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Bears-Packers (La previa)


Ahora todos estamos extasiados. Hemos perdido la capacidad de razonar y, cuando miramos el bosque, sólo vemos un gran roble verde y amarillo. Gigante, descomunal. En los últimos tiempos del blog una de las frases que más se ha repetido es que el deporte no tiene memoria. Y hoy, a las puertas de las finales de conferencia, parece que nada de lo que ha sucedido a lo largo de los últimos meses tiene ninguna importancia más allá del brillo deslumbrante de Aaron Rodgers. El problema es que yo sí me imagino a Brian Urlacher, con una camisa a cuadros de leñador y un hacha, derribando el descomunal árbol verde y amarillo.

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No penséis que nadie tiene abierta de par en par la puerta de la Super Bowl. Creo que nos esperan dos partidos muy intensos, casi asfixiantes, entre cuatro de las franquicias más prestigiosas, galardonadas y tradicionales de la NFL. Bears, Packers, Steelers o Jets no son equipos nuevos, sin experiencia. Arrastran una larga historia que pesa sobre los hombros de sus jugadores, pero que también les da alas en los momentos de la verdad. Son franquicias que crecen y crecen hasta convertirse en gigantes cuanto más se acercan al anillo.

Y por eso creo que Rodgers no es suficiente argumento para asegurar la victoria. Y más si tiene enfrente a un jugador como Cutler. Ahora nos olvidamos, pero en este blog hemos tenido debates muy encendidos sobre el auténtico valor del QB de los Bears. Y hay algo que ninguno podemos olvidar: Cutler es un ganador nato y un jugador sobresaliente. También es un tipo cuyo ego le ha arrastrado al fracaso en demasiadas ocasiones, pero Rodgers ha caído en esa misma tentación con alguna asiduidad. No me sorprendería ningún desenlace. Aquí no hay un Mesías. Cualquiera de los dos, o incluso ambos, pueden convertirse e héroes. Cualquiera de los dos, o incluso ambos, pueden terminar como villanos. No tengo tan claro que el factor QB pueda ser el que desequilibre este partido. Cuando dos equipos se conocen tan bien, se odian tanto, es muy difícil ser categórico en casi nada.

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Porque no podemos olvidar que, históricamente, Packers y Bears han protagonizado la mayor rivalidad de toda la NFL. Por encima de los duelos Cowboys-Redskins, Raiders-Chiefs, Bills-Dolphins… siempre han estado las batallas invernales en la tundra o en la ciudad del viento. En los últimos años, los Vikings-Packers han incendiado la NFL gracias al protagonismo de Favre, pero después de tanto tiempo las aguas vuelven a su cauce. El football de verdad, el que duele, el que se juega sobre un suelo blanco helado y en manga corta, vuelve a reinar en la liga más grande. Y ese football lo dominan las defensas.

Por eso creo que el Bears-Packers, que se jugará muchos grados bajo cero, y muy probablemente bajo la nieve, no se decidirá por el vuelo de balones, sino por el empuje de miembros tensados y a punto de estallar. Chicago y Green Bay disputarán un partido doloroso. Ambos equipos sufrirán un calvario, un suplicio de exigencia. Y terminará victorioso el que no sucumba a la tortura. Aunque ya esté teniendo estertores.

No es una idea rebuscada, ni un intento de exaltaros ante lo que nos espera. Ni Rodgers ni Cutler podrán lanzar con facilidad. Ni el clima, ni la presión de sus rivales, se lo permitirán. Y sus receptores no podrán ser tan precisos como la semana pasada. La nieve y el barro que se acumularán en los guantes y la humedad que convierte la pelota en una pastilla de jabón, provocarán muchos errores de bulto, muchos gritos de decepción en la grada. El domingo no esperéis preciosismo, ni siquiera sangre. Será un partido de barro y lágrimas. Un choque antiguo, en blanco y negro. Un regreso al pasado.

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Matt Forte sí que puede ser un factor desequilibrante. James Starks lo dudo. Ambos conjuntos necesitarán desesperadamente mover el balón por tierra y no será fácil. La defensa de los Bears es infranqueable corriendo; la de Green Bay cazará a Cutler una y otra vez, e intentará extender esa presión a todo el backfield rival. Del pase ya os he hablado. Las condiciones climáticas lo dificultarán, pero es que ambas defensas son especialistas a la hora de conseguir intercepciones. Intentar ganar pasando puede ser una quimera… aunque los Patriots ya lo consiguieron hace pocas semanas.

Además, en Chicago vive un ser mitológico. Se planta en medio del campo, mira al cielo y de lo más alto le cae un balón en los brazos como por arte de magia. Entonces arranca a correr, como si le fuera la vida, sorteando a todo aquel que sale a su paso. Los Packers ya han sufrido sus latigazos esta temporada. Retorno de punt de 62 yardas para touchdown. Devin Hester. Los equipos especiales de los Packers no ganarán el partido pero sí pueden perderlo. El duelo de kickers, Gould-Crosby, me parece igualado, aunque el clima no ayudará a ninguno de los dos.

He estado tentado de deciros que el que consiga una diferencia de dos anotaciones habrá hecho casi todo el trabajo, pero en su primer enfrentamiento de la temporada los Packers llegaron a estar diez puntos por delante y terminaron cayendo. Fue un partido lleno de detalles, de circunstancias extraordinarias, de penalizaciones e intercepciones, de rivalidad y odio. Y eso mismo es lo que espero el domingo. El segundo enfrentamiento tampoco fue muy revelador. No se corre igual cuando te persigue un perro que cuando el perro es tuyo. Los Packers luchaban por su vida y los Bears por su honra. Fue un partido de última jornada y Chicago nunca jugó con la urgencia de la vida o muerte. 10-3 en Green Bay, hace solo tres semanas y con el viento Rodgers soplando. De verdad que yo no espero una paliza.


Lo que sí espero es que el Soldier Field vuelva a ser la catedral del football americano. Un templo sin cheerleaders, un lugar de recogimiento y devoción por las defensas, que marcará la diferencia en un partido en el que el marcador siempre estará apretado.

Mi apuesta será que los Bears ganarán por uno, dos o tres puntos de diferencia, y que los Packers volverán a encontrarse con la derrota en un partido apretado, para que la maldición que les persigue en sus últimas finales de conferencia se apunte una muesca más.

Algunos partidos deberían ser vistos de rodillas. En postura penitente. Sufriendo el mismo suplicio, la misma ansiedad, que quienes los protagonizan. Porque el football americano a veces no es bonito. En ocasiones, los que ganan también lloran. Y lo hacen de dolor.