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Hasta la última gota de sangre


¡Y una mierda! ¡Ya está bien! Mirad, lo que hoy me pide el cuerpo es hablar de Favre y del final de su increíble récord. No iba a hacerlo. Me iba a aguantar las ganas. No quería enfadar a ninguno de los que se quejan de que siempre escribo sobre lo mismo, que ya está bien de Favre, que si tengo manía a no se quién, que si se me notan los colores y que si la abuela fuma. Pues ya estoy harto de intentar contentar a todos y de no contentar a ninguno, de escribir sobre lo que no me apetece en vez de sobre lo que me gusta. Y encima, cuanto más intento agradar, más florecen las quejas. Así que a partir de ahora voy a escribir sobre lo que me de la gana, ya sea la NFL, la bicicleta o el sexo de los ángeles. Y me voy a volver a divertir con el blog como antes. Y al que no le guste que se aguante.

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Porque hoy me da la gana decir que Favre es el mejor de todos los tiempos. Y además hoy lo pienso. Sí, con todo mi corazón. Y me cago en todas las estadísticas que digan lo contrario. ¡En todas! Porque esto ya no es un asunto de colores, de odios o amores. Se ha convertido en una historia de grandeza, de amor a un deporte, de malos y buenos momentos y de protagonismo eterno. Porque durante 297 domingos de football americano Brett Favre se ha metido en mi casa y yo ya me había acostumbrado a abrirle la puerta. “Hola, amigo, ¿cómo estas?”.

Favre ha hecho todo lo posible para hacerme feliz desde hace 18 años. Se ha dejado el alma para que yo disfrutara de su juego, de su emoción, de su ansia por convertir el football en un arte. Y ha ganado mucho dinero, pero aún así me parece poco. No conozco a nadie dispuesto a recibir cientos de golpes por hacerme feliz cada semana. Literalmente, Favre se ha partido el pecho por mí.

Así que yo tengo que ser fiel a él, como él lo ha sido a mí. Por mucho que os moleste, que os quejéis, pataleéis y digáis lo que digáis. Él merece que esté a su lado, como él lo ha estado al mío, al nuestro, hasta el último momento.

Yo me muero de pena. Sí, de tristeza. Ahora sí que se acabó. Ningún genio de la música se ha atrevido a hacer tantos bises por su público, a arriesgar con un nuevo solo de guitarra cuando los dedos ya no son tan ágiles, a luchar por ese tono nunca alcanzado aunque la voz ya se está apagando. Favre ha estado dispuesto a humillarse, a terminar con una secuencia de fracasos, a arrastrarse mientras se tragaba el dolor, sólo por darme una noche más de football.

¿Hay una historia de amor más grande que la que han vivido Favre y el football? Yo no me atrevo a poner ningún ‘pero’ a su trayectoria. Porque cada decisión, cada paso, cada jugada y cada pase han nacido de su corazón. No creo que yo sea nunca capaz de buscar la perfección en mi trabajo con el mismo ahínco que lo ha hecho Favre a lo largo de tantos años.

Cuando pienso en Favre solo rememoro buenos momentos, pases mágicos, imágenes de emoción que él sabía provocar como nadie. Nunca nadie en el universo se ha aburrido ni una sola vez con un partido de Favre. Cada jugada tenía un algo especial que la convertía en memorable, en una auténtica obra de arte. Y eso ha sido así desde el primer día y hasta el último. Desde el primer pase hasta la última intercepción. Porque sólo un genio es capaz de terminar su racha interminable como lo ha hecho Favre; con un partido en el que lanzó un único pase, que además fue interceptado. Como diciendo que ya no le quedaba ni una sola gota de sangre. Que lo había dado todo, sin reservas, mientras le había quedado algo. Ahora ya está exprimido. No le queda nada. Vacío por su amor.

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Favre ha terminado la racha más gloriosa que se recuerda. Y sus logros son más grandes que los de nadie, porque van más allá de lo deportivo, de lo humano. El viaje a la luna sin cohete. Tocar el sol con la mano. Volar sin alas. Llegar al cielo.

Tú, si, tú, el que estás leyendo este artículo con fastidio. Con gesto aburrido y cara de haberlo leído antes. Tú que piensas que ya me estoy volviendo a pasar, que no tengo medida, que divinizo a un hombre. Tú, recuerda lo que te voy a decir, y que ya he dicho antes. Algún día, dentro de algún tiempo, o tal vez de muchos años, aunque ahora creas que es imposible, y que nunca sucederá, sonreirás con orgullo y le dirás a alguien: “sí, yo vi jugar a Brett Favre”.

Termino este artículo con una tribuna libre que me envió Joan Saranova hace algunos días. Joan, amigo, yo, como tú, nunca dejaré de ser creyente.

10 razones para seguir creyendo en Brett Favre

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By Joan Saranova

1. Porque es un jugador mágico, uno de esos quarterbacks que uno espera que le resuelva un partido aún en las peores circunstancias o en su peor momento de forma, capaz de lo peor; pero sobretodo de lo mejor. ¿O no? ¿O no hemos vibrado todos con Favre en sus buenos años? ¿Es que hay algo que asegure que va a jugar mal el próximo partido? Entonces, hasta que no me demuestre lo contrario, el partido siguiente siempre será el partido en el que volveremos a ver al Favre de antaño.

2. Porque ya ha pasado por momentos malos, como en su etapa en Atlanta (4 pases, 2 incompletos, 2 intercepción, una devuelta para touchdown) y desde entonces alguna mala racha más ha pasado y ha sabido sobreponerse a todo.

3. Porque es todo un recordman, y si los sentimientos no significan nada, miremos sus números: Más pases de touchdown (442), más yardas ganadas en pase (61.655), más pases completados (5.377) y más temporadas superando las 3.000 passing yards (16). Además de ser galardonado con el NFL MVP en tres ocasiones y haber llegado 2 veces a la Super Bowl (de las cuales ganó una).

4. Porque, seamos sinceros, ha cambiado a mejor la cara de los equipos en los que ha estado.

5. Porque quien de verdad ha fracasado es Childress.

6. Porque una temporada mala la tiene cualquiera por lo que sea, pero ¿tantas buenas? Eso no es casualidad, y quien diga lo contrario es que no ha visto jugar a Brett Favre,...

7. Porque es considerado uno de los 20 mejores jugadores de la nfl, el 20º según la NFL y el 6º según los aficionados. Y por consiguiente, uno de los 10 mejores QB de la historia, 7º según la NFL y 3º según los aficionados.

8. Porque puede perder la fuerza en el brazo, la visión de juego, la buena lectura de jugadas, la confianza de la gente o del equipo… pero estoy seguro de que nunca perderá las ganas de ganar, la competitividad, y el corazón que pone el en cada partido, que lo hace especial gane o pierda; juegue bien o mal; pase o lance...

9. Porque nuestra memoria es tan corta, que nos atrevemos a despreciar a un genio a la mínima flaqueza que presente.

10. Y la última, pero quizás más importante, es que, si dudamos de Favre, ¿en quien podemos confiar? Este deporte, necesita mitos como él, que no pueda dar más de sí, que lleguen a su límite.