Sobre Kolb y Vick hablé en la segunda parte del serial y en otros muchos artículos a lo largo de esta temporada. Os remito a esos textos.
Así que entremos fuerte, y a saco, con Eli Manning. El hermanísimo, alumno aventajado e histórico destructor de los Patriots pluscuamperfectos. Solo por aquel drive increíble, Eli ya ha entrado en la historia. Pasó de estar placado a ser el héroe, en unos instantes.
A partir de aquí voy a aventurarme a un análisis morfológico sobre los rostros de las estrellas. Quizá no nos demos cuenta, pero hay tipos con cara de ganadores y otros con semblante indudablemente perdedor. Eli es de los segundos. Sí, estoy de acuerdo, tiene cara de lelo. Como Kolb parece siempre recién levantado de la cama tras una noche de farra, y Orton sugiere una enfermedad crónica del hígado. Otros, como Peyton, el hermano mayor, parecen matemáticos ilustres, con un cerebro privilegiado en un cráneo superlativo. Brady parece desfilar en un pase de modelos incluso cuando corre hacia el baño con un apretón y me imagino a Aaron Rodgers acompañando a Jeremiah Johnson en sus correrías por las Rocosas.
Pero el rostro de Eli no debe engañaros. No, no es lelo. Tampoco digo que sea ingeniero aeroespacial, pero merece un respeto. Un MVP en la Super Bowl no se suele regalar, aunque en una ocasión lo ganara Desmond Howard.
Eli intenta ser un jugador decisivo, desequilibrante, y se obliga a intentar pases que nunca debería ni plantearse, en un intento eterno de ser su hermano. Y también creo que si se llamara de otra manera, también jugaría de modo distinto. Pese a su cara de lelo, creo que es un jugador inteligente, que se vuelve letal cuando deja de intentar ser decisivo. Que se torna preciso cuando no quiere ser desequilibrante. Que se transforma en estrella cuando actúa como un jugador de equipo.
No creo que Eli Manning esté en el top ten de la NFL, pero tampoco le pondría muy lejos. Eli no es bueno ni malo, simplemente es el hermano pequeño de Peyton, en todos los sentidos… y con una sospechosa cara de lelo.
Y desde entonces, nadie le perdona a Romo que se llevara al huerto a la susodicha. La envidia es rencorosa. Cuando dicen que no sabe jugar en playoff, en realidad están imaginando el impresionante trasero de la famosa, en las expertas manos del QB. Y se indignan. Cuando afirman que no tiene visión de juego, le ven dentro de un jacuzzi con la actriz, bebiendo champán y saboreando bombones, labio contra labio. Y se recomen. Cuando no le ven como ganador…
De verdad, aún no hemos visto todo el potencial de Romo, pero hay muy pocos jugadores en la NFL por los que merezca más pagar una entrada.
Y qué narices, si al final no consigue un anillo, al menos podrá decir que se benefició a la Simpson… y que le quiten lo bailao.
Así que mi adoración por Shanahan se desinfla a la misma velocidad que crece mi respeto por McNabb. Un tipo que lleva años sin engañar a nadie, que sabe manejar las situaciones con la habilidad de un político y, que si le dejan, asegura un récord positivo al equipo que sea. Algunos no estaréis de acuerdo, pero McNabb no tiene ninguna culpa de lo que ha sucedido en Washington este año… que en el fondo es lo mismo que sucede cada temporada.
Me puedo equivocar. Shanahan puede seguir siendo un genio que resucite a Grossman, a los Redskins y al sursum corda, pero yo creo que, salvo que de su brazo a torcer, reajuste su estilo y se encomiende a la experiencia de McNabb, el viejo entrenador, su hijo y el QB favorito terminarán en una situación asquerosa que se suele definir como ‘en la mierda’.