El General Douglas MacArthur dijo, al abandonar las Filipinas y dejarlas a manos de las fuerzas japonesas, una de las frases más famosas de la historia… del cine. Sí, sí, del cine, porque el Gobernador Scharzenegger la convirtió en mítica durante la saga de Terminator de James Cameron. Desde entonces se ha convertido en un sonido habitual en sintonía de móviles, anuncios de televisión o cuñas de radio. La voz profunda del actor austriaco surge de una boca sin gesto para anunciar la llegada del Apocalipsis: “I’ll be back”. Volveré. Ninguna amenaza ha sido más gráfica, más escalofriante, más premonitoria.
Entre nosotros, la verdad es que MacArthur dijo “I shall return”, pero no podemos exigirle que con más de cuarenta años de adelanto atinara con la frase correcta.
Cuando Terminator anunciaba que volvería, yo miraba la pantalla como hipnotizado. Convencido de que en pocos segundos sucedería algo imprevisible. Pero tengo que confesaros que jamás pensé que el gran Terminator de la NFL del siglo XXI podría volver a sembrar el pánico. Cuando Tom Brady se lesionó en los primeros minutos del primer partido de temporada regular de 2008, firmé el acta de defunción de la dinastía de Boston. Nunca sospeché que tuviera alguna opción de regresar.
El motivo no era su lesión; a estas alturas, con los avances médicos actuales, era impensable que no volviera a estar en plenitud de facultades. La razón fundamental era más intima. Un tipo con 30 años que ha ganado tres Super Bowls, siendo el MVP en dos de ellas, y que había acumulado infinidad de premios en siete temporadas como profesional, que es multimillonario, que está casado con la modelo mejor pagada del mundo, también multimillonaria, habitual en las fiestas y mesas de las mayores personalidades del orbe, que podía conseguir, sólo con levantar un teléfono, casi cualquier capricho que se le pueda a uno antojar, en fin, que lleva puesto el mundo por montera sin que haya ninguna posibilidad de que se le caiga, ¿por qué iba a seguir manteniendo la ilusión por dejarse la vida en un deporte en el que el gran protagonista es el dolor?
El año pasado, pocos días antes de comenzar la temporada, estuvo a punto de ahogarse mientras practicaba piragüismo junto a su mujer, Gisele Bündchen. Curiosamente, este año también sufrió un accidente pocas horas antes de comenzar la temporada, en esta ocasión de tráfico, del que salió sin daños milagrosamente. Todo lo que le sucede a Brady es mediático. Su vida privada está en boca de todos, con una popularidad más propia de un actor de Hollywood que de un jugador de football.
Volviendo al año pasado, con la excepción de aquel partido inaugural frente a los Bills, en el que volvió a abrir las puertas del Averno para convertirse en el demonio que había imperado en la NFL durante el primer quinquenio del siglo, Brady fue, domingo a domingo, un jugador mayor, sin ambición, más preocupado de firmar estadísticas de super estrella que de liderar a un equipo campeón. Brady había perdido el alma, no la forma física. Parecía un oficinista preocupado de tener contento a su jefe, salir del trabajo lo antes posible y marcharse a su casa para disfrutar, junto a su familia, de las cosas que de verdad le importan.
Porque una de las cosas que primero se aprenden cuando empiezas a seguir la NFL es que las estadísticas son mentira. Que un equipo que suma 100 yardas ofensivas puede humillar a otro que supere las 400, que un QB con rating perfecto puede haber sido menos decisivo para su equipo que otro con peores números, que el corazón y las ganas de ganar siempre pueden con las matemáticas. En la NFL dos y dos sólo son cuatro en las ligas Fantasy.
El Brady de 2009 se había vuelto matemático. Y por eso le había dado por perdido para la NFL. Su problema no estaba en la rodilla, lo tenía en el alma.
Cuando vi durante el training camp la melena que lucía, pensé que Brady, definitivamente, volvería a ser en 2010 un acaparador de estadísticas, un triste clon sin sentimientos más preocupado por su imagen que por su juego. Cuando se quejó hace pocas semanas de la falta de actitud de sus compañeros en la ofensiva, di por sentado que ya estaba buscando la justificación al probable fracaso de un equipo que parecía diluirse con los años. Pero cuando cogió el balón en la primera jugada del primer drive ofensivo de los Patriots, y se lo lanzó a Welker, no me preguntéis porque, volvió a recorrerme la espalda ese escalofrío que sentía cuando veía jugar a los auténticos Patriots de Belichick y Brady. Durante todo el resto del partido, ver jugar al ataque de Boston fue como ver fluir un río, como respirar. Era volver a sentir que jugar al football americano es sencillo cuando se hace bien, cuando el balón siempre viaja al lugar más lógico, al más letal, al más perfecto.
Tal vez es un poco pronto para decirlo, pero Brady ha vuelto, y no lo ha hecho porque su lesión precisara dos años de recuperación, sino porque su corazón vuelve a ansiar football. Brady levantó la vista al cielo, mientras humillaba a los Bengals y gritó, como un gladiador en el Circo Máximo: “¡I’ll be back!”. Y ese grito se convirtió en el gran protagonista de la primera jornada.
Yo había descartado demasiado pronto a unos Patriots cansados y sin alma, pero creo firmemente en ellos si Brady sigue siendo él mismo, si Fred Taylor, uno de los mejores corredores olvidados de los últimos años, se mantiene sano, si Belichick, ¡cómo pude dudar de él!, sigue demostrando que con cuatro palos y un toldo sabe construir un rascacielos, que con capacidad de motivación y su pizarra mágica puede sacar una defensa competitiva de un grupo vulgar o hacer que Dan Connolly supla a Mankins sin que nadie añore a un fijo en la Pro Bowl. ¡Cómo me gustó McCourty! ¡Qué bien jugó Meriweather! ¡A ver si va a resultar que los Patriots de 2010 tienen secundaria!
Y una mención inevitable para los TE Hernandez y Gronkowski y para el retorno para touchdown de Brandon Tate. Puede ser un partido puntual, pero creo que estos Patriots pueden tener peligro casi en cualquier faceta del juego.
Es un poco pronto para reabrir el debate Brady-Manning. Una discusión interminable en busca del mejor QB de todos los tiempos. Y menos después de que Manning, a pesar de debutar con derrota, firmara unos números estratosféricos frente a los Texans. A pesar de ello, y sin querer entrar en comparaciones, la sensación imponente que provoca el mejor Brady cuando reina en el pocket no me la ha producido nunca ningún otro jugador. Y estos Patriots, al menos frente a los Bengals, volvieron a jugar con el auténtico Brady. Como los de Belichick mantengan el mismo nivel el próximo domingo en Meadowlands, frente a los Jets, van a poner patas arriba todos los power rankings de universo.
Así de trascendente es la vuelta del mejor Brady.
mtovarnfl@yahoo.es