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Toros bravos afeitados y toreros muertos


Interesante el debate que ha surgido en los comentarios del post anterior, a cuenta de los cambios de reglamento que va a aprobar la NFL en los próximos días. En este blog a veces nos ponemos a filosofar sobre la esencia del football y hoy es un día tan bueno como cualquiera para hacerlo. Antes de seguir os aviso de que este artículo es el más largo que he escrito para este blog, así que ánimo y paciencia.

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Para empezar vuelvo a decir lo de siempre. En Zona Roja os transmito mis opiniones. No tengo por qué tener razón. Simplemente las intento argumentar hasta donde soy capaz. Puedo estar equivocado, y de hecho lo estoy muchísimas veces, pero mi intención es siempre dar los mayores datos posibles para que todos tengáis elementos de juicio suficientes para formar vuestra propia opinión.

Yo no quiero que el toro coja al torero. Dios me libre. Y tampoco creo que ningún aficionado a la fiesta, ni bueno ni malo, quiera ver una cogida. En realidad la lidia engloba una serie de ‘ritos’ absolutamente reglamentados, y supervisados por una autoridad competente, denominados ‘suertes’, que se suceden en la plaza desde que el toro sale por la puerta de toriles hasta que es arrastrado fuera de la arena. Los auténticos aficionados al toreo valoran la rigurosidad y el ‘arte’ con el que el torero y su cuadrilla realizan cada suerte y, al final, premian al maestro según su éxito lidiando al toro. Si alguien va a ver sangre o cogidas, se equivoca y no entiende en absoluto de qué va la historia.

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Me voy por los cerros de Úbeda porque el ejemplo taurino me sirve para explicar, al menos en parte, lo que creo que está sucediendo en la NFL. Y también porque, como sabréis los que me leéis desde hace años, durante mucho tiempo fui un gran aficionado a la fiesta, y acudía regularmente a presenciar festejos en todo tipo de plazas… hasta que un día decidí que hasta ahí había llegado, y que estaba harto de que me engañaran.


El engaño que me hizo abandonar una afición hacía referencia a la integridad del toro. Me harté de ver salir de toriles toros con los pitones aparentemente manipulados o afeitados, o que parecían mareados, o cansados, o… El asta de toro es hueca hasta que se vuelve maciza en su extremo final, el pitón. Si la punta se manipula, el cuerno pierde consistencia y tiende a abrirse y astillarse tras un golpe fuerte. Nos han querido contar que los pitones completamente abiertos que comenzaron a aparecer en los plazas, incluso de 1ª, se debían a accidentes sucedidos durante el traslado, o en corrales antes de salir a la plaza, pero lo cierto es que la explicación más lógica es que esos cuernos están manipulados, con lo que no resisten los golpes como es debido.

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Imaginad que a un tirador de esgrima le dan un florete dos centímetros más corto antes de comenzar una competición. Quizá no se note a simple vista, pero al comenzar el torneo el deportista notará que algo no funciona, que su rival está más lejos y que el acero no llega a dónde debería. Eso le sucede a un toro afeitado. De pronto, su arma ofensiva no funciona. El animal nota el impacto más tarde de lo que lo había sentido durante toda su vida. Y además, con menos consistencia. El pitón no es tan duro y resistente como debería.

El toro se da cuenta de que no puede atacar porque su arma no funciona, y se pone a la defensiva. No es un problema de nobleza (bueno, también, pero eso hoy no nos interesa), sino de sentirse desarmado. Y entonces busca las tablas, la puerta de toriles, la salida. El astado se pone a la defensiva y deja de embestir. Solo quiere huir.

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Podemos abrir un largo debate sobre los motivos de la crisis taurina, pero el principal motivo es que la antigua lidia se está convirtiendo en el sacrificio chapucero de un pobre animal indefenso y acobardado. Y eso es lo que está alejando de las plazas a los aficionados de siempre, e impidiendo que se aficionen las nuevas generaciones. ¿De verdad creéis que la prohibición de los toros en Cataluña es solo un asunto político? Creo que el origen está en una serie de empresarios taurinos cercanos a la bancarrota, porque el público no quería presenciar más engaños, y que encontraron una manera de recuperar su dinero a través de las indemnizaciones consiguientes a la ley autonómica. Es una opinión y me puedo equivocar. También creo que los políticos se limitaron a sacar rédito ideológico de un asunto que les vino dado, agitando un avispero que podía darles votos, que es lo único que de verdad les interesa.


Creo que la comparación taurina más acertada, para referirse a mi opinión sobre el cambio de reglamento en la NFL, no sería decir que yo quiero que el toro coja al torero. Lo que yo quiero es que los toros no salgan afeitados a la plaza.

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El football americano es un deporte de contacto, y sigo pensando que además es un deporte violento en su misma esencia, a pesar de que en anteriores artículos muchos de vosotros discrepabais sobre ese punto.

Pero también creo que en el mundo hay muchos otros deportes de alto riesgo en los que se han buscado soluciones para aumentar la seguridad. Por ejemplo, en la formula 1 moderna se ha cambiado muchísimas veces la reglamentación para proteger a las estrellas. Pero a nadie se le ha ocurrido reducir la velocidad. Al contrario, los automóviles son cada vez más rápidos, pero, increíblemente, sufren accidentes violentísimos a 300 km/h y todo el vehículo se pulveriza excepto el habitáculo del piloto, que es como una capsula independiente de la que sale el accidentado tan campante.

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Me niego a creer que en el siglo XXI sea imposible desarrollar unas protecciones para los jugadores de la NFL que les preserven de las conmociones, que impidan los daños cervicales, que en un impacto directo dejen de funcionar como un ariete y que aseguren la integridad del jugador no solo en un golpe concreto, sino en una sucesión de ellos a lo largo del tiempo. De verdad, no puedo creer que eso no se pueda hacer. Me parece imposible viendo cómo han evolucionado las protecciones en otros ámbitos tanto del deporte como de la vida. También me pregunto si tanto los propietarios como los jugadores, en las reuniones fallidas previas al lockout, manifestaron una intención seria y concreta de invertir en la investigación y el desarrollo de protecciones más eficaces.


Porque, al final, esto se está convirtiendo en una sucesión de pellizcos de monja. Me temo que este artículo me va a salir un poco largo, pero no me resisto a poner otro ejemplo. En España llevamos varios años a vueltas con una ley antitabaco que, poquito a poquito, es cada vez más restrictiva. ¡Pero vamos a ver! Si el tabaco es objetivamente malo, si no tiene ningún beneficio registrado, ni médico, ni en ningún otro aspecto, si simplemente es un vicio que, en un alto porcentaje, es motivo directo de la muerte de los consumidores, ¿qué coño hacemos que no lo ilegalizamos directamente y nos dejamos de monsergas? ¿Por qué no se zanja el tema desde el primer momento en vez de llegar al mismo sitio después de muchos debates, mucho tiempo y muchas muertes más? La respuesta, una vez más, es el dinero. No creo que a estas alturas los políticos parezcan tener ningún complejo a la hora de aplicar prohibiciones.

Pues en el caso del football, pienso lo mismo. Otro ejemplo. El rugby se ha reinventado en los últimos años. Ha habido un profundo cambio en el reglamento que, directamente, obliga a jugar a la mano. El estilo que siempre ha sido seña de identidad de los combinados neozelandés o francés se ha convertido en el único posible. Con ello se ha buscado convertir el rugby en un deporte más dinámico, con un juego más abierto, más vistoso y más espectacular. A muchos les ha indignado, otros lo han asumido y muchos están encantados. No ha sido algo progresivo, sino una auténtica revolución culminada en tres o cuatro años.

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No entiendo que la NFL no de un golpe de timón similar si ha llegado a la conclusión de que el football americano profesional como lo conocemos es inviable. Entiendo los argumentos. Si hay tantos jugadores que está tarados física o mentalmente 20 años después de retirarse, o que se suicidan con un tiro en el corazón para no dañar un cerebro que debe ser estudiado, lo suyo es replantear el asunto desde cero.

Como he dicho antes, me parece imposible que el problema no pueda solucionarse con una evolución importante en las protecciones, pero si eso no es posible habrá que asumir que el contacto debe reducirse al mínimo.


Reducir el problema a las conmociones es simplista. Me parece absurdo pretender que desaparezcan las conmociones cerebrales con los pellizcos de monja periódicos en los que se han convertido los cambios de reglamento. Un jugador de la NFL debe asumir que a lo largo de su carrera tendrá alguna conmoción. Igual que un practicante de bicicleta de montaña asume que sufrirá caídas. ¡Solo faltaba! Y lo que sería de broma es que nos obligaran a llevar ruedines en las bicicletas para evitar caídas. ¡Que no, oiga! Yo asumo que si me subo a una bicicleta me puedo caer. Y también tengo claro que de vez en cuando me romperé una costilla, o la muñeca, o algún hueso de cualquier sitio. Incluso asumo que alguna caída me puede provocar una conmoción cerebral. Y por eso llevo el mejor casco que puedo. Aunque no cobro ni un duro, se que la práctica intensiva de un deporte de fondo puede provocarme soplos u otros problemas cardiacos dentro de unos años. Todas las actividades de la vida tienen sus riesgos y Adrian Peterson no cobra más de 10 millones de dólares solo porque juegue como los ángeles. También se le está pagando por el riesgo que corre. No digo que el dinero lo justifique, digo que jugar al football tiene una serie de riesgos que los profesionales conocen, o al menos deberían conocer.

El deporte, y me refiero a cualquier actividad deportiva, no es tan sano como nos quieren hacer creer.

Así que creo que no se arregla nada con los cambios reglamentarios que están proponiendo. Los jugadores de línea también terminan con graves problemas cerebrales en muchos casos, y su problema es una sucesión constante y machacona de pequeños impactos contra el jugador rival. La solución que se le ocurrió a Goodell fue prohibir los tres puntos de contacto antes del snap. El tema parece aparcado, pero tranquilos que resucitará y no resolverá nada. Tampoco creo que se arregle mucho prohibiendo a los jugadores en cobertura de kickoff que inicien la carrera desde la yarda 20. Ahora saldrán desde la 30. Si el punto de contacto con los defensas rivales se ha retrasado cinco yardas, dudo que la velocidad de impacto sea mucho menor. Incluso sospecho que el punto de máxima velocidad en la carrera seguirá llegando mucho antes del impacto. Vosotros sois libres de pensar lo que queráis, pero a mi me parecen medidas de maquillaje muy poco efectivas, pero que perjudican gravemente el espectáculo.


Algunos decíais que el cambio de reglamento, en lo que se refiere a los golpes casco contra casco, no había afectado demasiado al espectáculo. No estoy en absoluto de acuerdo. Para empezar, ha sido una reglamentación muy poco efectiva y concreta que ha desconcertado a los árbitros. No creo que haya habido una reducción significativa en el número de conmociones, ni de jugadores lesionados. Tampoco acaba de funcionar la protección extrema hacia los QBs, que este año se han lesionado más que nunca. Lo que si ha llamado la atención es el diferente criterio a la hora de arbitrar partidos de temporada regular y de playoff. No soy el único que lo notó. Articulistas tan prestigiosos como Peter King o John Clayton escribieron sobre el tema. Si una norma es tan estupenda no entiendo el motivo por el que deja de aplicarse en los partidos a vida o muerte. ¿No será que los responsables del invento también piensan que el espectáculo se resiente? ¿Tenemos que asumir que en temporada regular veremos un football light y que el de verdad no llega hasta enero?

Favre consiguió una carrera interminable sin perderse un solo partido y Peyton Manning va por el mismo camino. Ambos han jugador muchísimos encuentros sin problemas y sin las ventajas que suponen las nuevas reglamentaciones.

Tampoco estoy de acuerdo con que las grandes estrellas del pasado fueran más limpias y más técnicas que las actuales. Algunos me habéis puesto a Ray Lewis como ejemplo de exquisitez sin hacer daño, pero su entrada intencionada, casco contra casco, contra Ochocinco hace no muchas temporadas, es de las más violentas, salvajes y sobrecogedoras que he visto en mi vida. El casco del jugador de los Bengals fue arrancado de cuajo y salió disparado muchos metros. Bick Butkus zarandeaba sin compasión a los rivales placados y no se detenía hasta que conseguía tirarlos al suelo y Lawrence Taylor, a pesar de su exquisita técnica, era un auténtico bestia que golpeaba duro y al límite sin compasión. Solo hace falta pasarse por Youtube y ver sus highlights para confirmar que muchas de esas jugadas hubieran acabado en penalización hoy en día. Sebastian Corti escribió una maravillosa Tribuna Libre en este Blog hablando de cómo hizo su agencia en México la campaña de promoción de la NFL en ese país para 2010. Contaba que la NFL quería reducir al máximo las imágenes de violencia, que llegaron a un acuerdo para que el protagonista del vídeo defensivo fuera Polamalu, que siempre ha sido considerado un defensa limpio. Creo que en el artículo no lo contaba, pero en alguno de sus correos me decía que, aún con Polamalu, la selección de imágenes no fue sencilla.


Es una apreciación, y puede no ser cierta, pero sospecho que, últimamente, en los vídeos históricos de NFL Films están desapareciendo las imágenes de golpes fuertes. La NFL quiere esconderlos al público. En los vídeos actuales de las grandes estrellas del pasado la tijera ha mutilado la realidad más de lo deseado. Insisto, es una apreciación. Están intentando cambiar la historia para hacernos creer que la violencia en el football es un mal de nuestro tiempo y que hay que erradicarlo para recuperar la esencia del pasado.

Yo discrepo de lo anterior. Creo que los jugadores de hoy en día son muy superiores tanto técnica, como físicamente a los de hace diez, veinte o treinta años. Los avances en los entrenamientos han sido enormes en los últimos tiempos y dudo mucho que Bick Butkus tuviera mejores fundamentos que un buen linebacker de la actualidad. Los jugadores ahora también son más rápidos, más fuertes y más grandes, pero eso se puede deber a varios motivos.

El primero es la evolución de los sistemas de entrenamiento, pero el segundo es más turbio. El otro día leí un artículo de Raúl Allegre (ESPN), exjugador de los Colts, Giants y Jets, que afirmaba que en su opinión más del 65% de los jugadores profesionales están usando hormonas de crecimiento. Yo no creo que las lesiones actuales en los golpeos casco contra casco se deban tanto a la dureza de los nuevos compuestos con los que se hacen las protecciones (espero que Sine me envíe en cuanto pueda una Tribuna Libre sobre la evolución de las protecciones que lleva un tiempo preparando y cuyos primeros borradores me encantaron). El problema es que el doping está convirtiendo a los jugadores en auténticos monstruos. Ese consumo de sustancias potenciadoras es el gran culpable de muchos de los males, de las lesiones y de las secuelas en jugadores retirados.


Dicho todo lo anterior ¡menudo chorizo!, sigo pensando que los problemas de la NFL no son un grupo de jugadores demasiado violentos, ni algunos entrenadores defensivos con pocos escrúpulos. De eso ha habido siempre y nunca han pasado de ser una mala anécdota. El problema es que la NFL no quiere poner en marcha un auténtico programa de persecución a los jugadores que emplean sustancias ilícitas para incrementar su rendimiento, que persiga a los infractores ya desde su etapa universitaria, y a los entrenadores que favorecen ese tipo de actuaciones. La NFL tampoco está invirtiendo lo suficiente en la evolución de protecciones que protejan más y que no puedan convertirse en armas por su dureza.

La NFL se limita a cambiar el reglamento con pellizcos de monja muy poco eficaces y que, a la larga, solo están consiguiendo desvirtuar el deporte sin lograr el auténtico objetivo de reducir las lesiones.

E insisto, si el football americano no puede seguir por este camino, el camino que lleva al suicidio con un tiro en el corazón en vez de en la cabeza, tendrá que reinventarse. Pero en mi opinión, y no niego que puedo equivocarme, la solución no es impedir los placajes o los choques fuertes y favorecer el juego de pase.

Y sí, creo que con todo esto solo se consigue que la NFL se esté convirtiendo en un deporte de consola.

Hoy he batido un récord. He escrito el rollo más largo de mi vida. Si has sido capaz de llegar hasta aquí, solo puedo darte la gracias por tu paciencia.