito, aunque llegáramos como víctimas. Porque la locura de amor por unos colores nos lleva a hablar como si nosotros mismos hubiéramos estado en el campo, protagonizando la hazaña: “hemos ganado a…”, “os hemos dado una paliza”, “cada vez jugamos mejor”. Siempre hablamos en primera persona, porque nos sentimos actores de algo que nos pertenece.

Muchas veces me habéis preguntado cuál es mi equipo. Siempre os he respondido que soy de jugadores y que cada año cambio mis afectos, según va evolucionando la competición en la NFL y una historia personal se gana mis simpatías. En realidad os he mentido. Soy y seré siempre de mi Pucela. Real Valladolid Deportivo. Corazón albivioleta y alma de sufridor. Un amor tan exigente me impide ceder demasiado apego a ningún otro color. Siempre me ha sorprendido descubrir a gente que es de un equipo de fútbol, de otro de baloncesto, de la NFL, de la NBA, de la MLB, la NHL, la XYZ o la puñetera sigla que sea, y de todos, a lo bestia. Soy monógamo y no lo puedo evitar. Más allá del Pucela todo es contingente, sea del deporte que sea.

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Mi padre comenzó a llevarme al viejo estadio José Zorrilla, que estaba más o menos donde se ubica ahora el Corte Inglés, cuando yo tenía unos cinco años. A principios de los 70’. El Pucela estaba en Segunda, como siempre, y cada año se quedaba a las puertas del ascenso. El bueno era Cardeñosa, que estaba a punto de marcharse al Betis y el chau chau del estadio era que sin él bajaríamos de categoría. Por suerte, Landáburu tomo el relevo como líder del equipo y se fichó a Antón del Valencia, que ese sí que era un currante.

A mí el fútbol no me interesaba demasiado. Era muy pequeño y el cabezón de los de delante no me dejaba ver nada. Si me subían a hombros, los de detrás se quejaban del puto niño. Pero a mí no me importaba quedarme sin ver nada. Mi abuelo, el de los caracoles del que os hablé alguna vez, traía una gran bolsa llena de pipas y manises. Eso era lo que más me gustaba del fútbol. Comer pipas. Creo que esa ha sido siempre una de las motivaciones de los niños para aficionarse al deporte. Las pipas.

El otro aliciente era sentirse mayor. “Mamá, me voy al fútbol con papá y el abuelo”. Y pensaba para mí: “con dos cojones”. “Cinco años y ya soy del Pucela. Qué deprisa pasa la vida”.

Así que ahí estaba yo, cada dos domingos, con mi padre, mis abuelos y mis pipas. Sin ver una mierda y sin que me importara demasiado. Ese era el lugar en el que tenía que estar y, cada vez que mi Pucela marcaba un gol, yo pegaba saltos de alegría, gritaba eufórico, miraba hacia el césped para ver si me enteraba de algo y volvía tranquilamente a mis pipas. Un rito memorable. Un gran acontecimiento en la memoria de un niño.

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Mis partidos favoritos eran los del trofeo de verano. No íbamos a la tribuna, sino a la general, de pie, porque estaba fuera de abono y era más barato, pero yo lo prefería. Me sentaban sobre una de las barras anti avalancha ¡y veía el campo! El otro aliciente era que venían a jugar equipos de Primera división. El Valencia de Kempes (Bonhof, que era el que a mí me gustaba, llegó más tarde), el Español de Marañon, incluso el Dinamo de Kiev o el Boca Juniors. Yo miraba el césped con ojos como platos. Y me encantaba cómo la luz artificial le daba un tono irreal, casi fosforescente. Estaba recién instalada. “Para iluminar el ascenso”, decían. No podía comer pipas, porque me caía de la barra, pero veía los goles, el balón circular, y la intensidad con que la afición seguía cada lance del juego. Desde entonces siempre me ha gustado observar a los aficionados en los acontecimientos deportivos. Los rostros desencajados, emocionados, ansiosos y estallando de alegría, son uno de los grandes alicientes del espectáculo.

Porque tengo que confesar que en Valladolid, espectáculo poco. Mi Pucela era un eterno equipo de Segunda. Gallito de la categoría, pero siempre a un escalón del ascenso. Al final nos quedábamos fuera en la última jornada, por culpa del Sporting, del Betis, del Racing o del Málaga. Los aficionados de equipos grandes nunca han entendido cómo siente el fútbol un aficionado de un equipo mediocre. Es un amor más sincero. En el que todo se perdona, se aceptan los defectos y se asume que son más las tristezas que las alegrías. En mi infancia nunca me interesó la Primera División. Ni el Madrid, ni el Atleti, ni el Barcelona, ni ninguno de los grandes. No sabía cómo iba la clasificación ahí arriba, pero me sabía de memoria la plantilla del Rayo, del Hércules y del Castellón. Sabía que un argentino que se llamaba Valdano jugaba en el Alavés, y había que tener cuidado con él porque aunque parecía un poco descoordinado se hinchaba a meter goles. Y podía recitar de memoria la clasificación de Segunda tras cada jornada, los próximos partidos y el sursum corda. La vida se vivía con intensidad en la segunda planta, lejos del ático.

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En mi Pucela había entrenadores como Héctor Núñez. A mí me encantaba cuando todo el estadio gritaba “Heeeeeeeeectooooooooor, Heeeeeeeeectooooooooor”… “Papá, ¿por qué gritamos Héctor?” No me atrevo a reproducir lo que me respondía mi padre. (EDITADO: una de las cosas que decía mi padre, era que se lo gritaban porque era la canción con que le despertaban en casa por la mañana. Yo entonces no entendía la broma, pero no he olvidado el comentario repetido tantas veces).

Otra de las cosas que me gustaba del fútbol era el viejo estadio José Zorrilla. Al final del Paseo de Zorrilla, casi enfrente de la plaza de toros, junto a la Hípica. “¡¡¡Qué bestia!!! ¡Ha mandado el balón a la Hípica!” “¡Y si me apuras, al Pisuerga!”, decían cuando un patadón sacaba la pelota del estadio, algo bastante frecuente. Parecía un campo inglés, con gradas muy pequeñas y columnas molestas, que impedían ver bien el césped, y asientos de hormigón. Los fondos iban creciendo con gradas supletorias, que subían hasta el cielo para mis ojos de niño. Aún no había vallas, así que la chiquillada pagaba entradas de general de los fondos, saltaba al centro del campo para saludar a los jugadores antes del comienzo del partido, y luego se colaba en la tribuna para ver el partido sentada. Las líneas del campo estaban casi pegadas al público y los linieres seguían la acción desde dentro del campo temiendo llevarse un paraguazo del público indignado. Porque otra cosa que descubrí desde muy pequeño fue que todos los árbitros del mundo eran unos hijos de puta, o al menos eso era lo que decían de todos ellos quienes me rodeaban. Algunas veces todo el estadio se ponía de acuerdo y clamaba al unísono: “Hi-joooo de Puuu-ta”. Pero aquellos tipos de negro estaban acostumbrados y ni se inmutaban. Es más, seguían haciendo barrabasadas sin preocuparse mientras eran sus linieres los que se llevaban la peor parte, huyendo aterrorizados de las zonas más agresivas de la banda.

Os confieso que esta historia es parte de la introducción de un artículo en el que iba a hablar de football americano, pero se me ha ido la mano y me he quedado con las ganas de seguir contando como fueron mis primeros años como seguidor del Pucela, así que, si no os importa, seguiré con la historia en futuras entregas, a no ser que os haya aburrido demasiado.

mtovarnfl@yahoo.es

15 Comentarios

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Miguel

Buenisimo articulo, eres un crack

05/31/2011 10:21:08 PM

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Iñigo91

Joder que grande Mariano, si eres del Pucela!! Yo empecé a ir al estadio con 6 años, cuando estaban Cantatore, César, Lozano, Torres Gómez, Juan Carlos, Peternac o el gran Víctor.. Esa temporada jugamos la UEFA, así que imaginate, para mi el Pucela era el mejor club del mundo..!

Luego ya han venido tiempos peores, pero siempre menos los dos últimos años que he estado estudiando fuera de Valladolid he ido a verles..

Si te acercas el sábado a Zorrilla el partido en el que nos jugamos el playoff te invito a una caña y charlamos de football o lo que se tercie!

05/31/2011 10:24:50 PM

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Ray071

A los aficionados del R. Valladolid le tendríamos que aplicar eso de "Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor". Gran artículo.

05/31/2011 10:36:22 PM

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jorgerod

yo soy del racing de santander,pero debo confesar que año tras año mi aficion por el futbol decae y esta cerca de llegar a cero,de no ser por la seleccion española.Empieza una nueva temporada,como puedo pensar que mi equipo puede conseguir algun titulo?no hay reparto de beneficios igualitario entre los equipos,no hay beneficios a los mas debiles(como el orden del draft),no hay arbitros con video(que bien viene para hacer unos amañitos,o para echar una manita al que conviene..)no hay limite salarial,hay un bipartidismo deportivo en el que,como casi ocurre en politica,si no eres de uno de los 2 principales,no eres nadie;y tantas y tantas cosas que hacen esté hasta las pelotas de este deporte rey de españa.

Es por eso mi aficion al deporte americano,donde un aficionado de los Bucs hace un par de años veia como su equipo era flojo,pero que habian ganado una SB años antes,y este año de nuevo vuelve la ilusion por hacer un buen papel.que alguien me diga que aficion de un equipo modesto de primera division(incluso,alguien que no sea de los 2 grandes)cree que su equipo puede ganar la liga.

Es por eso que mi equipo son los Colts,un equipo perdedor como mi racing al que llego un tipo que se llamaba Peyton(tocate los huevos)y de repente los puso en el mapa.como el racing ni con 11 peytons lograra ganar nada,sigo viendo a mis colts y al madrid y al barsa,que les den

05/31/2011 10:41:49 PM

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fannfl

Los que somos segudores impenitentes de equipos pequeños te entendemos perfectamente Mariano, yo empecé a ir al campo de fútbol del Sporting como tú muy niño y sin ver gran parte del mismo también a mediados de los 70 y sigo siendo socio desde entonces alternando tiempos largos en segunda con otros más gloriosos en primera pero con la misma fidelidad siempre. Cuando gana nuestro equipo es algo muy especial porque sufrimos mucho más que los seguidores de Real Madrid o barcelona aconstumbrados a ganr cada domingo.

La única diferencia contigo es que desde hace unos cuantos años los colts me han robado el corazón y , algo impensable para mí, sus éxitos y fracasos me producen tanto o más impacto en mi vida que los de mi Sporting.

Escribe de lo que te de la gana crack que lo haces genial.

05/31/2011 10:48:23 PM

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isaac

simplemente eres tremendo!!!!!!

06/01/2011 01:35:16 AM

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Elyathed (thedragonlodge)

Nos acabas de hacer un pingüino en toda regla!!! La 2a parte ya!!

06/01/2011 01:54:28 AM

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Alberto

Qué grande Mariano, tengo los pelos como escarpias. Lástima que la realidad sea lo que comenta jorgerod, los dos grandes están esquilmando el fútbol español. Dentro de unos cuantos años, en vez de escribir sobre la emoción de los domingos en el estadio con las pipas, el padre y el abuelo, alguien escribirá sobre la emoción de ver cuatro Madrid-Barsa seguidos en la tele. Y hombre, pues como que no es lo mismo.

06/01/2011 10:55:20 AM

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captainspears

Articulónnnnnnnnnnnn!!!!!

Juas que recuerdos, aunque en mi caso del Nuevo Estadio José Zorrilla. Yo creo que no llegué a pisar el antiguo, y si lo hice era demasiado enano como para recordarlo.

Segunda parte ya!!!!!!!!!!!

06/01/2011 01:10:08 PM

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javier

Hacía tiempo que no me emocionaba tanto leyendo un artículo. Por esos mismos años yo sufría con el Osasuna de mis amores (equipo ascensor entre segunda y tercera), y creo que me sabía las mismas alineaciones que tú. ¡Qué épica era aquella segunda división!: Alavés, Valladolid, Racing, Granada, Castellón, Sporting, Oviedo, Elche, Osasuna... madre de Dios, qué recuerdos...

06/01/2011 01:32:11 PM

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CONE

Gran articulo Mariano, no sabiamos que eras del Valladolid, yo hace tiempo que no voy a pucela a ver al Valladolid, yo soy del Badajoz y de un pequeño pueblo a 20 km de Badajoz, pero cuando iba de pequeño a Valladolid mi tio que es de alli me llevaba al Jose Zorrilla a ver el Valladolid y con el tiempo le cogí cariño, espero que el Valladolid consiga llegar a los playoffs, en cuanto al football en la mayoria de mis comentarios dejo ver de que equipo soy, soy de los St.Louis Rams desde pequeñito los empece a seguir en la temporada 97-98 con 6 añitos y desde entonces sigo a mis carneros con la ilusion de verles ganar otra SB y espero con ganas que sea pronto.

Saludos a todos. GO RAMS!!!!!!!!

06/01/2011 04:42:24 PM

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uno

¿Pero esto no era un blog de ciclismo?

06/01/2011 06:23:42 PM

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Elena

No sé si será síntoma de que vamos cumpliendo años, pero artículos de este tipo me ponen un nudo en la garganta. Me has hecho volver a Atotxa, a ver a Arconada, Satrústegui y toda la alineación que nos sabíamos de memoria. Yo también iba muchas veces con mi abuelo, y me contaba cosas de cuando se fue a Argentina como emigrante... Qué recuerdos...

Y por cierto, no solo no nos aburrimos, ¡queremos más! Por fa, por fa...

06/01/2011 08:26:51 PM

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Carmen

Que grande eres Mariano! Mejor no se puede explicar que el equipo de tus amores se te mete en el alma y no hay poder humano que lo saque de ahí...ni el tiempo, porque como dices uno puede abandonarlo, pero a la primera se regresa como si nada.

Y si, los rencores te marcan y si hay algo que te alegre casi tanto como el triunfo de tu equipo es la humillación del rival odiado.

Mariano, me podrías decir que son pipas? Seguro no te refieres a las de fumar.

Y por favor no pares de escribir en tu blog.

06/02/2011 07:51:22 PM

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Al

Gran artículo, y gracias por traerme a la memoria a mi paisano Chus Landáburu, uno de esos jugadores 99% talento, 1% petardazo. Jo, como Caminero, y con el mismo trayecto!

06/02/2011 10:34:06 PM