Confieso que soy un enamorado de las carreras de 1.500 metros, sobre todo si no hay 'liebres' de por medio. Prefiero contemplar cómo se colocan los atletas, cómo evolucionan mientras discurren los metros, cómo se vigilan unos a otros, cómo esperan el momento adecuado para situarse, cómo los más lentos intentan cortar las alas a los más rápidos, como éstos hacen exhibición de velocistad en los metros finales... Prefiero todo ésto, digo, a sentarme a contemplar cómo un par de 'liebres' tirán de alguien que va a intentar un récord o una mínima. Estas carreras contra el crono me parecen sin épica, aunque no las desestimo, por supuesto. Pero prefiero la batalla abierta entre varios mediofondistas en busca de una medalla de oro.
Viene todo esto a cuento por el 1.500 del Nacional de Valencia. Lento al principio, tremendo al final. Una carrera bonita con un vencedor espléndido: Diego Ruiz. Supongo que será Manolo Olmedo quien le acompañe en la Selección para los Mundiales de Doha. El sevillano ha dado el paso hacia la distancia superior: de los 800 a los 1.500 metros. No sé si se animará a hacer lo propio al aire libre... Si de verdad es ambicioso, debería hacerlo.
Más cosas del Nacional. Natalia Rodríguez se encuentra en estado de gracia y yo la veo medallista en Doha y, tal vez, con el oro al cuello. Ella dice que no va allí en plan revancha por lo sucedido en Berlín, y eso la honra. Ojalá gane, porque, ya lo he dejado escrito aquí, para mí Natalia es la campeona mundial al aire libre. Siguiendo con los mediofondistas, me gustó mucho Luis Alberto Marco, que me parece un atleta con un grandísimo futuro. Y, en vallas, disfruté con el duelo entre Felipe Vivancos y Jackson Quiñónez. El balear regresa de una operación en el tendón de Aquiles, siempre peligrosa. Se ha recuperado de maravilla, como ha demostrado batiendo a Jackson por segunda vez en el año. Quiñónez está algo tosco, porque su preparación no va encaminada a la pista cubierta.
Y, por último, vaya pifia de la IAAF al colocar la marca mínima de los Mundiales en salto de longitud en 8,10 metros. En el momento en que escribo este post sólo media docena de atletas había saltado más de esa medida en el mundo. Es incomprensible haber exigido 8,10, porque ya el año pasado y el anterior, únicamente ocho saltadores alcanzaron esa medida. No habrá más remedio que profundizar en el ránking para rellenar la prueba. Y ahí estarán, creo yo, Luis Felipe Méliz y Eusebio Cáceres, uno de nuestros jóvenes más prometedores.
Y a propósito de jóvenes: atención a Adrián Pérez, un chaval que cumplirá 16 años el 1 de abril y que se llevó la medalla de bronce en los 200 metros (ganó la final B) con marca personal de 21.79. Hay brotes verdes.