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Mucho Djokovic y poco Murray

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Tomás de Cos

Djokovic ha vuelto a reivindicarse como principal alternativa al poder establecido desde hace años por Nadal y Federer. En la segunda final sin rastro del español y el suizo de las últimas veintitrés, volvió a salir campeón. Como ya hiciera en el mismo escenario en 2008 ante al francés Jo Wilfried Tsonga. Aprendió de sus derrotas frente a Roger y Rafa en Nueva York y no dejó escapar su oportunidad. Con su contundente victoria ante Murray (6-4, 6-2 y 6-3) en el Rod Laver Arena ha entrado en la selecta lista de ganadores de más de un ‘major’.

El tenista de Belgrado dio toda una lección de tenis y madurez frente a Andy Murray. En una final de Grand Slam se sale a ganar, no a ver qué pasa. Se juega con agresividad, determinación y fe en uno mismo. Sin reservas. Buscando hacer realidad el sueño desde el primer golpe hasta el último. Con potencia e intensidad. Con hambre. Con ambición. Todo eso puso ‘Djoker’, que además lució una movilidad deslumbrante. Como ya hiciera ante Rafa Nadal en Flushing Meadows jugó en modo play station.

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Djokovic hizo todo lo que no pudo, no quiso o no supo hacer Murray. Al escocés le faltó actitud y un planteamiento de encuentro más pretencioso. Pecó de conservador y amarrategui. Jugó demasiado a la contra, sin forzar la máquina, confiado en el desgaste del rival. Y para cuando quiso cambiar el paso, y pasar al ataque, las piernas no le respondieron. Acusó el cansancio de la dura semifinal frente a Ferrer. Además, Murray no estuvo a la altura y volvió a naufragar en los momentos decisivos. Como ya le sucediera con Federer en las finales del US Open 2008 y 2010. Un dato es muy revelador: no ha ganado un set en ninguna de las tres finales de Grand Slam disputadas. La sombra de Fred Perry sigue siendo alargada.

Realmente sólo hubo batalla en el primer set, decidido con un oportuno break de Djokovic en el décimo juego. Justo premio al colosal punto conseguido por el serbio tras 38 intensos, potentes y profundos golpes. A lo largo del encuentro Djokovic dispuso de 19 oportunidades de romper el servicio de Murray, de las que aprovechó siete. Tanto fue el cántaro a la fuente… Esa sólo sería la primera de ellas.

El desenlace del primer parcial resultó decisivo para el devenir de la final. El escocés no estaba dispuesto a remar contra corriente y al mediático serbio le proporcionó un subidón anímico. El héroe de la última Copa Davis lo aprovechó para abrir un abismo definitivo. Un parcial de siete juegos consecutivos (hasta el 5-0 en el segundo set) que evidenció la superioridad física y mental del rey de las imitaciones en el Rod Laver Arena. El título ya estaba decidido. Sólo el amor propio de Andy evitó el rosco y maquilló el resultado: 6-2.

El definitivo parcial fue una nueva demostración de poderío de Djokovic, que recordó a su victoria ante Federer. Murray se encontró con un break (1-3) ayudado por un pequeño tirón muscular sufrido por Novak tras un espectacular passing shot de revés paralelo. Pero el serbio reaccionó, al estilo absolutista de Nadal, para poner al escocés en su sitio. No era el día de Murray.

Ahora el tipo extrovertido, amante del espectáculo y políglota (habla serbio, alemán, italiano e inglés y chapurrea el español) ya sueña con su tercer grande. Espíritu ganador y personalidad nunca le faltaron a Djokovic, criado tenísticamente en la Academia de Niki Pilic en Múnich y que se cargó de un plumazo la tradición familiar al cambiar los esquís y el balón de fútbol por la raqueta. Hoy es el gran referente para sus hermanos Djordje y Marco, que siguen sus pasos.

De la mano de Marian Vajda ha vuelto a su mejor versión. Ya dejó atrás sus problemas respiratorios –pasó por el quirófano en 2006- y por ahora ha decidido no operarse de la vista. Dotado con una gran gama de golpes, una prodigiosa movilidad y elasticidad, potencia y capacidad para adaptarse a todo tipo de pistas, tiene el nivel para plantar seria batalla a los dos tenistas que le preceden en el ranking. Pero tendrá que trabajar mucho en mantenerlo a lo largo del año. Esa sigue siendo su asignatura pendiente.

De momento es el tenista más joven en alcanzar las semifinales de los cuatro ‘grandes’ con 20 años y 247 días y ya tiene en su haber diecinueve títulos, entre ellos dos triunfos en el Abierto de Australia. Su próximo objetivo debe ser ganar una gran final a uno de los gigantes del tenis de nuestros días. En eso sigue empatado con Murray, que tiene mucho que aprender de esta derrota.