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Lo que ha pasado entre Moss y Childress

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Creo que este suceso tiene una explicación mucho más fácil que el de los Redskins. Simplemente, Childress está desesperado viendo que tiene un pie en la calle y ha pensado que para él sería mucho más sencillo librarse de Moss, y dedicar los próximos dos meses a intentar salvar la cabeza, que tener junto a él a una mosca cojonera que con sus declaraciones le deje en entredicho una y otra vez.

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Lo cierto es que Moss tenía toda la razón en sus declaraciones posteriores a la derrota frente a los Patiots. Las decisiones tomadas por Childress en un par de cuartos downs fueron horrorosas. La cuestión es que un jugador puede pensar que su entrenador es un incompetente, pero no debería decirlo públicamente.

Pero ahora no vamos a descubrir a Moss. El receptor siempre ha sido polémico, con declaraciones fuera de tono. En su primera época en Minnesota ya soltaba perlas cada semana, y en su etapa en Oakland tampoco se cortaba un pelo. En Boston parecía un jugador distinto, pero en el reino de Belichick nadie se atreve a decir una palabra más alto que otra sin el permiso de ‘papá Bill’, así que, muy probablemente, Moss llevaba mucho tiempo con muchas ganas de dejar de morderse la lengua para soltar ‘lindezas’. El Moss del domingo es el de verdad, el que se ha mantenido callado durante tres temporadas y media era un impostor.

Y tampoco le han faltado ganas de hablar. Ya amagó con liarla tras la derrota en la Super Bowl frente a los Giants (aunque nadie hizo mucho caso a sus críticas a varias decisiones de Belichick), tras la lesión de Brady (dio por perdida la temporada con Cassel antes de tiempo) o a lo largo de esta temporada (aunque sólo amagaba sin atreverse a pegar).

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Lo cierto es que Moss no es Owens. TO tiene un punto gracioso; es un ‘bocachancla’, ‘un notas’, pero casi siempre te saca una sonrisa con sus comentarios ingeniosos. Moss es un elefante en una cacharrería y las pocas veces que ha querido ser gracioso el tiro le ha salido por la culata (como cuando, nada más llegar a Oakland, hizo una broma sobre fumar porros que le dejó con la sonrisa congelada ante la reacción estupefacta de los periodistas presentes).


El otro problema de Moss ya os lo adelanté en 2009, aunque algunos mostrasteis vuestra disconformidad: Moss está acabado como receptor de larga distancia. TO, por poner un ejemplo, se ha cuidado mucho más y mantiene una exigencia física muy superior a la del nuevo jugador de los Titans. Los síntomas son muy claros: ha perdido mucha velocidad, no consigue despegarse de su cobertura, muchas veces llega tarde al balón y, en otras, necesita empujar al defensa para ganar la posición, con lo que se le acumulan las penalizaciones. Moss ya no es tan decisivo como jugador y su auténtico valor comienza a ser la intimidación. Aún lejos de su mejor momento, es peligrosísimo si no le cubres con especial atención.

Por eso, como ya dije en su momento, creo que la única manera que tiene Moss de seguir en la NFL varios años más es seguir el ejemplo de TO o, sobre todo, el del Jerry Rice que triunfó en sus últimos años con los Raiders: reconvertirse a un receptor de media distancia. El problema es que eso exige un sacrificio, un compromiso y un espíritu de lucha que él no tiene.

Por último, creo que TO sigue jugando al football por amor al deporte, y que ha dado por imposible la consecución de un anillo; pero Moss aún no está resignado. Quiere ganar un anillo y los Titans tal vez no sean el equipo para ello. Fisher sigue echando de menos a un QB tipo McNair y ha tenido que comulgar con ruedas de molino con Young, al que mantiene en contra de su criterio. Como mal menor saca al campo a Collins siempre que puede, o lo mantiene hasta que es insostenible como sucedió la temporada pasada. Por eso creo que Moss también tendrá problemas en Tennessee, aunque ahí deberá andarse con ojo. Como sucede en Boston con Belichick, la patria del bourbon es territorio Fisher y ahí, hasta hace muy poco, arreglaban las discusiones con brea y plumón, así que deberá tentarse la ropa antes de lanzar uno de sus exabruptos.

Esta vez, con Moss no gana nadie.