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Cualquier tiempo pasado fue mejor



Recuerde el alma dormida,               avive el seso y despierte              contemplando          cómo se pasa la vida          cómo se viene la muerte          tan callando;         cuán presto se va el placer,              cómo después de acordado       da dolor;         cómo, a nuestro parecer,              cualquiera tiempo pasado         fue mejor

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Jorge Manrique, allá por el siglo XV, escribió las famosas ‘Coplas a la muerte de su padre’. Los dos últimos versos se han convertido, a lo largo de los siglos, en una de las expresiones más populares de la lengua española. “Cualquier tiempo pasado fue mejor”. Han sido innumerables los debates encendidos, defendiendo o refutando una afirmación que, sacada de contexto, se convierte en un auténtico canto al pesimismo.

También podría ser considerada la frase que mejor define a la famosa crisis de los cuarenta. Esa que todos vivimos cuando tenemos la sensación de que nuestro camino ha sido una lenta escalada hacia la cima de una montaña y, a partir de ese momento, se va a convertir, inevitablemente, en un descenso rápido e imparable. Ya sabéis, todo lo que se sube hay que bajarlo, aunque en el mundo de la bicicleta todos nos preguntamos una y otra vez por qué todas las cuestas son hacia arriba, y el viento siempre viene de cara.

Pero con la que está cayendo, y lo digo sin entrar en debates extradeportivos, muchos firmarían retroceder unos cuantos años. Lo malo es que eso es imposible.

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¿Imposible? ¿Seguro?

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Cuando el pasado domingo Deion Branch consiguió su primera recepción, un escalofrío me recorrió la espalda. De repente, el público se levantó de sus asientos para regalar al jugador una estruendosa ovación emocionada y emocionante. Cualquier tiempo pasado fue mejor y Belichick convirtió lo inverosímil en posible: devolvió a sus Patriots a mejor momento, cediendo a uno de los mejores receptores de la NFL y fichando a un jugador que nadie quería.

Y el dúo Brady-Branch se convirtió en un concierto de pases. 9 completados de 12 intentados, y la mayoría decisivos. La gente pensaba que el mayor perjudicado de todo el movimiento sería Welker, pero Brady le buscó casi tanto como a Branch (11 lanzamientos). Quizá el gran damnificado a corto plazo sea Brandon Tate. Puede convertirse, exclusivamente, en un receptor de larga distancia y Brady, el domingo, pareció buscarle con cierta desgana. Lanzó sus bombas con bastante poca fe, como queriéndole decir a Belichick que prefería moverse entre amigos.

Porque, quizá, lo peor del ataque de los Patriots fue el propio Brady. Parecía traumatizado por el recuerdo de aquel partido, en enero, en el que los Ravens le maltrataron. Cuando no se encuentra cómodo, Brady gesticula más de lo normal, pierde ese gesto helado que tanto miedo da a sus rivales y, sobre todo, comienza a lanzar pases mal dirigidos: muy bajos en corto y muy altos en largo. El subconsciente le engaña y le hace jugar a la defensiva, protegiéndose de la intercepción en vez de ayudando al receptor. Lo curioso es que justo son estos los partidos en los que más le interceptan. Aún así, los rivales de los Patriots deberían asustarse. Incluso con el peor Brady de la temporada, fueron capaces de derrotar a unos Ravens magníficos, con un Flacco muy inspirado y una defensa que siempre estuvo a un gran nivel. Lo cierto es que ambos equipos merecieron la victoria.


Danny Woodhead merece un párrafo aparte. Hace años acusaron y condenaron a Belichick y a los Patriots por espiar ilegalmente a sus rivales divisionales, pero el caso Woodhead demuestra que, más allá de los métodos usados, Belichick se sabe a Jets, Dolphins y Bills, tan al dedillo como a los Patriots. El pequeño corredor pasó dos temporadas en la escuadra de prácticas (los ‘sparring’) de los Jets y el entrenador no dudó en ficharle cuando le cortaron. Creo que puede ser el típico caso de jugador recién llegado, poco conocido por los rivales, que aprovecha ese factor para hacer daño. Posiblemente, según avance la temporada, las defensas se ajustarán mejor para defenderle pero, mientras tanto, los de Boston han encontrado un pequeño torpedo que ha revitalizado su triste juego de carrera y que, además, se convierte en una nueva arma aérea para su QB. Aaron Hernandez es la guinda del pastel y, si Brady juega a su auténtico nivel, cada vez estoy más convencido de que los Patriots pueden llegar a playoff más que encendidos.

Porque la defensa ya no es el coladero de hace un mes. Warren, Wilfork y Wright ya no necesitan demostrar nada, pero Jermaine Cunningham, un defensive end que, sobre todo, esta jugando de falso OLB, se está convirtiendo en una pesadilla para las líneas contrarias. El domingo la línea ofensiva de los Ravens, sin duda entre las más poderosas de la NFL actual, permitió tres sacks a Flacco. Mayo (18 tackles) y Spikes (14), convirtieron las carreras de Rice en un reto muy complicado en cuanto se ajustaron y Ninkovich, otro jugador que había pasado sin pena ni gloria hasta que fue recuperado por la factoría Belichick, cubre campo de lado a lado, es peligroso en el blitz y muy ambicioso en cobertura.

Lo más blandito sigue siendo la secundaria, pero mejora por momentos y os confieso que Pat Chung comienza a dejarme boquiabierto. Flacco completó 27 de 35, un número extraordinario, pero después del descanso, cuando Belichick pudo ajustar su defensa, el QB perdió la iniciativa y jugó muy incómodo, sin encontrar casi nunca su mejor opción de pase.

Este año el equipo ganador de la NFL se va a forjar en diciembre, en las últimas jornadas. Quien consiga llegar en perfecto estado de forma y compenetración al último mes será el auténtico gallito de la competición. En la Conferencia Nacional, los Eagles, si resuelven su controversia entre Vick y Kolb, y optan por la opción más natural y de futuro, comienzan a ser mi gran apuesta como favorito de última hora, pero en la Americana, que está llena de grandes equipos, las miradas empiezan a volverse hacia Boston. El sabio Belichick está a punto de conseguir lo imposible: llevar a su equipo a aquel tiempo pasado en el que fue mejor.