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Nadal camina firme hacia París

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Tomás de Cos

El Conde de Godó dejó una nueva edición del mejor partido que se puede ver en la actualidad sobre tierra batida. Ya se siente el aroma inconfundible de Roland Garros, el grand slam con más acento español. Y como en la del pasado domingo en Montecarlo, Nadal superó al bueno de Ferrer en dos sets: 6-2, 6-4. A la tercera no fue la vencida para el alicantino, que ya suma tres finales perdidas frente al balear en el Real Club de Tenis Barcelona. Este lunes volveremos a celebrar que tenemos a tres raquetas entre las diez mejores con el paso al frente de Almagro.

Ante el Ferrer voluntarioso y errático del primer set, Nadal pasó el rodillo alzado en su derecha demoledora. Limpiando líneas y fatigando las piernas de su amigo, que nuevamente concedió demasiadas opciones al servicio y perdió el rastro del estrecho y sinuoso sendero que lleva a la conquista del territorio Nadal. Como las grandes montañas hacen con el más experimentado y avezado alpinista, Rafa desnuda y castiga las decisiones mal calculadas del rival de inmediato y deja secuelas en cuerpo y alma.

Más ordenado y con la táctica más clara reapareció ‘Ferru’ en el segundo asalto. Remontó un 2-0 en contra, martilleando el golpe más débil de Nadal (el revés), ya con todo perdido, construyendo a partir de pelotas altas, profundas y liftadas sobre el revés del número uno. Por momentos echó a Rafa de la línea de fondo, con la agresividad y el coraje que lleva impreso en su ADN.

Llegó a ponerse 2-4 arriba y servicio. Pero falló con la espada, regaló el séptimo juego y no aprovechó su oportunidad al resto en el octavo. Y el gran ‘miura’ del deporte español se rehizo y acabó corneándolo con un parcial de cuatro juegos hasta el definitivo 6-4. Pocas cosas satisfacen (y refuerzan) más a la mente de Nadal que asestar el golpe de gracia después de haber salvado el tipo in extremis.

Nadal, que ha sumado su título 45 y ha completado la segunda etapa de su maratón sin despeinarse (solo Murray le ha arrebatado un set por el momento), es la gran reserva natural de los valores y las esencias del tenis español. El producto más puro jamás salido de la fábrica y madurado al sol del Mediterráneo. Único en el conjunto de virtudes comúnmente conocido como talento. Baremo demoledor para sus antecesores y espejo exigente para las nuevas generaciones. Ministra Pajín, a Nadal hay que clonarlo.