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Nadal vuelve a ser invencible

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Tomás de Cos

Nadal ha sumado su segundo Wimbledon en su cuarta final en el All England Tennis Club, tras doblegar a Tomas Berdych por 6-3, 7-5 y 6-4 . El balear suma así su octavo grand slam, y su segundo doblete París-Londres, superando a leyendas como McEnroe o Wilander e igualando a otras como Fred Perry, Rosewall, Connors, Lendl y Agassi.

El número uno del mundo sigue sin perder un partido en la Centre Court desde que lo hiciera ante Federer en la ya lejana final del 2007. No falló en su inolvidable 2008, en el que protagonizó con éxito "el partido más bello de todos los tiempos". En la pasada edición, una tendinitis en sus rodillas, que no un rival, le impidió prolongar su gran sueño. Una injusticia reparada hoy gracias a su constancia, su espíritu de superación y su descomunal talento.

Rafa fue hoy más Nadal que nunca. El coleccionista de récords -sólo Borg supera sus registros de precocidad- apareció en la pista con su habitual mirada asesina. Dispuesto a llevar a cabo el plan preestablecido con la precisión de un cirujano. Dominando la escena, el ritmo y los tiempos del partido, como acostumbran a hacer sus amigos de la Selección española de fútbol, a la que el balear dio ánimos anoche por SMS. Como en los partidos anteriores, Nadal volvió a no dar opción alguna su rival.

Berdych no fue hoy el trueno que atormentó a Federer y Djokovic en su camino hacia la final. Y no lo fue por mérito del español, que le quitó casi siempre la iniciativa en el juego. El chico de oro de Manacor aprendió hace mucho tiempo a ganar al checo. Se trata de jugar muy agresivo desde la primera bola, pegado a la línea de fondo y castigándole con el parabrisas. Mandar para no tener que obedecer al dictado de los misiles del checo. Una lección que aprendió en la polémica velada del Masters 1000 de Madrid, allá por octubre de 2006, en la que Rafa acabó increpando al checo después de que éste mandara callar a la ruidosa grada del Madrid Arena.

Nadal decantó el primer set en el séptimo juego del partido. Berdych no encontró sus temibles primeros servicios y Nadal aprovechó la ocasión para quitarle la iniciativa desde el resto. Con tiros potentes y con series cambiadas de bolas cortadas y liftadas. El tenista con cara de niño salvó la primera bola de break, pero se le atragantó la segunda. Nadal no le dio opción al servicio -superó en aces a Berdych en el primer parcial- y lo dejó malherido. Nunca se vio el checo levantando la "golden cup" y en el octavo juego acabó de verlo claro. Un pensamiento que le llevó a entregar el set con su servicio, su mejor arma.

Todo bajo control

La resistencia del espigado Tomas duró lo que Nadal tardó en levantar las tres inquietantes bolas de break que dispuso el residente en Montecarlo en el primer juego del segundo acto. Apenas seis puntos de despiste se permitió Nadal en todo el partido. Pero su cabeza y su tranquilidad (pasmosa) en los momentos más delicados, le sacó del apuro. Ni siquiera le impresionaron los dos siguientes juegos en blanco al servicio que se anotó Berdych. Con un juego en blanco al resto en el duodécimo juego, puso a buen recaudo la segunda manga por 7-5.

Un guión que se repitió en el tercer y definitivo set, en el que un Berdych incrédulo, cabizbajo e impotente, mantuvo su servicio hasta que la presión le agarrotó su musculatura. Rafa restaba para ganar el torneo y el checo sintió como el expreso Nadal acababa por atropellarle. Con un magistral passhing shot cruzado de derecha sobre una dubitativa subida a la red de Berdych, Nadal agrandó un poco más su leyenda con sus escasos 24 años, un mes y un día. El mejor deportista español de todos los tiempos, ha alcanzado ya el estado robótico con el que sueña su compatriota Jorge Lorenzo. Vuelve a ser invencible. Su precisión y fiabilidad con las pulsaciones disparadas, no tienen parangón alguno. Próximo objetivo: la conquista de Flushing Meadows.