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El año de los múltiples ‘amazings’

Nunca me ha gustado el término MVP. Creo que con la expresión ‘jugador más valioso’ no se define correctamente lo que se intenta premiar. Pienso que sería más correcto llamarlo MAP: Most Amazing player: ‘El jugador más increíble’. Porque pienso que se debe valorar la excepcionalidad de una temporada. Es un premio de hazañas, de imágenes recordadas, de excelencia. El premio a “¡¿Cómo lo ha hecho?!”

Siempre he pensado que cada persona tiene las capacidades para ser el mejor en algo. Pero no en tonterías de estas que aparecen en Youtube tipo: “el que mejor quita la chapa de la cerveza con los dientes”; me refiero a cosas provechosas y verdaderamente importantes. Lo difícil es estar en el momento concreto y en el sitio correcto. Algunos tienen la suerte de estarlo y se convierten en genios dentro de la profesión elegida. Otros muchos, la mayoría, dedicamos toda nuestra vida a buscar esa actividad en la que podríamos destacar por encima del resto. Lamentablemente, se convierte en una sucesión de palos de ciego.

También pienso que los dones naturales no son suficientes. Para llegar a la cima hace falta un gran espíritu de sacrificio. En esta sociedad en la que vivimos parece casi una aberración decirlo, pero el éxito exige sufrimiento, abandono, pérdida, dolor… cuanto más cuesta algo, más satisfacción produce. Os pongo un ejemplo muy tontorrón, pero bastante gráfico: mi primera bicicleta de carreras me la compré, cuando tenía unos diez años, después de pasar todo un verano trabajando en un gallinero. En aquella época, por suerte para mí, no se consideraba explotación infantil y era bastante normal que los niños buscáramos ‘chapus’ veraniegas. Me levantaba a las cinco de la mañana, llegaba a trabajar cuando aún no había amanecido, me subía a un carro tirado por un par de mulas junto a un compañero y recorría el pinar de Íscar, de nave en nave, recogiendo huevos para llevarlos a la incubadora. Después pasaba el resto de la mañana pesándolos, limpiándolos, desinfectando… Cuando terminó el verano me compré, con lo que me pagaron, una preciosa bicicleta roja a la que hice miles de kilómetros. Me había costado tanto ganármela, que nada ni nadie podía evitar que mi mayor satisfacción fuera montar en ella. Treinta años después, la bicicleta sigue siendo mi gran pasión; una afición que se cimentó con el esfuerzo de todo un verano y el sudor de un niño.

Muchas de las bicicletas compradas por un familiar terminan en el trastero, pero la mayoría de las conseguidas con esfuerzo pueden marcar una vida.

Y lo mismo debe suceder con el MVP de la NFL. Debe ser un jugador que marque una temporada. Que sirva de referencia para los años venideros. Que cuando varios aficionados se pongan a hablar, lo usen como faro que ubique una historia. “Sí, hombre, fue el año en que los Patriots de Brady consiguieron la temporada casi perfecta”. “No, estoy seguro de que fue el año en que Kurt Warner debutó en los Rams”. “¿No sería la temporada en que Gannon llevó a los Raiders a la Super Bowl?” En otras ocasiones ese jugador que se convierte en referente no queda plasmado en el palmarés del MVP de la Associated Press. Básicamente, porque a veces se intenta personalizar en un jugador el éxito de un equipo y eso provoca que se pierda esa magia de lo increíble y se convierta en un simple premio al éxito.

Dicho esto, voy a reducir mi abanico de aspirantes al MVP a cinco nombres: Brett Favre, Philip Rivers, Chris Johnson, Peyton Manning y Drew Brees. Y ese es exactamente el orden en el que yo los votaría. Se que los más puristas critican, cada año, que la elección de MVPs quede reducida, casi exclusivamente, a QB y RB. Tal vez sea injusto pero, más allá de los grandes aficionados estudiosos de la NFL, son las posiciones más populares. Los más frikis ya tenéis es draft para ver a jugadores de línea o de secundaria en las primeras posiciones.


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Brett Favre

No tengo ninguna duda de que, por encima de quién gane la Super Bowl, esta temporada será recordada como la de Favre en los Vikings. Tal vez luego no gane nada, o siga algunos años más. Lo primero es lo de menos; el MVP premia una temporada regular. Peyton Manning ganó la pasada edición cuando, probablemente, Fitzgerald, gracias a su postemporada, se convirtió en el auténtico protagonista del 2008. Lo segundo tampoco importa: aunque Favre no gane nada este año, y el que viene consiga el anillo, el tirón mediático que ha tenido todo el asunto no tiene comparación desde que Vick fue elegido número 1 del draft. Desde este verano, por encima de la polémica McDaniels-Cutler, el mundo de la NFL estaba pendiente de las idas y venidas de Favre, de su fichaje por Minnesota, de su presumible fracaso, de su inesperado resurgimiento, de su increíble (amazing) temporada y de que, gracias a él, los Vikings han alcanzado ese nivel de excelencia que les convierten en uno de los grandes aspirantes a ganar el título.


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Philip Rivers

Lo que más me llama la atención de la temporada de Rivers es el estatus que está alcanzando el jugador dentro del equipo. Los Chargers son un conjunto muy particular. Su vestuario es muy difícil y en él habitan bastantes jugadores, si no problemáticos, con caracteres complicados. A eso se une un entrenador, Norv Turner, con un grandísimo prestigio como coordinador ofensivo pero con una manifiesta falta de autoridad y carácter como head coach. Turner está consiguiendo, en los últimos tiempos, callar las críticas, y en el vestuario cada vez son menos los exabruptos que trascienden. Creo que el gran responsable de todo esto es Philip Rivers que, después esa época ya olvidada en la que Tomlinson se acusaba de no dar un paso hacia delante, ha plantado los mismísimos encima de la mesa y se ha convertido en ese gran líder que hace grande a un equipo. Su actual estatus en San Diego se semeja mucho al de Manning en Indianapolis. Si a eso le sumamos unos números impresionantes, y una capacidad increíble (amazing) para solucionar las situaciones comprometidas, Rivers se convierte en mi segunda gran apuesta.


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Chris Johnson

Lo del corredor es un asunto peliagudo. Sigue en busca del récord de yardas de Eric Dickerson (2.105) y ese es un récord tan estratosférico e increíble (amazing) que vale un MVP, independientemente de la lamentable primera parte de temporada de los Titans. No olvidemos que Barry Sanders fue elegido mejor jugador en 1997 gracias a que superó las 2.000 yardas de carrera (2.053). También es verdad que el premio fue compartido con Favre, pero a nadie amarga un dulce.


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Peyton Manning

El problema de Manning es que, una temporada más, ha vuelto a hacer lo que hace siempre: cargarse el equipo a la espalda y mantenerlo en la cima, cuando a principio de temporada todo el mundo apostaba por que empezaría la cuesta abajo. Lo excepcional, en este caso, es que mantiene al equipo invicto a falta de tres jornadas con un entrenador novato como Jim Caldwell. El problema es que ya nada de lo que hace Manning parece increíble (Amazing). Manning es increíble en si mismo, como Spiderman. ‘The Amazing Manning’. Creo que sería más sensato que la AP cambiara el nombre del MVP, lo bautizara “premio Peyton Manning”, y el QB de los Colts quedara fuera de concurso. Los tipos con superpoderes no deberían competir con el resto.


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Drew Brees

Es, en mi opinión, el que menos lo merece. El motivo es sencillo: él está haciendo exactamente lo mismo que en las últimas temporadas. Incluso sus números son peores que otros años. Lo diferente en los Saints es el resto del equipo, que ha dado un salto de calidad impresionante. Es verdad que consigue remontar partidos como el que se va a por el pan por la mañana, pero creo que el que, de verdad, merece una estatua es Sean Payton, claro aspirante a entrenador del año. El head coach ha conseguido, con la incorporación de Greg Williams como coordinador defensivo, construir un equipo con la rocosidad tradicional de los conjuntos de la Nacional y la espectacularidad clásica de los conjuntos de la Americana.

Pero el de entrenador del año es otro tema del que ya hablaremos ¡Viva McDaniels!