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El sueño de Nadal, más cerca

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Tomás de Cos

El número uno del mundo hizo buenos los pronósticos y no dio opciones a un Fernando Verdasco, al que superó por 7-5, 6-3 y 6-4 y que acabó algo desquiciado con el viento. El gran enemigo del tenis deslució un choque de trenes que se quedó muy lejos del partidazo de Australia, y en el que el mallorquín hizo gala de su saber estar en la pista.

Nunca antes el tenis había visto a un campeón de la entidad de Rafa Nadal con tal capacidad de adaptación dentro de la cancha y una mentalidad tan ganadora. Unas cualidades que, unidas a su descomunal talento, lo hacen prácticamente invencible. El mallorquín se olvida de todo cada vez que tiene un partido por delante.

En los últimos minutos se concentra en solitario, ayudado por la música, y previsualizando los problemas que le planteará el rival, la superficie o las condiciones meteorológicas, junto a las soluciones que deberá aplicar para salir victorioso. Sin miedos (al fracaso, a la presión, al rival…), sin disculpas, sin excusas. Su éxito debe mucho a su gran autoexigencia y su nula autocomplacencia.

En su camino hacia su primera final de Flushing Meadows ya sólo tiene un escollo por delante: Mikhail Youzhny. Un tenista tan brillante y peligroso, como irregular, una característica que ha lastrado en parte su carrera deportiva. Con el ruso, Nadal tiene un balance favorable (7-4) aunque todas las derrotas se han producido sobre cemento, incluida la del US Open 2006.

Pese a ello Nadal sigue siendo favorito. No será fácil (nunca lo es), pero es más consistente, más estable y más determinante. Defiende mejor y cuando lanza los ataques resulta letal con el mazo que tiene por golpe de derecha. Y para colmo tendrá grabado en su mente la derrota de hace cuatro años. Para que el ruso repita su hazaña tendrá que salirle el partido perfecto: sin dar ritmo a Rafa, con grandes tiros ganadores en paralelo y un servicio demoledor. Pero incluso en ese supuesto, iría demasiado exigido. Seguro que reza para que no haya viento…