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¡Que le cooooorten la cabeza!


Siempre he pensado que el malo más malo de la historia del cine, el auténtico ‘hijo de puta’ por antonomasia está en una película de Walt Disney. Así que olvidaos de Darth Vader, que además termina llorando como una nena, poco antes de que unos peluches indignos de la saga sean los artífices de la destrucción de la segunda estrella de la muerte. Darth Vader es un fraude.

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La maldad más absoluta, la vileza sin fin, la depravación más abyecta, es la de la madrastra de Cenicienta. ¡Pero que asco me da! Los que tenéis hijos pequeños lo habréis comprobado no hace mucho. ¿Cómo es posible que odie tanto a Cenicienta sin ningún motivo? Si se piensa fríamente, adjudicarle la niña al príncipe aseguraría magníficos matrimonios de conveniencia a sus hijas y una buena cuota de poder para ella. Pero no, la maldad corroe su alma. Es capaz de romper el zapato de cristal con tal de que la pobre Cenicienta siga en el fango.

Los niños pequeños son inefables, capaces de ver la misma película de dibujos animados cientos de veces, incluso seguidas. Yo disfruto mirando las caritas de mi hija pequeña cuando ve Cenicienta. Podría pasar horas haciéndolo (tanto ella como yo). Sale la princesa y la llama “¡¡¡GUAPA!!!” con una pasión que nunca he sido yo capaz de alcanzar en ninguno de los piropos que he lanzado en mi vida. Le tira besos y se pone memita. Pero cuando sale la madrastra… ¡Huy la madrastra! Si no la sujeto tira juguetes contra la televisión mientras grita “¡¡¡MALA!!!” una y otra vez. Incluso me pide que quite la tele, indignada. Por suerte, a los pocos instantes vuelve a salir Cenicienta y la tormenta da paso a la felicidad absoluta.

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Entonces añoro mi infancia, para recordar que las entrañables películas de Disney me causaban mucho miedo en ocasiones. Son películas infantiles, sencillas, en las que los personajes están caricaturizados, con lo que la maldad es casi infinita y la bondad empalaga. A mí el castillo lleno de monstruos de la bruja de la Bella Durmiente, el cocodrilo de Peter Pan y las orejas de burro de Pinocho me han originado muchísimas pesadillas traumáticas. Los niños de entonces no estábamos preparados para tantos disgustos.

Pero hay un personaje que siempre me provocó desconcierto. Sería de suponer que la Reina de Corazones debería ser una mujer enigmática, exótica, tierna y apasionada. El amor encarnado. Pues no, en Alicia en el País de las Maravillas es una loca eternamente enfadada con una capacidad nula para juzgar y tomar decisiones sensatas. Resuelve cada problema con el mismo grito histérico: “¡Que le cooooooorten la cabeza!”.

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Últimamente tengo un lapsus mental que me preocupa. La edad no perdona. Cuando pienso en Goodell me imagino a la Reina de Corazones. Todo elegante con su corona, su cetro rematado con un corazón púrpura y un bonito traje arlequinado, blanco, negro y bermellón, de cola larga y sin escote. Toda su corte le rodea intentando complacerle y él, dubitativo, exige que le corten la cabeza a todo lo que se mueve.

Y yo, harto de criticar siempre las decisiones de Goodell, he decidido unirme a su cruzada. ¡Ya está bien! ¡Tiene razón! ¡Hay que cortar por lo sano! ¡¡¡QUE LE COOOORTEN LA CABEZA A TODOS LOS JUGADORES DE LA NFL!!!

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No os riáis. Lo digo completamente en serio. Sería el final de todos los males.

Por ejemplo, los equipos se ahorrarían una millonada en cascos. Que, además, últimamente se descascarillan con demasiada frecuencia durante los partidos. También nos ahorraríamos que los jugadores pudieran pensar, así que de golpe y plumazo se terminaría el problema contractual que nos mantiene en vilo. Todos serían autómatas que acatarían las órdenes sin rechistar, que otra de las ventajas sería que con la amputación de cabeza también volarían las bocas. Así nos ahorraríamos las protestas y, sobre todo, los audibles, tan poco televisivos. Jugar siempre en no huddle, ante la imposibilidad de comunicarse en el campo, le daría ritmo al juego y una emoción sin límites. Tal vez habría que estudiar la manera de reinsertarles las orejas en alguna parte del cuerpo, para que pudieran obedecer órdenes, pero no a todos, no vaya a ser…

Pero el mayor éxito de la amputación estaría en que desaparecerían las conmociones cerebrales. Muerto el perro se acabó la rabia. Y lo mejor, el objetivo último de la idea, el alfa y omega de la Reina de Corazones: ¡¡¡Se terminaría los golpes casco contra casco!!! No habría ni cabeza, ni casco, ni cerebro,… Me imagino a la emperatriz Roger, con su vestido de volantes, relamiéndose de gusto mientras da saltitos de alegría por el jardín.

Así que Goodell, la reina de corazones, el gran defensor de la salud en el deporte, debería añadir un punto a la negociación del nuevo convenio. A partir del próximo draft los jugadores pasarán voluntariamente por una guillotina allí mismo, en el estrado, y se les cercenará tan molesta extremidad a la vista de la afición, que lo celebrará encantada, al más puro estilo sans-culotte. Con repetición de las mejores ‘cortadas’ y algunos segundos de diferido que permitan eliminar la sangre. Ya sabéis, por los niños.


Tal vez os haga gracia ahora, pero dentro de dos semanas comenzarán los playoff. Y vuestro equipo favorito quedará eliminado cuando el árbitro de turno penalice un maravilloso placaje, culminado con un fumble retornado para touchdown, con quince yardas que dejen a vuestro enemigo a distancia de field goal, a diez segundos del final y con el marcador empatado. Entonces os vais a acordar de Goodell, y del copón de la baraja. Y tendréis que aguantar cómo analistas y portavoces, árbitros y voceros, repiten una y otra vez, en cada cadena de televisión y página web, que la decisión estaba bien tomada, ajustada al reglamento. Y contemplaréis decepcionados cómo el mejor defensa de vuestro equipo es, además, castigado con una absurda multa económica. Entonces ya no os hará tanta gracia.

En el fondo de vuestras almas sabréis que esa jugada, esa en concreto, es la que le daba sentido a vuestra afición, al football americano, al mejor deporte del mundo. Que la F no es de Football, sino de Fuerza y Fiereza, que cuando vosotros llegasteis aquí las cosas eran de otra manera. Que el football que de verdad os gustaba era el que nos están quitando.

Si tenéis esa sensación, la misma que tengo yo, no os preocupéis; nos pasa a casi todos. Vosotros y yo vivimos en el mundo real. Son otros los que nos quieren llevar al país de las maravillas que, como sucede en el cuento, es, al fin y al cabo, un mundo de esquizofrenia.

“¡Que le cooooooorten la cabeza!”.