Empezaron 30 equipos y, unos 122.000 minutos de baloncesto después, quedan dos. 2460 partidos de Regular Season, 75 de playoffs. Y al final del camino, consumidas las finales de Conferencia, la leyenda: Los Angeles Lakers - Boston Celtics. La gran colisión, la rivalidad quintaesenciada, los enemigos que adoran odiarse. Nada hay por encima de esto y por eso brinda Stern (se auguran récords de audiencia, maná en tiempos de crisis) y brindamos todos. Todo queda por un momento en segundo plano, fuera de foco. Hasta los dimes y diretes sobre el futuro de LeBron, Wade, Bosh… La NBA se congela en el tiempo y recupera todo su carisma, la mitología de la que están hechos sus huesos. Vuelve al duelo que la salvó primero y la hizo infinita después. La NBA es púrpura y oro contra verde. Los Angeles Lakers - Boston Celtics, capítulo 12.
Duelos de ayer, hoy y siempre
El largo camino hacia el ‘repeat’
Ubuntu: el último asalto del ‘big three’
Desde el Este, Boston ha sido una sorpresa tremenda. Su presencia en la final era una opción plausible a principio de temporada pero una quimera en los meses de marzo y abril. Juego cuestionable, merma física evidente de Garnett, cierto absentismo de Pierce, poca producción de banquillo, 2-9 de balance ante Cavs, Magic y Hawks y un puñado de derrotas dolorosas (en casa ante los desahuciados Nets, en casa ante Grizzlies por 20 puntos…). Terminaron el curso con 50-32, 3-7 en los últimos diez partidos, la cuarta marca del Este y las mismas derrotas que Oklahoma City Thunder, el equipo que se coló como octavo en los playoffs del Oeste. Mientras muchas pensábamos en la reconstrucción del equipo y en lo plausible o no de renovar a Ray Allen, ellos comenzaron un trabajo de demolición en el que se han llevado por delante (en ambos casos con el factor cancha en contra) a los dos principales favoritos al anillo, Cleveland y Orlando. Ahora buscan al tercero, Lakers. En su camino han quedado tres integrantes del quinteto ideal de la temporada: Wade, LeBron, Howard. Ahora buscan al cuarto, Kobe Bryant.
Ganar en ataque, ganar desde la defensa: ganar
El análisis de esta maravillosa final de 2010 es completamente poliédrico, multiangular. A simple vista, hay dos cuestiones capitales para Lakers. Una es controlar a Rondo, a día de hoy esencial para los Celtics en los dos lados de la cancha (lidera al equipo en asistencias y robos). Explosivo y penetrador, su estilo puede ser un vía crucis para Fisher y por extensión para unos Lakers que, si miran el vaso medio lleno, están en la final tras eliminar a los equipos de bases como Westbrook (finalmente con Kobe como perro de presa), Deron Williams (minimizando lo que había a su alrededor) y Steve Nash, a base de entorpecer la conexión con Amare y ajustar (sexto partido) los cambios de hombre. Cuando tienen los cinco sentidos en ello, los Lakers son un buen equipo defensivo, con una muralla por dentro (Gasol-Bynum) y dos defensores exteriores del calibre de Kobe Bryant y Ron Artest. Controlar a Rondo parece por lo tanto capital toda vez que parece claro que Artest deberá justificar definitivamente su fichaje haciendo el trabajo sucio sobre Paul Pierce. La segunda cuestión, línea directa con 2008, pasa por igualar la intensidad física y la mentalidad carnívora de Boston Celtics. Eso les abrasó hace dos años y de eso aprendieron. O eso han ido diciendo uno tras otro todos los jugadores importantes de la plantilla. Kobe Bryant, en ruta hacia su quinto anillo, ha llevado la escenificación del reto más allá y ha asegurado con media sonrisa torcida que el objetivo es el anillo y que los Celtics no son nada más que el último obstáculo en el camino hacia él. Palabras a las que habrá que sumar hechos ante un rival que llega pletórico a su escenario favorito.
Porque Boston Celtics es feliz en la situación actual, gobernando las ondas de presión y pasando de presa a cazador. Al fin y al cabo la franquicia está en su cortijo (20 finales, 17 anillos) y con la confianza a prueba de bombas tres desconectar a Cleveland y desquiciar a Orlando. El factor cancha les importa un bledo. Durante la temporada regular estuvieron entre los tres mejores equipos a domicilio y en playoffs han logrado triunfos en todas las series, incluidos aquellos con los que robaron la ventaja de campo y la autoestima de Cavs y Magic. Por el contrario, los Lakers suman un inmaculado 8-0 en las eliminatorias 2010 en el Staples (y 28 victorias en los últimos 31 partidos de playoffs como locales). Así que parece claro que la brújula de la final tendrá una orientación clara tras los dos primeros partidos (el formato es 2-3-2). Si Boston gana uno en Los Angeles tomará el mando absoluto de la final. Si Lakers viaja a Boston 2-0… que se armen de valor en el Garden para escalar esa montaña ante un equipo de Phil Jackson. El Staples tendrá que ser una caldera y no un circo de vanidades, al menos un reflejo de lo que espera a los Lakers como visitantes. Se trata de demostrar que el ‘we want Boston’ era un anhelo real, un grito de guerra y no un slogan gratuito. La respuesta a un sentimiento recíproco que rebota por todas las arterias de la liga desde hace 51 años y que resultó desempolvado y actualizado en versión 2.0 hace apenas 24 meses.
En el aspecto defensivo, el plan de Boston Celtics es meridianamente claro y pasa por minimizar a Kobe Bryant, y ahí es más importante reducir sus porcentajes que obsesionarse con sus cifras finales de anotación. Kobe está jugando, otra vez, estos playoffs con unos niveles casi sobrehumanos de concentración y competitividad. Ha pasado de 30 puntos en 10 de los últimos 11 partidos y en el undécimo no lo hizo pero repartió 13 asistencias. Doc Rivers dio una lección en la destrucción de LeBron James, tapando con ayudas dobles sus penetraciones hacia dentro casi siempre desde la derecha y llevándolo, magullado, a desconectarse del juego condenado a tiros erráticos desde una guarida demasiado lejana. Pero Rivers sabe que aunque James pueda amasar un MPV tras otro en Regular Season, no hay ningún jugador como Kobe Bryant en el momento crucial de la temporada. Es cuestión de mentalidad, experiencia y hambre, pero también de categoría técnica. A un nivel superdotado y cada vez más tocante con Michael Jordan (en algunos apartados superior), Kobe es mucho más difícil de contener que LeBron. El alero de los Cavs es único explotando los recursos en los que es superior al resto. Kobe, simple y llanamente, maneja todos los recursos. En estos playoffs ronda los 30 puntos y pasa de las 6 asistencias y los 5 rebotes por partido, casi en el 50% en tiros de campo y por encima del 40 en triples. Intenso y cerebral, ha sabido implicar a sus compañeros y dosificar las dentelladas de ‘kobe-sistema’. Phoenix lo comprobó en su monumental exhibición del sexto partido, con canastas imposibles en el último cuarto por encima de dos y hasta tres rivales y ante la admiración poco disimulada del propio Alvin Gentry o de Grant Hill, que le ha reconocido públicamente como un jugador indefendible.