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Motivos para odiar a Favre

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Este artículo no pretende ser una defensa a ultranza de la figura de Brett Favre. Asumo que todos vosotros tenéis una opinión formada sobre el jugador y a estas alturas no la voy a cambiar. Lo único que pretendo es aclarar lo que es para mí un aficionado a la NFL en España, o en cualquier otro país fuera de EEUU. Me gustaría intentar razonar cómo alguien puede sentir odio por un jugador de football americano, como algunos habéis afirmado sobre Favre en vuestros comentarios. Y que conste que se que ese no es el caso de Sabiopelotas, que tal vez se pasó de frenada con su artículo, pero eso nos ha venido bien a todos, porque ha animado bastante el debate en este blog, y a él, que ha descubierto que escribir sobre deporte es más complicado de lo que parece, que enseguida se hieren sensibilidades, la gente se siente atacada, y todas las interpretaciones terminan buscando el sentido más negativo de una frase.

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Yo conozco a muchos aficionados a los que no les gusta Favre. Julio, mi amigo de Málaga, veterano aficionado con pedigrí, o el mismo Manolo Arana, que nunca ha sentido simpatía por el ídolo. Ellos son aficionados con muchos años de football en la mochila, que vieron a Favre empezar, han seguido toda su trayectoria y, por el motivo que sea, nunca han sentido simpatía por él. El caso de Manolo tiene explicación; duerme desde hace muchos años con una camiseta de los Vikings como pijama, o eso dice, y ningún aficionado de Minnesota podía sentir demasiada simpatía por el QB de Green Bay, el gran enemigo. Eso no impide que cuando le llamé hace más de un año para decirle que su equipo lo había fichado, diera palmas con las orejas. Una cosa es que Favre no le caiga simpático, y otra cosa es que supiera que con él los Vikings podían aspirar al anillo, como se vio en 2009. El caso de Julio es más irracional, pero las filias y las fobias son así. Yo tengo compañeros de trabajo que me caen gordísimos y nunca me han hecho nada. Simplemente no congenio con ellos, no me gusta su cara, o su tono de voz, o lo que sea. Eso le pasa a Julio con Favre. Pero nunca le he visto desear que le atropelle un trolebús o que le vaya mal. Simplemente, se alegra cuando ve la programación y no está previsto ningún partido en el que participe el de Mississippi.

Porque odio, lo que es odio, yo sólo puedo sentirlo por quien me hace auténtico daño, que juega con mi familia, con mis bienes, con mi vida. A mí, a la larga, me la repanpinfla quién gane la Super Bowl. En el momento me alegraré o me disgustaré, según me caiga mejor o peor el equipo, pero al día siguiente mi vida transcurrirá de la misma manera pase lo que pase. Porque la NFL es una afición, no lo que le da sentido a mi vida. Puedo entender que si alguien se juega una millonada en una casa de apuestas y Favre le hace perder todo su dinero, el tipo en cuestión le odie y hasta le quiera matar, pero no creo que ese sea el caso de ninguno de nosotros. Así que cuando leo que alguno de vosotros habla de odio por cualquier jugador o equipo, pienso que detrás de un ‘alias’ de blog puede haber una persona muy joven, apasionada, que aún debe madurar, o alguien maduro que debería replantearse su orden de valores, o escribir con más mesura.

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Hay un segundo grupo de aficionados que odian a Favre. Son un porcentaje (no se si grande o pequeño) de aficionados de los Packers. Por otro lado, sigue habiendo muchos aficionados que llegan a Lambeau Field ataviados aún con la camiseta de Favre, lo que me hace pensar que odio y admiración se reparten por igual. Aún pienso que los Packers terminarán por retirar el número 4 del jugador que más éxitos le ha dado a su equipo desde la retirada de Vince Lombardi. Algunos os sentiréis agraviados por lo que acabo de decir, pero es lo que creo.

Porque si alguien dice públicamente que está en contra del divorcio en 2010, la inmensa mayoría le señalaremos como alguien ‘raro’, pero, por otro lado, nos parece inaceptable que un jugador rompa relaciones con su club de toda la vida. Vamos, que un señor y una señora que llevan casados muchos años, tienen hijos en común y han pasado juntos la mayor parte de su vida, tienen derecho a empezar una nueva vida, pero un jugador está atado a un equipo hasta que éste decida que se ha cansado de él. ¡Manda huevos! Así que los que odiáis a Favre por dejar los Packers, me recordáis a esos parientes que, estando a favor del divorcio de boquilla, insultan y amenazan al cónyuge de su familiar, cuando comunica que hasta ahí ha llegado. Incluso intentan destruir su vida futura, porque todo el mundo tiene derecho a divorciarse menos quien está casado/a con mi familiar cercano.

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Y para ahondar más en la historia, Los Packers amagaron con prescindir de Favre a principios de siglo, cuando Favre jugó su peor temporada como profesional. Ahí comenzó a enrarecerse el matrimonio Favre-Packers, y fue por esas fechas cuando el jugador comenzó a amagar con retirarse casi cada postemporada. Pero esos amagos casi nunca eran reales. Los Packers no tenían sustituto, ni Favre ganas de irse a su casa. Eran discusiones de alcoba hechas públicas, magnificadas porque el jugador lleva siendo un mito desde hace muchos más tiempo del que parece.

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Os guste o no, Favre, con todas sus cosas, es uno de los jugadores más importantes de la historia de la NFL. No hablo de si es el que mejor ha jugado, o el más popular, o el que más camisetas ha vendido. Igual que Montana fue la imagen del lanzamiento de la NFL como deporte rey en EEUU, y de su exportación al resto del mundo, la figura de Favre ha crecido con los años para ser, muy probablemente, la de uno de los deportistas más grandes de la historia de EEUU de cualquier deporte. El tiempo, y la perspectiva, le pondrán en su lugar, pero hay que rememorar toda su trayectoria, tanto humana como profesional, para descubrir que está salpicada de más grandes momentos de los que uno puede recordar, y que como jugador ha sido uno de los grandes protagonista de la gran revolución que vivió la NFL en los años 90’.

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Vuelvo a su divorcio con los Packers. Yo sí pienso que Favre era de los Packers, mucho más de lo que cualquier jugador profesional de hoy en día lo es de su propio equipo. Pero también creo que las pequeñas discusiones del principio se fueron convirtiendo el vuelo de platos y en gritos histéricos. Y llegó un momento, en 2007, en que los Packers vieron el cielo abierto. La fuerza de la gravedad comenzaba a hacer estragos en el cuerpo de Favre, pero ya le habían echado el ojo a Aaron Rodgers, que vivía en la misma casa, en las habitaciones del servicio, y había salido en dos partidos ese mismo año para jugar como los ángeles. Los Packers, por las noches, se iban a la habitación de Rodgers para hacer manitas mientras Favre, ignorante de lo que pasaba, se empeñaba en que le dolía la cabeza y que mejor otro día. Así que, cuando el veterano QB volvió a decir, por enésima vez, que a lo mejor no volvía, los Packers le dieron la patada en el culo, declararon amor eterno a su relevo (y creo que hicieron muy bien) y pusieron a su expareja en la puerta con las maletas. Así que nadie tiene que engañarse. No fue Favre el que se marchó de casa. En el fondo fue el final, pactado amigablemente, de una relación que llevaba tiempo viciada.

Pero lo que no puede pretender quien se divorcia de su pareja, es imponerle con quién y con quien no se debe acostar. Y los Packers, en una acción que nunca me pareció digna de un equipo de su solera, prohibieron a Favre que se acostara con el vecino, que llevaba muchos años enamorado de Favre en silencio. Y lo que más indigna a los aficionados que odian a Favre, es que prefiriera acostarse con una modelo de lujo en vez de con un callo malayo. O sea, que querían que Favre terminara arrastrándose en un equipo sin opciones, no fuera que al final el tiro les saliera por la culata. Y os digo que igual que ahora odian a Favre por devolver a los Vikings a la élite en 2009, se mofarán de él hasta el ahogo si fracasa en 2010.

Y que conste que no doy la razón ni a Favre ni a los Packers. Sólo digo que si uno deja a su pareja, debe ser libre para buscarse la nueva compañía que quiera, al igual que la inmensa mayoría creemos que el divorcio es algo legítimo y respetable.


Hay un tercer grupo de gente que odia a Favre. Son recién llegados a la NFL. El problema de llegar a un deporte como éste es que está plagado de frikis que nos empollamos (y me incluyo) hasta la última estadística. Así que seguir el ritmo del pelotón es difícil. Por eso, para ser aceptado por la tribu, surgen las urgencias por elegir un equipo rápidamente y crearse opiniones sólidas sobre una serie de temas que le permitan a uno integrarse. Para analizar las virtudes y los defectos de los equipos especiales de los Seattle Seahawks hay que tener muchas horas de vuelo, pero para opinar sobre Favre no es necesario tanto bagaje. Así que pienso que muchos de los que odian a Favre, y también de los que le adoran, tampoco tienen tantos elementos de juicio como para defender esa opinión, simplemente eso les sirve para cimentar su nueva afición, y a mí me parece muy bien, y creo que es una buena forma de empezar. Ya habrá tiempo de basar las opiniones en conceptos más ricos y de cambiar de equipo, sin que se note mucho, para elegir el que realmente emociona.

El último grupo del que os quiero hablar es el más numeroso. Está formado por seguidores con más o menos años de afición que, simplemente, han terminado cansados de que Favre aparezca siempre en los titulares de los medios; que se hable de él cuando pierde, cuando gana, cuando está cansado, cuando se va de vacaciones, cuando viene, cuando se va… y les apetece mucho más informarse sobre otras cosas que les interesan mucho más..


Para acabar, estamos los que le perdonamos todo y disfrutamos con sus partidos, juegue con quién juegue, porque, en el fondo, su trayectoria como jugador prácticamente coincide con la nuestra como aficionados, porque nos hace sentirnos jóvenes y porque cuando recordamos lo bien que nos lo hemos pasado gracias a él, confirmamos que fue uno de los grandes culpables de nuestra afición. Y, al final, lo único que podemos sentir por Favre es agradecimiento.

Pero lo mejor de todo, es que, pertenezcamos al grupo de aficionados que pertenezcamos, podemos convivir sin problemas, sin insultarnos y sin insultarle.

Ésta es mi respuesta al artículo de Sabiopelotas al que agradezco muchísimo su colaboración y que, por supuesto, tiene la puerta de este blog abierta, como todos los demás, para escribir tribunas libres cuando quiera.