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Murray y el ejemplo de Lendl

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Tomás de Cos

El tenista escocés acierta en tomarse un breve periodo de tiempo para reflexionar sobre lo ocurrido en Australia y, cómo no, para sacar la mejor lección posible del varapalo encajado. No es más que un partido perdido, es cierto. Pero también lo es que hay derrotas que dejan mucha huella. Analizar lo sucedido con su equipo, de la manera más objetiva posible, es el mejor modo de seguir dando pasitos adelante.

No es extraño del todo disputar dos finales de Grand Slam y quedarse sin premio. Nuestro querido Alex Corretja, uno de sus consejeros de cabecera, ya lo experimentó en su día en sus propias carnes (Roland Garros de 1998 y 2001). A buen seguro, Murray tendrá muchas más oportunidades de resarcirse en el futuro. Su completa gama de golpes y su inteligencia táctica en la pista así parecen augurarlo. Además, tanto en Australia como en Flushing Meadows se encontró con un enorme Roger Federer.

Quizás sea Lendl, el estadounidense de origen checo, el mejor ejemplo en el que pueda mirarse Murray. Como le ha sucedido al chico de Dunblane, el tenista de hielo compartió generación con algunos de los jugadores más brillantes y geniales de la historia del tenis, por lo que le costó mucho esfuerzo y mucha constancia acabar por imponer su reinado.

Lendl perdió cuatro finales de Grand Slam antes de ganar su primer grande. Y lo consiguió en la final de Roland Garros de 1984, tras remontar dos sets en contra ante John McEnroe. Su determinación le llevó a mejorar poco a poco, a creerse lo bueno que realmente era, hasta conseguir dar el gran salto y convertirse en un grandísimo competidor dentro de la pista. Una actitud que le permitió disputar 19 finales de Grand Slam (8 títulos) y permanecer durante 270 semanas en la cúspide del tenis.

Murray no puede salir de Australia con la conciencia de ser un perdedor. Hasta llegar a la final hizo gala de un tenis inteligente, táctico y sólido, que le permitió llegar al soñado séptimo partido sin haber encajado un set en contra y habiendo dejado en el camino al mismísimo Rafa Nadal, campeón en 2009.

La gran esperanza del tenis británico es ahora bastante mejor jugador que el año pasado. Sigue en una notable progresión, por lo que no debe obsesionarse con ganar su primer ‘mayor’. Ser el jugador que todos en las islas esperan que ponga fin a los 74 años sin títulos de grand slam, debe hacerle sentir honrado, nunca maniatado.

Tiene que disfrutar del tenis, trabajando si cabe más fuerte de lo que lo ha hecho hasta ahora. Y fundamentalmente confiar en sí mismo, dejarse llevar por su instinto, y ser más agresivo y decidido cada vez que se le presente una oportunidad. Como lo fue ante Nadal, como lo ha sido tantas veces ante el propio Federer. La paciencia, la seguridad y el contraataque son conceptos que lleva impresos en su ADN y que siempre irán con él. Pero no puede olvidarse de soltar el brazo con la derecha y de que su servicio y su revés a dos manos pueden someter a cualquiera.

El propio Lendl, reflexionando sobre aquello que le permitió dar el salto definitivo adelante, afirmó: “La clave era saber que tenía que hacer cambios para mejorar. Nunca estuve muy seguro de que fuera por el camino correcto. Nunca se puede estar seguro al 100% de los cambios en el trabajo. Muchos chicos rinden sin obtener resultados inmediatos. Hay que ser muy paciente”. Los títulos llegarán para Andy. El tiempo premiará su esfuerzo y trabajo.