Patriots 21 – Jets 28
No se si alguna vez habéis tenido una pulga escondida entre la ropa. Es una agonía infernal. Intentas ignorarla, pero ella te pica una y otra vez. Notas cómo da saltos pero eres incapaz de localizarla. Cuando una pulga te ha tomado como objetivo, tu vida se convierte en un infierno. Cada actividad es una agonía y no descansas tranquilo hasta que llegas a casa, metes toda la ropa en la lavadora y te duchas a conciencia para conseguir librarte de la pesadilla. En ocasiones ni siquiera eso sirve. Los Patriots terminaron el partido con la sensación de que Rex Ryan se les había metido bajo la coraza y no había parado de darles mordiscos a lo largo de tres horas.
Se puede buscar la justificación de la derrota de los Patriots en pequeños detalles: una absurda intercepción a Brady, un balón sencillo que se le cayó a Cumpler en la end zone, una jugada de engaño en cuarto down que terminó en touchdown para los Jets pocas jugadas después,… pero el partido no se decidió en esos momentos, sino en la magnífica planificación de un Ryan que puede permitirse el lujo de ser lo bocazas que quiera mientras siga preparando los partidos de forma tan genial.
Mientras todos esperábamos que la nube de abejas que forman los receptores de los Patriots volviera loca a la secundaria de los Jets, Ryan decidió darle la vuelta a la tortilla y convertir su secundaria en otra nube de abejas igual de molesta. Brady levantaba la vista en cada drive y no solo veía a muchos de sus hombres dando vueltas en todas direcciones, sino también una plaga de jugadores rivales que hacían exactamente lo mismo. Ryan jugó en muchos momentos con solo dos defensas en la línea. No consigo recordar ningún partido en el que Tom Brady fuera incapaz de encontrar un receptor libre después de tres o cuatro segundos buscando. Contra los Jets le sucedió en bastantes jugadas.
Pero esa no era la única arma que tenía preparada Ryan. Como se esperaba, castigó a la línea ofensiva de Boston y presionó a Brady como nadie lo había hecho este año. El QB sufrió cinco sacks y tuvo que pasar precipitadamente en muchas otras ocasiones. En realidad, Brady solo estuvo a gusto en el pocket durante el primer drive… y eso que terminó con una intercepción.
Una vez que consiguieron maniatar la ofensiva de los Patriots, los Jets se concentraron en no equivocarse en ataque. Tomlinson y Greene consiguieron los números que todo el mundo esperaba y entre los dos sumaron 119 yardas de carrera. Sobre Sanchez lo mejor que se puede decir es que ni se notó que estaba. Cuando tuvo malas posiciones de campo no se metió en ningún lío y cuando se encontró cerca de la end zone rival resolvió con eficacia y sin cometer errores. Lanzó tres pases de touchdown y nunca se vio presionado. No creo que recuerde un partido más tranquilo para él.
Porque otra de las claves del choque fue la incapacidad de la defensa de los Patriots para conseguir grandes jugadas. Nunca estuvieron cerca de provocar una intercepción o un fumble y esta vez sí que notaron su falta de pass rush. En los drives anotadores de los Jets siempre se vieron perjudicados por las magníficas posiciones de campo con que comenzaban sus rivales, y nunca tuvieron la iniciativa, cuando ese ha sido su secreto a lo largo de toda la temporada.
El drama final de los Patriots es que se pasaron toda la segunda mitad echando de menos a Randy Moss. Por su forma de jugar no son un conjunto preparado para acometer remontadas, sino para desarbolar al principio de los partidos o jugar controlando el reloj con marcadores apretados. Durante el último cuarto, los Patriots tuvieron prisa pero no supieron acelerar su juego. Les faltaba un receptor capaz de conseguir una jugada grande. Avanzaban comiéndose el reloj pero lo que querían era pararlo. Cuando se quisieron dar cuenta, se les había terminado el partido. El tiempo, que casi siempre ha sido aliado de Belichick, esta vez se volvió en su contra.
Yo no conozco a Rex Ryan, y no creo que lo haga en mi vida, pero no me gustaría tener nunca una cuestión personal con él. Al final, se la termina cobrando.