Leinart: un fracaso inexplicable
Os confieso que tenía previsto escribir un artículo diciendo que ahora, por fin, Matt Leinart podría demostrar, en un nuevo equipo, que aún puede ser muy grande. Eso fue el domingo por la tarde.
Ahora, sólo un día después, creo que Leinart, simplemente, ha tirado la toalla y ha asumido, demasiado precipitadamente, que su papel en la NFL será el de un QB de banquillo. Leinart, si no cambian mucho las cosas, podría tener desde ahora la cabeza más centrada en buscarse una carrera alternativa ¿tal vez la de modelo, en la que ya ha hecho algunos pinitos?
Porque Leinart parecía un hombre nacido para estar siempre bajo las luces de los focos. En USC aún es un mito, posiblemente el mayor ídolo desde hace muchos años. Como sabéis, yo nunca he seguido demasiado el football universitario, sin embargo conocía a Leinart, y le había visto jugar bastantes veces, mucho antes de que fuera elegido por los Cardinals como seguro QB franquicia para la siguiente década con el pick número 10 del draft de 2006. ¿Quién no conocía a Leinart?
Leinart sorprendió en 2005, cuando todo el mundo pensaba que iría al draft, también como top 10, decidiendo seguir un año más hasta agotar el periodo universitario en USC. Casi todo el mundo lo vio como una muestra de su compromiso, de su seriedad, de su ambición por llegar a la NFL lo más formado posible… algunos años después muchos cambiaron de opinión, y pensaron que Leinart, sencillamente, se había dado cuenta de que jamás viviría tan cómodamente como en el sur de California. Allí Leinart era, simplemente, el rey.
Su primera temporada en Arizona fue desconcertante. Eso le suele suceder a muchos de los QBs de renombre en la universidad que son titulares en la NFL desde el primer día. Sus fotos eran preciosas, mostrando una mecánica impecable, su brazo poderoso, capaz de llegar a cualquier parte. Pero Leinart parecía como un actor, jugando más para las cámaras que tanto le adoraban que para su equipo. Leinart llegaba de su propio paraíso, en el que era adorado sin preguntas, y pensó que podría mantener esa actitud en Arizona. Pero la NFL es distinta y casi todo el mundo se lanzó a cuestionarle ¿será Leinart algo más que fachada?
Las lesiones, una relación poco ‘fluida’ con Ken Whisenhunt, de la que se ha hablado largo y tendido en los últimos días, y la resurrección de un genio como Kurt Warner, llevaron a Leinart al olvido, lejos de las cámaras, del centro de atención, de la fama. Pero mirad, yo creo que Leinart, con todas sus cosas, su posible falta de compromiso, su amor por los actos públicos, por las fiestas de famosos y por la vida social, aprendió durante los últimos años que debía empezar de cero, ganándose un vestuario de la NFL como se ganó el de los Trojans y buscando en cada jugada, con ambición, el éxito de un equipo y no el suyo propio. Yo estaba convencido, posiblemente en contra de vuestra opinión, de que Leinart iba a llevar a los playoff a unos Cardinals que han perdido más jugadores decisivos que ningún otro equipo en la NFL. Tantos años con Warner, tantas decepciones, tanta humillación, deben modelar a una persona para bien, ayudarla a sacar todo lo mejor de sí por encima de la soberbia.
Pero tenéis que entender que, por mucha cura de humildad que sufras, no es lo mismo ceder el paso a Kurt Warner que a Derek Anderson. Creo que Leinart ha pasado varias noches sin dormir “¿Pero qué tiene este tío feo para dejarme a mí, sí, ¡a mí!, en la cuneta?”. Recomiéndose por dentro, con ese dolor en la nuez que nace de la rabia y la impotencia, tragando bilis. Leinart estalló, y Whisenhunt se libró de él en busca de un equipo muy distinto de los Cardinals que siempre nos han sido simpáticos. Esa franquicia irregular, genial y horrorosa por igual, capaz de lo mejor y de lo peor con pocos segundos de diferencia. Whisenhunt fue moldeado en Pittsburgh, y quiere convertir el desierto en acero, la genialidad en dureza, la improvisación en fortaleza.
Estaba convencido de que habría bofetadas por Leinart, de que encontraría un equipo en el que triunfar, pero los zurdos tenemos un problema, somos minoría, y nadie se ha atrevido a reconstruir su línea ofensiva, invirtiendo el lado ciego en pocos días, para darle otra oportunidad a un divo venido a menos, a una estrella que se está apagando a una edad a la que la mayoría de los QBs aún no están ni cerca de su cénit. Tal vez debía haber esperado unas semanas, sin prisa. La temporada es muy larga. O, quizá, ha pensado que Matt Schaub es un QB con tendencia a sufrir lesiones, y los Texans un gran equipo. Y la suerte, que le abandonó hace ya tanto tiempo, podría seguir esperándole en el desierto, al este de Arizona, más allá de Nuevo México, en el estado de Texas. Cada vez más lejos del sur de California, el lugar en el que sigue siendo un mito…
Seré un iluso, pero creo que Leinart, si no tira la toalla, aún está a tiempo de recuperar su estrella, de encontrar, en alguna parte, su reino.