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Soy de Favre

Mirad, a algunos no os entiendo. Este es un país cainita donde el éxito se valora más cuando nace en el fracaso ajeno. Un país en el que las desgracias del vecino son motivo de alegría y los éxitos personales sólo valen cuando se restriegan. Un país en el que no se nos cae de la boca el “algo habrá hecho” y el “se lo merece”. Un punto en medio del mundo en el que nos encanta pontificar con el estómago y pensar con la entrepierna. Un lugar donde la envidia tiene su reino y los argumentos para el odio se convierten en peregrinos.

Por todo lo anterior, entiendo que muchos celebren el presunto fracaso de Favre. Al igual que los del Real Madrid miran de reojo el resultado del Barcelona, y viceversa. No podemos evitar extrapolar nuestro modo de entender el deporte y convertir la NFL en una guerra de egos, de adjetivos gratuitos y de críticas inexplicables.

Os soy sincero, nunca he sido de los Vikings, ni de los Saints, ni de los Jets, ni de los Colts. Entiendo que el deporte americano puede vivirse de otra manera. Sin atarse a unos colores, sin odiar a un rival por el mero hecho de que los demás digan que es el eterno enemigo. Yo prefiero admirar a jugadores. Y seguirles porque cada domingo se convierten en ejemplos a seguir. Modelos de fortaleza, de esfuerzo, de sacrificio y abnegación, de búsqueda de los límites y encuentro de la excelencia en cada jugada. Y cada día, cuando subo a mi bicicleta, me acuerdo de Favre, de Brady y Manning, Ray Lewis, Chris Johnson, Jeremy Shockey o Larry Fitzgerald. En cada pedalada intento pensar como ellos y ser mejor. Tal vez eso os parezca ridículo, pero a mí me vale y me ayuda a sufrir porque, sobre todo, el deporte es sufrimiento.

Hay otro motivo por el que siempre he preferido admirar a jugadores que a equipos. Entiendo que un tipo de Detroit nazca con el estigma de seguir a un equipo perdedor año tras año. Soy de Valladolid y he sido socio del Pucela y seguidor irredento hasta el día de hoy. Pero, sin las obligaciones que marca el terruño, prefiero admirar a un nombre. Los más grandes suelen estar año tras año en la batalla y no me parece muy lógico vivir a mediados de noviembre más preocupado del próximo draft que de los secretos que quedan por desvelarse en la temporada.


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Quería que los Saints ganaran la Super Bowl. Sobre todo por Shockey, un jugador revolucionario y gamberro del que acumulo camisetas año tras año. Y por Brees, porque ya tuve amargas discusiones en internet cuando, en varios artículos, puse a caldo a los Chargers por dejar escapar a alguien venido de muy abajo y capaz de tocar el cielo. También quiero que ganen los Colts, porque Peyton Manning, en su precisión germánica, me ha dado muchas de mis mejores tardes de football. Porque cuando alguien es tan bueno y no se deja llevar por su calidad sino que intenta llegar aún más lejos cada domingo, abre el camino a seguir para los que día a día queremos ser mejores en nuestra vida. Confieso que no tenía ninguna preferencia especial por los Jets. En sus filas no hay ningún jugador que, a día de hoy, me haya seducido. Pero quería, por encima de cualquier otra cosa, ver una vez más a Favre jugando una Super Bowl. Me importan un bledo los Vikings desde que se retiró Cris Carter, que era otro de los favoritos de mi equipo virtual, pero Favre es un tipo al que conozco desde hace casi veinte años.

Favre no es perfecto. Nunca lo ha sido. Pero siempre ha sido un tipo franco, pueblerino, alegre y carismático. Desde el primer día me sedujo su forma de celebrar los touchdowns, más próxima a las alegrías del fútbol europeo que a los poco espontáneos gestos de la NFL. Ahora el soccer también está perdiendo la frescura. Una lástima. Favre siempre ha acumulado amores y odios pero sobre todo ha sido un jugador de la NFL y siempre ha encarnado todo lo mejor que ha tenido este deporte.

Y por eso no os entiendo. ¿Qué os ha hecho Favre? ¿Por qué tantos de vosotros, en vuestros comentarios, os alegráis de su derrota por encima de la victoria de los Saints? ¿Favre es soberbio? ¿De verdad? ¿Tanto como para odiarlo? Favre anotó hace una semana un touchdown a los Cowboys que el primer día nadie entendió y el segundo cobró todo su significado. Incluso dentro del equipo de Dallas hubo voces que se disculparon por su actitud frente a los jugadores de Minnesota y entendieron la reacción de enfado de los Vikings. ¿Soy yo el único que ha leído informaciones sobre el tema? ¿Creemos sólo lo que nos reafirma?

Y por último ¿alguien de verdad piensa que Favre ha fracasado esta temporada y ha hecho fracasar a los Vikings? Creo que Favre no sólo no ha fracasado, sino que ha escrito, domingo a domingo, una de las páginas más bonitas de la historia de este deporte. Y ha llegado a Minnesota, con todas las controversias, incomprensiones y odios justificados en un viaje de dos años desde la tundra de Green Bay, para asumir al equipo púrpura como propio. No creo que Favre se haya aprovechado de los Vikings, como algunos decís, para agrandar su ego. Favre ha hecho grande a un equipo que lleva siendo así de bueno varios años pero que nunca había conseguido un abanderado que les llevara a las batallas más grandes. Y Favre, como un jabato, ha jugado cojo, dolorido y cansado, mientras su mujer se tapaba los ojos por no mirar mientras aceptaba que su marido, además de con ella, está casado con el mejor deporte del mundo y su amor a él está por encima de la edad, el cansancio o el ego.


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Favre jugó un partidazo contra los Saints. Un partido mítico, inolvidable. Con sus intercepciones y su derrota. Favre fue un titán cojo dirigiendo a unos héroes que iban al patíbulo en el mejor partido de esta temporada. Favre lanzó un pase que dejó sin opciones a los suyos y, por una vez, no fue un pase completo al contrario. Fue un colofón, una última gota de sangre, el postrero estertor de alguien que se ha dejado la vida para que tú y yo disfrutemos de nuestro deporte. Y sí, Favre ha ganado muchos millones de dólares por eso y posiblemente se hubiera merecido muchos más.

Muchos os alegráis del fracaso de Favre en su última carga de caballería, su postrera lección magistral de football americano, su regalo final en esta temporada inolvidable. Yo, cuando vuelva a caerme de la bicicleta, me subiré y volveré a dar pedales acordándome de un tipo que ya lo tiene todo pero que fue capaz de poner contra las cuerdas a los todopoderosos Saints mientras arrastraba la pierna y gemía de dolor. Eso no es un fracaso.

Muchos os alegráis de la derrota y esperáis que Favre se marche y os deje en paz con vuestros perjuicios y sambenitos, pero a él le queda un año de contrato y aunque, como cada año, mantendrá la incógnita de su retorno, espero que vuelva, un año más, vestido de púrpura para que yo disfrute de su presencia y vosotros con vuestras suspicacias.

Al final se marchará y, por una vez, todos estaremos de acuerdo. Aunque lo neguéis, os aseguro que le echaréis de menos.