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¿Qué hora es, Señor Lobo?


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De tener un pie en la Final Four a meterse en un lío de los gordos. Todo en un puñado de minutos. El Real Madrid dilapidó una ventaja que debería haber sido suficiente ante un Maccabi que destapó los habituales males de un equipo que, cuando parecía tener el trabajo hecho, se condenó al infierno de medirse al Barcelona con el factor cancha en contra. Seguramente, la peor situación posible hoy por hoy en el baloncesto FIBA y más para un Real Madrid marcado mentalmente por los varapalos en ACB y Copa ante los azulgrana. Una victoria ante Maccabi hubiera dejado a los de Messina a tiro de Final Four, con el Partizán como molesto pero accesible rival. No pudo ser. Por sus pecados, al Real Madrid le toca ahora la madre de todas las épicas para volver, catorce años después, a la elite del baloncesto continental.

La tarde-noche del jueves fue un vórtice fatal de sensaciones para el Real Madrid. En algún momento previo al inicio de su partido pareció que Maroussi podía ser, quién podría imaginarlo, el rival con el que iba a jugarse un puesto en la Final Four de París. Pero ganó Panathinaikos. Después, ya con balón en juego en Vistalegre y el Palau -vidas paralelas- la cosa marchaba plácida hacia un Real Madrid - Partizán. Ventaja de campo que minimizaba el infierno del Pionir y en mente de todos, incluso de los más pesimistas, más de medio billete para la F4 en el bolsillo. Catorce años después. Al descanso el Real Madrid ya dejaba indicios de su a la postre letal sesteo pero gobernaba de forma aseada a Maccabi mientras que el Barcelona comenzaba a poner orden y lógica ante un Partizán que fue guerrero (en el más amplio sentido del término) mientras tuvo fuerzas. 

Entonces llegaron los segundos tiempos y -vidas muy poco paralelas- mientras el Barcelona despegaba en una de sus ya rutinarias exhibiciones de poder ante un Partizán que sería temible si jugara siempre como local y/o con cupo infinito de faltas, el Real Madrid se metía en un laberíntico juego de espejos que le dejó atónito, impávido y abocado a su infierno más íntimo: el Barcelona a cinco partidos y con el Palau como juez principal. Lo que nadie, absolutamente, quiere ahora mismo en Europa. Mucho menos el Real Madrid, desnudado en ACB y aplastado en Copa por el ogro catalán. Inferior en la pista y perseguido por fantasmas blaugranas en sus visitas al diván del psicólogo. Literalmente, del cielo al infierno. De acariciar París a arrojarse a un drama que se sitúa más allá de la épica entre la redención y la heroicidad, tocante con lo milagrero.

Pudo ser mejor pero pudo ser peor y mejor ni pensarlo: con los resultados y la clasificación final en la mano, el sobrenatural triple de Llull ante el Siena valió el pase. Eso o los 43 puntos de récord que Maccabi descerrajó sobre las cabezas del equipo italiano en el último cuarto del Nokia Arena, en vísperas de que los de Pini Gershon le hicieran 30 al Madrid en otro sprint final demoledor (19-.30). 36 puntos en los tres primeros cuartos y 30 en el último. Aritmética y deportivamente tremendo. Trasmutado en su versión de viejo rival lleno de cicatrices, el equipo macabeo envió al Madrid a las fauces de otro enemigo íntimo y eterno. ¿O se envió el propio Real Madrid por sus propios pecados y un extraño caso de suicidio?

Derrota injustificable, no inexplicable

Fue duro; doloroso; tremendamente frustrante. Pero lo peor es que no fue inexplicable. Un maremágnum de imprevistas sensaciones negativas y habituales deficiencias técnicas arrasaron al Real Madrid en una escenografía que lo hizo todo más tremendista: llegó a mandar por 16 puntos en el segundo cuarto tras un 12-0 amparado en los triples de Llull, una defensa de manual y un buen plan de ruta de Messina, bien en el planteamiento inicial pero vacuo, robótico, en el juego de ajustes del tramo decisivo. De salida ordenó cargar el juego sobre Tomic para cargar de faltas a los interiores rivales y puso a Jaric a trabajar de forma obsesiva sobre Alan Anderson…. Válido, suficiente hasta el 45-36 con el que terminó el tercer cuarto, con el Real Madrid ya en plena siesta (que en un día así equivale a dormirse sobre un tanque en marcha) y entregado a una falsa sensación de seguridad. Falsa porque no había equilibrio en ataque ni más desatascador que el tiro exterior forjado en los destellos individuales y no en el trabajo colectivo por una buena selección de tiro (otra a priori regla innegociable de Messina). Mientras hubo gasolina en los músculos, intensidad defensiva (véase punto anterior) y acierto desde 6’25, el equipo blanco navegó pero -significativo- no terminó de despegar. Voló a ras de suelo en un indulto del rival que luego pagó muy caro. Desconectó su propio vendaval antes del descanso (0-6 que dejó a Maccabi vivo al paso por vestuarios) y permitió luego que los de Gershon subsistieran con respiración asistida. Un error siempre. Una calamidad si enfrente hay ADN de equipo ganador y superviviente.

Así que el partido fue para el Real Madrid una revisión de aquel juego infantil: “¿Qué hora es, Señor Lobo” Las nueve. “¿Qué hora es, Señor Lobo?” Las diez. “Qué hora es, Señor Lobo?” La hora de comer… casi sin darse cuenta, el Real Madrid se enredó en una maraña de la que no supo salir. No vio venir o no pudo evitar la reacción rival, no frenó la entrada en el partido, tarde pero a tiempo, de Eidson, no tuvo recursos reales cuando Maccabi explotó definitivamente el trabajo de barro y trinchera con el que percutían constantemente Fisher y Lasme, no encontró gas para compensar la persistencia física de Bluthenthal, Perkins, Anderson... Y así llegaron los cinco puntos seguidos de Eidson que voltearon el marcador por primera vez ya en el filo del último minuto. ¿Qué hora es Señor Lobo? Y así llegó un carrusel final confuso para un Real Madrid que cambió la épica por agotamiento físico y mental, trazas de miedo. La hora de comer...

Físico, físico, físico

¿Cuántos -aficionados, analistas, expertos…- hubieran dicho a priori que este Real Madrid es menos que este Maccabi con la lengua fuera en lo deportivo por culpa de sus problemas financieros? Casi nadie, imagino. Pues han jugado dos veces en el Top 16 y Maccabi ha ganado las dos, incluido un partido crucial con aroma a final -Messina, que no es tonto y tenía la estructura de los cruces muy presente, alentaba esta visión-, en cancha blanca y tras sobrevivir a un inicio horrendo. Fue más competitivo, supo estar siempre concentrado (el Madrid tuvo en la recta final errores de bulto en las dos zonas) y con los nervios bajo control y mantuvo siempre la confianza en su hoja de ruta. Sus armas le dieron la victoria entre otras cosas porque resultan ideales para hacer daño al Real Madrid. Maccabi es, sólo en algunos aspectos y salvando importantes distancias, un aperitivo de la reconocible Némesis que le espera al equipo blanco en el Palau. ¿Por qué Maccabi ganó claramente (30-41) la lucha por el rebote con 12 capturas (oro puro) en ataque? Cuestión de físico. ¿Por qué el Real Madrid apenas encontró vías para anotar en penetración? ¿Por qué se vio abocado a ataques sin fluidez resueltos con tiros exteriores mal seleccionados? ¿Por qué volvió a desintegrarse por la capacidad del rival -y su propia incapacidad- para jugar por encima del aro? Intensidad, resistencia en el esfuerzo. Físico. Físico, físico, físico…

Cualquier análisis del partido arroja un presente oscuro para el sistema ofensivo del Real Madrid en cuanto el rival es lo suficientemente poderoso. Se quedó en 64 puntos sin llegar a 20 en ningún cuarto. Esta vez no hubo pirotecnia épica para esconder la falta de cemento colectivo: no hubo ráfagas geniales de Llull en el momento decisivo, ni explosiones de Kaukenas haciendo la guerra por su cuenta ni los cada vez más espaciados trabajos titánicos de Lavrinovic… a Messina le chirría la plantilla y su sistema de rotaciones es la prueba del Carbono 14. Los jugadores entran y salen de la rueda y Messina aplica castigos e indultos de forma no siempre comprensible y se ve abocado a manejar un número muy reducido de pieza, asunto crucial en el baloncesto actual y visos de letal si lo que hay por delante es una serie a cinco partidos contra este Barcelona de banquillo infinito e intensidad constante y abrasadora.

Si Bullock no jugó en la final de la Copa, ante Maccabi no tuvo minutos Velickovic y no jugaron mucho Lavrinovic o Vidal tras su ligero apunte de rehabilitación ante Xacobeo. Ahora tiene actividad Hansen y protagonismo Tomic, que acapara minutos en el triángulo de las Bermudas que es la posición de pívot para el Real Madrid. Vaivenes que, unidos a la alta media de edad de la plantilla, explican en buena medida los altibajos que han padecido casi todos los jugadores y los problemas de combustión que empiezan a caminar en paralelo al avance de la temporada, siempre extenuante y exigente para un club como el blanco. Velickovic toca ahora notas bajas y melancólicas y Lavrinovic se parece más al jugador que fichó el Real Madrid que al que asombró con su rendimiento durante la primera mitad de la temporada. Prigioni dosifica una gasolina que parece en vías de extinción en el depósito de Garbajosa y resulta agridulce asistir a la complicada relación de Messina con los dos jugadores que eran capitales antes de su llegada (es un dato, las interpretaciones quedan para cada uno). Bullock y Felipe, Felipe y Bullock, responden cada uno en su puesto a un perfil de jugador muy distinto al favorito de Messina para sus escoltas y ala-pívots. Al cordobés le ha lastrado además un carrusel de problemas físicos y sus acciones no cotizan a la alza mientras sobrevuelan rumores sobre su renovación. Nadie le discute la pasión y el esfuerzo (8 rebotes y 5 faltas provocadas ante Maccabi) pero su mecánica de juego delata problemas que se convierten en agujero negro si por necesidades del guión se ve obligado a, por ejemplo, jugar minutos como pívot puro ante el ejército de gigantes del Barcelona (pienso en la final de Copa con el inminente duelo por la Final Four siempre en mente).

Entre el presente y el futuro

Debe hilar fino el Real Madrid para no deconstruir lo bueno realizado hasta ahora y para no entrar en un nivel de dilema casi kafkiano. Es tan lógico que en el club se habla de proyecto en construcción como que desde la grada de Vistalegre se clame por resultados. Se trata del Real Madrid y sus urgencias y se trata de que tanta razón tienen quienes piden margen de trabajo como quienes argumentan que se ha gastado mucho y al gusto del dúo Maceiras-Messina. Por unas u otras razones no alcanzó para las guindas del pastel (Siskauskas, por supuesto Ricky Rubio…) pero la inversión ha sido potente (y la comparación es interna y con respecto a anteriores temporadas). El gasto en bajas y salidas habla por sí mismo. 

Desde un punto de vista constructivo, el Real Madrid ha vuelto a las finales (Supercopa, Copa), aguarda en lo doméstico el veredicto de los playoffs ACB y está entre los ocho mejores del continente sin nada, aunque a algunos les cueste creerlo, perdido todavía. Desde un punto de vista constructivo, hay una base de equipo que sólo necesita retoques de calidad (estrellas, estrellas, estrellas…) para dar el salto adelante definitivo. La gestión saludable correcta será afinar para separa lo constructivo de lo voluntarista. Porque habrá que tener temple con el bisturí porque ni todo vale ni todo podrá seguir si hay que hacer sitio a lo nuevo.

El Real Madrid tiene un problema de edad que pone en solfa mucho de lo anteriormente apuntado: Prigioni (32 años), Hansen (31), Lavrinovic (30), Jaric (31), Felipe (30), Kaukenas (32), Garbajosa (32), Bullock (33)… ¿Se trata entonces de una plantilla hecha pensando en el medio plazo y con capacidad para mantener un rendimiento ascendente e integrar nuevos engranajes o es un equipo construido a base de nombres (teóricamente) contrastados para ser rentable y competitivo en el cortísimo plazo? Intuyo un asunto crucial (hay el Madrid puede saltar al hiperespacio o volver a las catacumbas) en la localización de las piezas con recorrido y las que deberán ser sustituidas. Los que no valgan o convengan por un lado, los que puedan ser útiles incluso con nuevos y más desahogados roles en la rotación, por otro. Con eso y físico y calidad en los espacios desérticos de la actual plantilla (el 3, el 5…) el Real Madrid daría un paso gigantesco hacia delante. Pero la ecuación de la edad de algunos jugadores influyen factores decisivos: contratos, cupos… Habrá que hilar muy fino.

El análisis se simplifica con los valores teóricamente seguros. Velickovic tiene un recorrido tremendo en función de si las broncas de Messina alimentan su calidad o su ciclotimia. Si mejora en defensa y corrige algunos movimientos que le hacen a veces algo disfuncional en la zona. Llull queda fuera de toda cuestión, carne de NBA aunque todavía es más (22 años, recordemos) estoque y dinamita que ancla y batuta. En Tomic, por último, tiene el Real Madrid un jugador tremendo con la L de prácticas. Todavía en fase de cocción, sus facultades físicas (envergadura) y cualidades técnicas (movimientos, lectura de juego) le convierten en una brújula que apunta, no en plazo inmediato, al estrellato. Ante Maccabi vimos sus problemas de dureza ante pívots poderosos pero también interesantes pinceladas de personalidad y una buena muestra de su catálogo de recursos y su brillante IQ (conocimiento del jueg,o que dicen en EE.UU.).

El presente, en cualquier caso, pasa por una serie a cinco partidos ante el Barcelona. Se buscan valientes y razones para creer, y en esa batalla hipertextual ya hay quien recuerda que hace un año, en el mismo trance, el Barcelona volteó sus complejos y su inercia ante Baskonia, en una serie de cinco partidos que fue una catarsis ante un rival contra el que acumulaba hasta entonces bofetadas en cadena. Una catarsis que sirvió para viajar a la Final Four y para jugar ganar la ACB. Pero la diferencia deportiva no parecía entonces tan grande, el Caja Laboral (todavía Tau) sufrió los habituales problemas de autocombustión de los equipos de Ivanovic y el Barcelona, además, tenía como tiene ahora la ventaja de campo de su lado. Y la resolución llegó, recuerdo, en el quinto partido y en el Palau.

El aspecto psicológico es, desde luego, uno de los campos de batalla sobre los que tiene que aplicar remedios casi mágicos Messina. En la Copa, el Real Madrid pareció acomplejado ante el Barcelona, se desmadejó y arrastró su lenguaje corporal desde el primer tirón azulgrana. El primer soplo de viento le sacó de pista y el posterior huracán resonó después sobre un equipo abatido, ausente, resignado. Hay ahí claves ocultas y margen de mejora. Queda saber si suficiente para revertir una situación tan claramente en contra. No es lo mismo acercarse y combatir, pelear y no ser devorado desde el primer instante del primer asalto, que entrar en dinámica de tener opciones reales de llevarse la eliminatoria y entrar en la F4 cuando arrecie la tormenta defensiva del Barcelona, el trabajo de zapa de Ricky sobre Prigioni, la percusión de Mickeal contra falsos aleros, el juego por encima de la canasta de Vázquez y Morris, la magia de Navarro, los minutos a cuchillo de Basile y Grimau… Lo dicho: la hora de los valientes. ¿Qué hora es, Señor Lobo?