El fallecimiento por supuesto suicidio de Alberto León en la tarde de ayer en San Lorenzo del Escorial es una noticia trágica, que ha commocionado al mundo del deporte. Por desgracia, el dopaje y la muerte van muchas veces de la mano. Sólo puedo decir que lo siento extraordinariamente, aunque yo no conocía para nada a Alberto León. El fin de la vida de un hombre joven, casado, con hijos, es un drama que trasciende a la Operación Galgo y a la Operación Puerto, en las que su nombre aparecía con pertinaz insistencia.
Su muerte debe mover a la reflexión. Lo fácil es decir que la culpa la tiene la prensa. Es lo que mucha gente está diciendo y escribiendo en blogs y comentarios a las noticias de las páginas digitales. En estos momentos trágicos sólo quiero decir que los periodistas nos hemos limitado a reflejar información procedente de la Guardia Civil, donde a Alberto León se le señalaba con el dedo acusatorio.
No creo que los medios de comunicación hayan tenido que ver en su suicidio. Pienso que esta trágica noticia tiene raíces más profundas y terribles. Son otros los de que deben reflexionar sobre el infierno que han creado. Y no quiero comentar nada más, porque probablemente escribiría cosas de las que me arrepentiría de inmediato.
No os olvidéis que en el mundo del ciclismo ha habido muchos muertos a causa del dopaje y mucho me temo que el mundo del atletismo tampoco está libre de estas cosas. Aunque no sea este el momento de recordar hechos luctuosos y terribles, dejázme que os recuerde que Marion Jones estuvo al borde del suicidio durante su estancia en la cárcel, según comunicaron en su momento personas muy allegadas a la estadounidense. Y en Norteamérica nadie echó la culpa a la prensa de aquellos hechos. Le echaron la culpa a Marion Jones, que era la tramposa.