El sábado por la noche estuve en Collado-Villalba, porque tocaba la Oreja de Van Gogh en las fiestas de la localidad madrileña y mi amiga Karla, mexicana de Jalisco, enamorada de España, se había enterado gracias a Intenet y me pidió un autógrafo de los componentes del grupo de San Sebastián. Iba a hacer como siempre que me piden una firma, que la hago yo y luego digo que es de otro…pero me acerqué, porque era a medianoche y me daba tiempo. Obviamente no pedí ningún autógrafo, aunque Karla ya tiene, y dedicada, su cuartilla con los nombres de todos los componentes…Como en el 2005, cuando tantos me pedían autógrafos de la Selección, aquella que ganó el Mundial de Túnez e inició la cascada de campeonatos mundiales para nuestro país.
Y todo esto lo cuento porque la cantante de La Oreja soltó e un momento eso de ¿sabeis que somos campeones”. Y la gente grito siiiiiiiiiiiiiii. Y entonces me llegó aquella imagen de Barrufet en el hotel, en la noche del título, con una especie de zambomba animando a los jóvenes a disfrutar, porque David decía que ser campeón del Mundo era una suerte, que tantos y tan buenos jugadores lo habían peleado sin éxito y saber cuándo se volvería a repetir.
En aquel momento yo no entendía muy bien a David, un veterano, ganador de todo con el Barcelona, que inyectaba su alegría al grupo, y a los que estábamos cerca. Con el tiempo le entendí perfectamente, y todo lo que dijo. Una dinastía de grandes jugadores se hubiese merecido aquel premio, pero era exclusivo para 16, aunque todos aquellos campeones lo quisieron extender al balonmano nacional en general.
Cinco años después las imágenes de Iker Casillas recogiendo la Copa del Mundial de fútbol me recuerdan a David. Iker también lo ha ganando todo, pero el madridista se emocionó en extremo a dos minutos del final con el gol de Iniesta. Y luego escuché las declaraciones que hizo, todas dentro de una línea deportiva que es de exalzar en esos momentos de éxito y de tanta presión como tuvo.
Dos capitanes, uno del Barcelona y otro del Real Madrid, que lo han ganando todo con sus clubes, y que levantan títulos mundiales. Los dos tienen a gala ser los diferentes en sus equipos, los últimos, los que si fallan, sus errores cantan y son decisivos. La soledad del portero, los locos por excelencia, los que nunca marcarán el gol de la victoria. Pero los dos tienen rasgos parecidos, y pueden reivindicar que no están locos…Nada de locos, muy cuerdos. Ese prejuicio de que a los porteros les falta alguna neurona habrá que irlo reconsiderando: quizá por esa valentía de enfrentarse en soledad a los matadores rivales, tienen la perspectiva de ser los que mejor ven lo que viene y lo que consiguen.
Cualquier día de estos me acerco a David y le pido un autógrafo. Ahora que se ha retirado me parece que hice mal en no tener en una libreta su firma para la posteridad. Hay tipo que se merecen ese reconocimiento, el de pedirles que te participen su alegría en los momentos de éxito, porque vaya usted a saber cuándo volvemos a vivir un título mundial en el balonmano español.