En contra de la NFFL
Hoy mismo la NFL ha hecho público que informó a los jugadores, meses antes del comienzo de la competición, sobre los nuevos criterios que aplicaría respecto a los golpes prohibidos. En concreto, hizo llegar a cada jugador un dossier de 11 páginas en el que explicaba cómo sería la nueva aplicación. Resumiendo, las claves de todo el informe son dos: la aplicación más estricta y que los árbitros, ante la duda, penalizarían.
Que la NFL se haya visto obligada a salir a la defensiva haciendo público que la nueva política no es una idea improvisada, sino muy pensada de antemano, lo único que demuestra es que la polémica es mucho más grave, profunda y encendida de lo que se está intentando mostrar. Muchos pensáis que yo tengo manía a Goodell más allá de sus decisiones, pero no es así. Sólo hay que darse un paseo por los foros, blogs y webs estadounidenses más prestigiosos para ver que la ola de indignados con Goodell crece y crece imparable. Incluso en los comentarios a las noticias que publica NFL.com, referidas a asuntos políticos, son cada vez más numerosas las voces que exigen la dimisión del comisionado. Greg Aiello, portavoz de la NFL, no da abasto para frenar todos los frentes abiertos durante sus comparecencias ante la prensa, y cada vez es más habitual que se quede sin palabras ni argumentos para defender algunas de las últimas decisiones.
Así que, en un tema tan connatural a la NFL como son los golpes y placajes, se está produciendo un debate cada vez más encendido. Nadie quiere conmociones cerebrales ni lesiones graves, pero el público no sólo quiere ver ataques. Las jugadas defensivas que levantan al público de sus asientos suelen conllevar golpes violentos, lo que no significa que sean ilegales, como no lo son algunos de los que están penalizando y multando en las últimas semanas.
1.- Los QBs tendrían más tiempo para pasar, ya que se reduciría la peligrosidad del ‘pass rush’.
2.- Se perdería la espectacularidad del juego de líneas ya que los poderosos pasos atrás y hacia delante para ganar la posición no serían tan poderosos sin el tercer punto de apoyo.
3.- Ante la pérdida de efectividad del ‘pass rush’ viviríamos una resurrección del ‘blitz’. Los linebackers y safeties recuperarían la ventaja perdida en los últimos años frente a los jugadores de línea. Llegarían con mucho más empuje, serían más difíciles de parar por la pérdida de potencia en el primer impulso de los líneas y, en consecuencia, llegarían a los QBs con más fuerza y rapidez, con lo que golpearían de forma más dura y peligrosa.
Si a mí se me ha ocurrido lo anterior, ¡imaginaos a Belichick! Como ya dije en un artículo de hace un par de semanas, la NFL es un ser vivo capaz de evolucionar con mucha rapidez.
Pero creo que ha llegado el momento de encontrar el sentido al empeño de Goodell por reducir la violencia sea como sea. Si lo pensáis, al comisionado y, en consecuencia, a los propietarios, no les debería preocupar tanto el asunto. El football es un deporte de contacto y los espectadores queremos ver choques de trenes. El público no sólo espera pases de cuarenta yardas. Como he dicho en algunas ocasiones, el gran éxito de la NFL es que es el deporte moderno más parecido a las luchas de gladiadores en el Circo Máximo de Roma. Ahora nadie quiere ver sangre, ni muertes, pero sí duelos entre gigantes, y violencia, siempre dentro de los márgenes que permite el reglamento. Creo que todos coincidimos en lo dicho anteriormente, entonces ¿por qué ese empeño por reducir el número de golpes?
Pienso que Goodell, incapaz de dialogar y buscar puntos de encuentro con el sindicato, como sí fue capaz de hacer su antecesor Paul Tagliabue, pretende arreglar las cosas en unos términos en los que sí se mueve como pez en el agua: el dinero. Goodell sabe que la ampliación del calendario le abre la puerta a sacar más partidos fuera de EEUU, en los que se gana más dinero, aumentaría los precios de los abonos, derechos de televisión,… Para no extenderme en una larguísima enumeración, resumo: multiplicaría los ingresos anuales de la NFL. Eso también traería consigo más dinero para repartir con los jugadores y más facilidad para llegar a acuerdos. El dinero lo arregla todo.
Un inciso. Es increíble la potencia económica, deportiva y popular de la NFL. Mientras NBA, MLB y NHL buscan la manera de sortear la crisis económica, e incluso estudian la posibilidad de reducir franquicias, o incluso el calendario, la NFL es una gran máquina imparable capaz de crecer y ampliar su negocio incluso durante una crisis tan grave como la que estamos viviendo.
Así que todo cuadra. Ampliar el calendario dos jornadas más será popular para los aficionados, que estaríamos encantados de tener más football, significaría más dinero para todos y podría ayudar a desbloquear las negociaciones entre propietarios y sindicato que, por mucho que nos quieran tranquilizar, siguen con muy mala pinta.
El único problema es que los equipos consiguen mantener una plantilla competitiva durante 16 partidos a muy duras penas, así que nadie sabe qué puede pasar con dos partidos más, que para un equipo que llegue a la Super Bowl pueden significar hasta ¡22 partidos en una temporada! La única manera de poder afrontar un calendario más largo es reduciendo la violencia, los golpes y la agresividad defensiva.
Blanco y en botella.
Y eso sin entrar en los problemas para elegir la plantilla definitiva con menos pretemporada. Esas historias que tanto nos gustan de jugadores que triunfan viniendo de los más bajo se pueden terminar, al mismo tiempo que sus oportunidades para demostrar que sí pueden ser decisivos. Los equipos técnicos deberán apostar por lo seguro y mucho más a ciegas a la hora de completar su plantilla definitiva.
Y no soy el único. Cada vez se escuchan más voces, de gente muy conocedora de todos los intríngulis de la NFL, afirmando que Goodell no es el piloto indicado y que, en los tiempos que vivimos, tal vez sería más coherente conducir más despacio y con otros criterios de gestión que no sean únicamente económicos.
A partir de ahora, cada vez que Goodell haga una propuesta, del tipo que sea, podéis estar seguros de una cosa: no lo hace por el espectáculo, ni por el deporte, ni por la salud de nadie; el fin último es ganar más dinero.
PD.: ¡Qué desastre, cada vez escribo más largo!