Esteroides
Soooooooooois maaaaaaaaaaalos. Muchos sabéis que cuando he escrito sobre el uso de sustancias prohibidas me he salido de lo políticamente correcto y he enfadado a muchos, así que no se si de verdad queréis saber lo que pienso de caso Cushing o, simplemente, calentar un poco el blog… ahora que está algo dormido (tranquilos que ya veo la luz al final del túnel y en breve comenzaré a publicar los análisis de la NFL Este).
Antes de seguir adelante, afirmo rotundamente que estoy en contra de cualquier tipo de doping, que apuesto por la tolerancia cero, y que no hay nada que pueda justificar a los tramposos. Todo lo que escribiré en este artículo son, básicamente, ejemplos, metáforas y fábulas alejadas de la realidad y escritas en estado de enajenación. Una vez dicho esto, creo que es mucho más interesante bajar a la tierra y dejar de soñar con utopías.
Mirad, como sabéis de sobra, porque yo me encargo de recordároslo en la mayoría de los artículos, practico el ciclismo de montaña por afición. Este año, desde enero, llevo cerca de 4.500 kilómetros. Salgo casi todos los días haciendo un entrenamiento planificado.
Nunca he creído que el deporte sea bueno para la salud. Por estas fechas, que empieza el buen tiempo, surgen como setas corredores de ambos sexos que inundan los parques de nuestras ciudades trotando congestionados, rojos como cangrejos. Otro ejemplo es el de los treintañeros próximos a la crisis de los cuarenta que quedan para jugar un partidillo de fútbol sala, baloncesto, o lo que sea, todos los fines de semana. Los partes de guerra tras cada encuentro son escalofriantes: tirones, esguinces, roturas, golpes de calor… Insisto, el deporte no es sano. Y mucho menos el profesional, pero de eso hablaré más adelante.
Los médicos, en la televisión, insisten en la conveniencia de realizar un ejercicio moderado, pero esa actividad, sin un mínimo de supervisión, o no sirve para nada o puede resultar incluso perjudicial.
A mí me gusta participar en media docena de pruebas cada año. No son competitivas, y a veces la inscripción cuesta bastante cara. Muchas ni siquiera tienen trofeos para los primeros, sino un simple listado en una página web en la que puedes ver tu tiempo. Por supuesto, no hay controles. Como veis, en el fondo es una afición pura y dura, pero me hago dos o tres pruebas de esfuerzo cada temporada, multitud de analíticas y siempre entreno con supervisión. Sigo una dieta que convertiría a la mayoría de vosotros en Rex Ryan en pocas semanas, tomo refuerzos vitamínicos, de hierro… pero no me dopo.
¿Y por qué me iba a dopar si sólo monto para divertirme? Me preguntaréis. Sólo hay que pasarse por la salida de una de esas marchas no competitivas, y sin trofeos, en las que participo para entender que no es una aclaración gratuita. Mucha gente toma pastillas de cafeína antes de la salida. No es doping, muchos entrenadores lo recomiendan pero a mí no me gusta porque no suelo tomar café, me pongo como una moto y además me provocan calambres. También es habitual el uso de aspirinas, que tampoco están en la lista de sustancias prohibidas aunque me dan alergia. Hay muchos otros ‘trucos de la abuela’, y otros no tan ‘trucos’. Se ven bastantes inhaladores para asmáticos, que sí darían positivo y necesitan receta médica. Cuando preguntas, descubres que hay muchísima gente que sufre dolencias respiratorias… o al menos eso dicen. También circulan otro tipo de pastillas, de supervisiones médicas y de cambios de forma sospechosos. Las conversaciones entre ciclistas parecen, en muchas ocasiones, conferencias médicas. Hay soluciones para todas las dolencias, deficiencias y limitaciones, con farmacopea al alcance de todos los bolsillos y con cierta facilidad para conseguir lo que uno busca. He entrenado con tipos a los que llevaba con el gancho cada día y que en las marchas organizadas se convertían en inalcanzables. Puede ser una cuestión de espíritu competitivo, pero lo dudo.
No se el porcentaje, pero entre los practicantes aficionados al ciclismo de montaña es relativamente habitual el uso de productos que mejoran el rendimiento, estén en las listas de sustancias prohibidas o no.
Podréis comprender lo que pienso del deporte profesional si observo lo que os he contado entre gente que sólo lo practica para divertirse, sin ningún otro objetivo que el reto personal de superarse.
Y aún podréis comprender mejor lo que pienso cuando las competiciones profesionales estadounidenses exigen que los deportistas no pasen controles antidoping para participar en pruebas internacionales u olímpicas.
Brian Cushing ha dado positivo con una sustancia que, aparentemente, ha podido emplear para ocultar el uso de esteroides. Ya dio positivo cuando estaba en la universidad por una causa parecida.
Tradicionalmente la NFL ha sido intransigente con el consumo de estupefacientes, pero no ha seguido esa misma política con los productos dopantes. Si un jugador consume marihuana será cazado casi de inmediato. Tiene cierto sentido. El espíritu ejemplarizante, y la visión de los deportistas como modelos a seguir, exige que no se consienta ni un desliz en el consumo de drogas. Por otro lado, hasta hace muy poco, casi siempre por estas fechas, se destapaban una serie de nombres de jugadores casi desconocidos, novatos sin futuro o veteranos en su ocaso, que eran castigados por doping. La NFL salvaba la cara y podía vender que perseguía a los tramposos.
El problema es que en los últimos años han circulado, cada vez con más insistencia, estudios sobre el impacto, tras abandonar la práctica deportiva, del consumo de sustancias prohibidas por profesionales de la NFL. El porcentaje de muertes a edades tempranas, enfermedades crónicas e incapacidades es altísimo, casi escandaloso. La sociedad se está concienciando y, simultaneamente, la lista de ‘pillados’ ya no está formada por apestados, sino que comienzan a abundar las estrellas como Cushing.
A mí, particularmente, me parece que los cuellos, los bíceps y las musculaturas que lucen la mayoría de los jugadores de la NFL no se puede conseguir sólo con gimnasio y medicación legal. Pero es sólo una opinión. Por eso me parece un acto cínico ensañarse con un tipo cuando hay detrás una multitud que tropieza con esa misma piedra.
Os parecerá curioso. Que Cushing pueda consumir esteroides no me parece un acto inmoral ni tramposo, pero sí que merece cuatro partidos de sanción. Que Big Ben acose a una joven en un baño me parece un acto inmoral y despreciable, pero que no puede ser sancionado, salvo para consumar un enjuague patético en el que todos han intentado quedar bien.
Y estoy de acuerdo con los 18 valientes (de los 39 originales) que volvieron a elegir a Cushing como novato del año. Verle actuar durante toda la temporada fue un espectáculo y, sin ninguna duda, jugo mejor que ningún otro novato durante toda la temporada. Cushing apuntaba a jugador de Hall of Fame, aunque esa aspiración puede haber muerto tras un presunto encubridor de esteroides. Quitar galardones a posteriori es una horterada. Las medallas adquieren su auténtico valor cuando se lucen en un podio. Después sólo sirven para adornar una estantería.
Si muchos deportistas ocasionales consumen sustancias que potencian sus facultades, qué no harán tipos que se juegan el pan de sus hijos compitiendo contra los mejores atletas posibles. Nunca he creído en la lucha contra el doping, sospecho que la medicina va varios años por delante de los controles y que sólo sirve para que ejecutivos trajeados se justifiquen.
Tampoco creo que el problema del doping, y menos en la NFL, sea una cuestión de trampas. Creo que el grave problema es la salud futura de unos gladiadores modernos que están dispuestos a dejarse la vida por el dinero que les reporta una yarda más.
Este asunto lleva años embadurnado de cinismo y moralina barata.
Eso sí, no se os olvide. Lo que he dicho en este artículo es una metáfora sin fundamento. Siempre he estado en contra del doping, creo en la tolerancia cero y en la limpieza de los deportistas del mundo.