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Arrivederci, Ettore

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Abrupto final a la era Messina. Feo, confuso, inesperado por tiempos y formas. Sorprendente hasta para los que habían (habíamos) dejado de pensar en finales felices para un proyecto que no ha sido nunca lo que debería haber sido. Y lo que finalmente ha sido es lo que ha pasado ante nuestros (atónitos) ojos en las últimas semanas / meses. Messina ha fracasado pero el club también ha fracasado y queda en una situación dantesca cuando está a las puertas de su mejor opción en mucho tiempo de regresar a una Final Four, algo que toda una generación de madridistas no ha vivido (la última: 1996). Combustión, caos y tabula rasa. Mucho tiempo y dinero después, el hoy es una incógnita y el mañana una quimera. Y todo en plena competición. Y todo 24 horas después del anuncio de la renovación de Creus en el Barcelona. Cruel, cruel comparación…

. Allá van cuatro Euroligas y toneladas de prestigio ni destrozado ni intacto porque la situación no admite lecturas maquiavélicas. O sí, pero no convienen. Allá va más de una temporada y media de trabajo, allá van

. Allá van 26 jugadores que han desfilado por el rotor de un proyecto que pasó de (suponíamos) ganador en el corto plazo a (nos dijeron) ganador en el medio plazo a (alguien sugirió) ganador en el ¿largo plazo?

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Hoy, 4 de marzo, el Real Madrid está a menos de tres semanas de una ocasión ideal para volver, 15 años después (el dato dice mucho) a una Final Four. Y es una realidad de la competición, jamás un menosprecio a un Power Electronics con tanto mérito como plantilla, peligro y cohesión. Un enemigo que ayer parecía peligroso y hoy un tiburón para un equipo en un vórtice de caos, crisis de identidad y con la posibilidad de plantarse con un entrenador o nuevo o bisoño o ambas cosas ante la sonrisa de tahur de Pesic. Mala cosa.

Hoy 4 de marzo y en plena ceremonia de la confusión (a la que tampoco ayuda la gestión del club y el lavado de manos generalizado en medio de la tormenta de rumores) lo único que sabemos es esto: un partido intrascendente ante Montepaschi Siena terminó en ridículo. Un partido supuestamente anecdótico se convirtió finalmente en la tumba de un Messina que cambió la rueda de prensa por una disculpa a los aficonados “que pagan entradas y madrugan al día siguiente”. Hoy sabemos que en ese momento la cada vez más lánguida sombra del de Catania ya estaba lejos del Real Madrid. Un comunicado del club pone el partido ante el Joventut en manos del ayudante Molin, media vida con Messina y ni un partido como entrenador principal. El comunicado no aclara si se trata de una interinidad ni enseña rastro de plazos. DKV juega en Madrid con Pepu, uno de los que ha sonado en unas horas desquiciantes en las que han circulado los nombres de Maljkovic, Luyk, Vujosevic, Aíto, Comas… Unas horas en las que ya se apunta a Milán como destino de Messina (2011/12), a la postre primer entrenador en la historia del Real Madrid de baloncesto que presenta la dimisión. A partir de ahí dejamos de saber e intuímos / escuchamos / barruntamos problemas de vestuario, problemas de despacho, problemas de identidad y problemas de filosofía. Problemas graves. Y repito, no por última vez: a menos de tres semanas de que el Real Madrid se juegue volver a una Final Four y 24 horas después de la renovación de Creus en el Barcelona.


 

Culpables, responsables, actores: todos

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Diré que Ettore Messina me pareció un fichaje extraordinario y que, ya con esta mancha en su currículum, me sigue pareciendo uno de los grandes entrenadores de Europa. Diré también que hace tiempo que perdí la fe en su proyecto en merengue y este blog (y algunas crónicas) han dado fe desde mediados de la temporada pasada. Creo, dicho todo esto, que el fracaso de Messina es rotundo, descomunal. Es responsable pero no es el único responsable. El fracaso es aún mayor en lo institucional, en los despachos y en el laboratorio donde se crea lo que después luce (o no) en la cancha. Los jugadores, una gran incógnita en la resolución de esta ecuación, salen marcados y quedarán retratados si la temporada vuelve a terminar en fracaso en lo deportivo. Y lo digo cuando sólo hay conjeturas que apuntan a conspiraciones palaciegas contra Messina. Todos son actores, responsables y, a la vista de la situación a día de hoy, 4 de marzo, culpables.

Messina se va dejando un rastro de confusión, un vacío que lleva a plantearse para qué ha servido tanto camino y tanto esfuerzo. Las peticiones del italiano no han sido respondidas y ha pasado de trabajar por un proyecto ganador a hacerlo en un rol que actualmente no va con él: desarrollar un equipo joven y de futuro. Messina es hoy un entrenador de resultados inmediatos al que no conviene fichar sin la capacidad o el deseo de darle mimbres de primera categoría. O a menos de su absoluto gusto. A partir de ahí ha vivido aterrorizado por la sombra del Barcelona, se ha justificado de mil maneras distintas, ha tenido reacciones derrotistas y no ha sido capaz de sacar más de lo que tenía, el plus que suponemos dan los entrenadores de tanto prestigio y tanto palmarés, a los que a veces imaginamos más magos que gestores, más alquimistas que técnicos.

A Messina le han faltado y sobrado jugadores pero el hecho es que su primer año se cerró con un fracaso confuso, un plan que no ganó nada y creó muy poco para el siguiente curso, un montón de cambios de dudoso resultado y un juego más veces pobre que vistoso. Rotaciones extrañas, decisiones inescrutables, experimentos fallidos y la sensación de que el equipo daba para ganar muchos partidos pero no daba para ganar los partidos. Los que dan títulos. En el segundo año el Real Madrid no ha dado la sensación de haber avanzado en ese crucial aspecto. Sigue siendo mejor que la mayoría de los equipos pero peor que un puñado: los que al final levantan trofeos. Se vio en la Supercopa y en la Copa. Mejorado en defensa y más lógico en las rotaciones, el equipo ha vuelto a parecer corto, aspirante pero no favorito.

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Es difícil imaginar las razones de Messina para hacer ahora lo que no hizo en verano. Sabíamos que Felipe Reyes no era un ‘4’ de su estilo, que Sergio Rodríguez no dirige al ritmo que le gusta y que no tiene killers de primera categoría. Sabemos que no ha habido dinero para Siskauskas antes o Alan Anderson ahora y que Messina aceptó (¿a regañadientes?) un cambio de filosofía. Basta contrastar sus plantillas en Italia y Rusia con sus plantillas en Madrid. ¿Cuánto ha aceptado convencido y cuánto ha tragado con desgana? No lo sabemos pero sí sabemos que ha infrautilizado jugadores, que ha desquiciado a proyectos de estrella como Velickovic y que no ha pulido los defectos ni explotado a fondo las virtudes de fichajes caros y prometedores como Tomic. En esencia no ha sabido qué hacer con Llull ni cómo gestionar (durante demasiado tiempo) el rol de Garbajosa. Se ha encontrado a Carlos Suárez y sobre todo se le ha aparecido Mirotic, pero el equipo demasiadas veces ha dado la sensación de jugar a destiempo bajo sus órdenes, sin capacidad de resolución, ideas ni fuelle en los momentos definitivos, los momentos de clubes, aunque cada vez sea menos así, como el Real Madrid. Ha optado a seis títulos y deja al equipo en opción de otros dos. Pero no ha ganado ninguno y los ha competido de milagro, siempre arrasado por un Barcelona superior hasta el escándalo. No sabemos si quedaban conejos en la chistera de Messina, si esperaban en el futuro partidos clave con, por fin, ocho o nueve jugadores en capacidad de responder,con las piezas dando de una vez sentido a un puzzle hasta ahora confuso hasta el hastío. Ni lo sabemos ni lo sabremos.

La directiva, por su parte, ha fallado a la hora de conectar con su técnico, de entender a quién había contratado y para qué. Ahora parece que se contrató al mejor en su puesto (se suponía, se dijo) como quien contrata a un florero. Quizá no sea así: lo parece. A pesar de algunos análisis que destilan cierto complejo, el Real Madrid sí ha gastado dinero: mucho y mal. Su presupuesto es menor que el del Barcelona pero no explica la sucesión de calamitosas derrotas y la sensación de perenne inferioridad. Se ha construido con plastilina, se ha gastado mucho en salidas y mal en entradas. Se ha improvisado y se ha escatimado el puñado de billetes que marca diferencias. Se han buscando parches o sucedáneos y ni unos ni otros garantizan títulos. Apenas los ganan. El Real Madrid, y este puede ser un buen momento, necesita una profunda reflexión, necesita identidad y ambición, una apuesta firme. El Barcelona gasta mucho, sí. Pero el Barcelona (el de Creus) gasta bien. Convendría no recurrir tanto a lo primero y estudiar a fondo lo segundo. El Real Madrid de baloncesto tiene que existir y tiene que hacerlo con grandeza y convencimiento en todos los estamentos. Ahora está lejos de eso. Y basta analizar sus plantillas de los últimos años o sus sequías en la Copa y en Europa.

Un equipo en el punto de mira

La plantilla del Real Madrid queda en una situación nociva y difícil de masticar, no digamos digerir. Como el deporte es así en sus manos está el tiempo, los partidos y la posibilidad de una redención que hoy (a mi, de natural pesimista) me parece improbable en lo que queda de curso. Ahora mismo una situación posible en lo que los anglosajones llaman worst case scenario (y nosotros ponerse en lo peor) sería una eliminación ante el Power Electronics. Hasta ayer un drama, ante el nuevo panorama una amenaza de quiebra fatídica entre todos los estamentos del club, e incluyo a una afición dividida en la búsqueda de culpables y soluciones. Está en manos de la plantilla pero conviene recordar que, con Messina o sin él, no sobra calidad para afrontar los partidos decisivos, cruce de caminos entre la gloria y el fracaso. Veremos si de repente jugadores como Velickovic dan un paso adelante, si Llull o Felipe recuperan el tono, si Tomic se endurece de la noche a la mañana y si Tucker se convierte en un tirador fiable en cada ‘hora H’. Puede ser. Pero también puede ser que todo se venga abajo como un castillo de naipes. La situación, tantas incógnitas a 4 de marzo, es como mínimo peligrosa, resbaladiza y preocupante. Pero para algunos, esto es deporte, también esperanzadora.

El hecho es que al Real Madrid le falta profundidad en las grandes citas, la falta poder conectar a un bloque amplio de jugadores en el mismo espacio y tiempo, le sobran héroes puntuales y le falta regularidad y consistencia. Hablo de los títulos y las grandes batallas, no de amasar montones de victorias en fases regulares y liguillas. Le falta defensa y dirección en el puesto de base, puntos y puntería en la distancia, rotación dentro y dureza debajo del aro. Tiene un poco de todo eso pero no lo suficiente de casi nada. Le falta decidir quién es Velickovic y quién es Tomic, para qué sirve Begic, hasta dónde puede llegar Sergio, si Llull es base o escolta o si Felipe sigue siendo Felipe. Le falta una estrella exterior y más pegamento interior. Mirotic es una noticia extraordinaria que, creo, ha ocultado durante partidos (semanas) otros males que apuntan a endémicos.

En una pincelada breve considero que la situación de Felipe es muy preocupante y la de Velickovic un caso perdido. Ambos hasta hoy, con Messina. Ya veremos mañana sin él. En el sitio de los dos (Velickovic no puede ser alero) está Mirotic y en el ‘5’ a Fischer le falta bastante de lo que tiene Tomic y al croata, amenaza de promesa eterna, todo lo que pone en pista el americano. Sergio tiene que mejorar la defensa y el tiro, con Messina o sin él, y Llull (de facultades tremendas) está en una encrucijada extraña que le tiene con la evolución congelada: le falta dirección en estático para ser base y le falta ejecución y defensa para ser escolta. Desde luego, hay juventud y posibilidades. Desde luego que con maduración, dirección y buenos retoques esta plantilla puede llegar lejos. Pero al fondo de la proyección de la juventud está la NBA. Otra encrucijada (si explotas, te vas) que pone en cuarentena el enfoque actual de los grandes equipos y en cuya lectura también parece llevar ventaja, otra vez, Chichi Creus.

El Barcelona también tiene, con su propio y sideral ritmo, parte de culpa. Y tal vez de forma menos indirecta de lo que algunos sugieren. Porque más que un reto empieza a ser una losa, una pesadilla recurrente, un recuerdo de lo que podría ser pero nunca parece ser. Cada título y cada halago para el equipo azulgrana parece sofocar hasta el hastío a todo el entorno del Real Madrid, que choca contra lo que más que un (eterno) rival parece un agujero negro, un complejo demasiado íntimo que vive dentro de la piel del club. En esta temporada hemos tenido tres duelos: la humillación de la Supercopa, un golpe al primer brote de optimismo con una derrota cerrada en cinco minutos en el Palau y finalmente una final de Copa muy significativa, y aquí incluyo a parte de un aparato mediático que ha justificado e interpretado en un grado tal vez excesivo y seguramente impropio del Real Madrid. Por mucho que la realidad, tozuda, apunte en esa dirección y por mucho que se aventuraran brotes verdes, hubo una excesiva (no generalizada, aclaro) celebración de una final de Copa en la que el Real Madrid resistió (compitió) tres cuartos pero en la que el Barcelona mandaba por quince en el momento determinante del último. Puede sonar a acortar distancias o puede sonar a falta de rebeldía ante una circunstancia que produce ya más miedo que motivación. Confuso, ambiguo, complejo: otra vez.

Otra vez y como casi todo en un equipo que, no lo olvidemos, está a tiempo de ser campeón de Europa y de la ACB. O como mínimo de devolver al Real Madrid a una Final Four quince años después. Las notas definitivas están por poner y es la hora de los que ven oportunidades en el caos y aire fresco en los cambios. Mi opinión no es ni optimista ni halagüeña pero los huesos del deporte están hechos de historias sorprendentes, maravillosas, épicas. Las respuestas se irán escribiendo en las próximas semanas pero hoy, a 4 de marzo, es difícil apostar fuerte por un club en estado de confusión, combustión y terremoto. Un club que ayer necesitaba muchas cosas y hoy necesita todas esas y algunas más: tranquilidad, respuestas, coherencia, ambición, unión, visión… Y que cada uno añada las que crea convenientes.