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Manita y cuarta Ensaladera


Tomás de Cos

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Fernando Verdasco y Feliciano López dieron el sábado el tercer y definitivo punto ante Stepanek y Berdych y con él la cuarta Copa Davis para España en la última década. Una victoria muy meritoria pese al mal estado físico de Stepanek y la inexplicable decisión del capitán checo de no apostar por Dlouhy, campeón este año de Roland Garros y el US Open de dobles junto al indio Leander Paes. Acertó Balcells por tanto, que ya anunció aquí que no había cómo perder.

El doble español fue el colofón al buen partido de Nadal en el partido que abría la eliminatoria y a la épica remontada protagonizada por Ferrer después ante el talentoso Radek Stepanek. Triunfó el buen ambiente y el compromiso, elemento fundamental con el que “no se sabe dónde está el límite”, como bien ha explicado Albert Costa. Nadal y Ferrer rubricaron después, con su habitual profesionalidad, un 5-0 inapelable ante los reservas checos, que vivieron con amargura sus minutos de gloria antes de que la fiesta se desatara en el Palau Sant Jordi.

Aunque la década prodigiosa del tenis español ha coincidido con la explosión deportiva de nuestro singular país, compartiendo portadas con los éxitos de un gran número de selecciones nacionales (fútbol, baloncesto, balonmano, fútbol sala…), Gasol, Alonso y un infinito etcétera, ha sabido mantener su fidelidad con el triunfo desde hace más de veinte años. Primero nos hicimos fuertes en París, nos doctoramos maestros, y después reconquistamos Londres y asaltamos Melbourne de la mano de Rafa Nadal.

Los éxitos de hoy, hasta hace no mucho impensables, son el resultado del camino y las ilusiones generadas por varias generaciones de brillantes tenistas. Emilio Sánchez Vicario, Sergio Casal, Sergi Bruguera, Tomás Carbonell, Pato Clavet, Javier Sánchez, Alberto Berasategui, Carlos Costa, Félix Mantilla, Albert Costa, Alex Corretja, Jordi Arrese, Joan Balcells, Julián Alonso, Carlos Moyà, Juan Carlos Ferrero, Tommy Robredo… Una época de vacas gordas tan prolongada como jamás conocida.

Por ello es hora de trabajar más que nunca en el tenis de base. Es necesario seguir dando continuidad y nombre a la gran fábrica de tenistas ahora que los chicos que vienen por detrás parecen de un nivel inferior a lo que ahora disfrutamos. Se apelliden Boluda, Martí, Benito o lo que sea. Es momento de volver a recuperar el terreno perdido frente a otros deportes que han trabajado más y mejor, así como de amortizar el tirón mediático de este inmejorable presente. Y ahí debe tener un papel muy destacado la RFET, a la que Escañuela está obligado a dar un notable impulso hacia delante. Hoy muchos jóvenes pedirán a los Reyes Magos una raqueta con la que emular a sus ídolos.