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El viaje de Brandon Jennings


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La historia de Brandon Jennings, la estamos viendo representada en actos como una obra teatral, es una entidad multiforme que contiene ingredientes propios de un cuento de hadas posmoderno y de la versión 2.0 del sueño americano pero ninguno, eso lo estamos aprendiendo ahora, de ‘Vacaciones en Roma’. El título del clásico de los años 50 protagonizado por Gregory Peck y Audrey Hepburn podría haber sido el chascarrillo perfecto, el titular recurrente para definir el último año y medio en la vida de Brandon Jennings. Pero ya no sirve ahora, mientras resuenan los ecos de las tempranas proezas del chico que ha dejado de ser el base que cambió el baloncesto universitario por la Euroliga para convertirse en el jugador más joven en superar los 50 puntos en un partido NBA…

Fue la noche del 14 de noviembre de 2009: Jennings desmontó a los Warriors (¿a quién si no?) con 55 puntos. Volveremos a esa actuación, ya en los libros de historia de la gran liga, pero conviene primero recordar que esa explosión, mayúscula pero no aislada, dio un gran titular a un montón de buenas noticias. Porque hay datos igual de significativos o más, aunque no tan esplendorosamente espectaculares: en el partido anterior a la gran noche, Jennings hizo 32 puntos a los Nuggets y en el siguiente, dos días después, martirizó a los Mavericks (equipo de Carlisle, no de Don Nelson) con 25 puntos, 7 rebotes y 8 asistencias. No mucho antes, en su debut NBA, su estadística fue anonadante: 17 puntos, 9 rebotes, 9 asistencias.

¿Quién es Brandon Jennings? Si entráramos en la mente de un gran ejecutivo de la liga, tal vez ahora mismo sea algo así como el hombre que disparó a Liberty Balance, si se me permite otro guiño a los clásicos del cine. Los amantes del baloncesto USA tendrán su nombre tamborileando en la cabeza desde hace un puñado de años, los que pasó en Oak Hill convirtiéndose en leyenda de instituto y en uno de los proyectos de estrella NBA más cacareados (hype, lo llaman en América) de los últimos tiempos. Los aficionados al baloncesto europeo le conocerán apenas de los últimos catorce o quince meses, cuando desistió / renunció a dar el salto universitario y eligió convertirse en profesional en Europa como vía de desengrase en su camino hacia el estrellato NBA. Unos y otros, cada uno desde su punto de vista, analizaron el escaso rendimiento de Jennings en la Lega y la Euroliga con la camiseta de la Lottomatica Roma. Un análisis que no incluía la trastienda, los entresijos, historias del día a día que pusieron, fuera de los focos, mucho más que un grano de arena para convertir a Jennings en lo que es ahora: la sensación de la liga, el gran terror rookie en espera de Blake Griffin, número 1 del draft y candidato de consenso apriorístico a Rookie del Año, que todavía no se ha estrenado en competición oficial. Pongo una vela, por cierto, para que el imponente Griffin no sufra la maldición de los números 1 elegidos por los Clippers: Olowokandi jugó 45 partidos en su primera temporada. Manning, 28…

Las normas de la casa de Stern

El viaje de Jennings a Roma empezó en realidad a gestarse en 2005, cuando David Stern, mosqueado por la casi epidémica fuga de estrellas del instituto a la NBA sin peaje universitario (Garnett, Bryant, Howard, LeBron, Bynum…) reorganizó las reglas con una decisión que polarizó completamente las opiniones: ningún jugador podría dar el salto a la NBA sin haber cumplido 19 años y sin que hubiera pasado un año desde su salida del instituto. Parecía una garantía para la poderosa maquinaria del baloncesto universitario, pero un chico -y no uno cualquiera- dibujó las normas según su conveniencia. No en vano Stern ya planea un plazo de dos años post instituto para el próximo convenio colectivo. Los hipotéticos viajes a Europa tendrían que alargarse a la fuerza…

Porque Jennings puso rumbo a Roma con la seguridad de regresar para el draft de 2009 y con un contrato de tres años con su salida perfectamente facilitada tras cada uno de ellos. La Lottomatica, Deja Bodiroga como cerebro ejecutor, se frotaba las manos, el baloncesto USA se quedaba atónito y Jennings se iba a Europa convertido de repente en profesional: más de un millón y medio de dólares por temporada de su nuevo equipo y otros dos firmados con Under Armour para promocionar sus prendas deportivas en el viejo continente. Todo mientras otros pasaban por el convencional proceso universitario que él terminó por rechazar mientras consumía intentos y suspendía pruebas de acceso, incapaz de alcanzar los mínimos académicos solicitados por Arizona, la Universidad donde había elegido en primera instancia preparar su salto a la NBA.

Ciao, Compton; Hello, Roma

Desde Compton, suburbio de L.A. y marca registrada de pobreza y violencia entre bandas, Jennings lanzaba un órdago al establishment NBA y daba una pirueta improbable en su camino hacia la cima, dibujado mucho antes por los principales medios (radios, webs…) especializadas. No hay que pasar por alto una figura absolutamente clave en este movimiento sin precedentes: Sonny Vaccaro, águila entre bambalinas universo basket en EE.UU., personalidad de profunda influencia desde su trono en el mundo del marketing. Fichó a Michael Jordan para Nike, pasó por Adidas y Reebok, y ahora anda entre bastidores, enfrentado -en papel de azote público- con la norma del año post instituto de Stern. Él recomendó a Jennings el salto a Europa, le ayudó a elegir en primera instancia Italia antes de que cargaran su armamento de ofertas las maquinarias griega y rusa y le envío a cruzar el Atlántico con el contrato con Under Armour bajo el brazo.



Así que Jennings llegó a Roma junto a su madre y su hermano y con la Lottomatica preparada para guiar al máximo su integración (incluidos los cheques que cubrían las necesidades de su séquito). Llegó para afrontar el choque cultural que significa Europa para un joven norteamericano criado en un suburbio y para arrojarse a un baloncesto que le miraba entre la ilusión y el prejuicio, todo curiosidad, en medio de una competición de jugadores ya hechos, con más experiencia, kilos y centímetros. Un baloncesto distinto, con otra dinámica y otros sistemas; Una competición carnívora en la que ya no era el primero de la clase, la gran estrella bendecida por técnico y compañeros, y en la que no tenía nada garantizado, ni siquiera los minutos en pista.

…Y Jennings pasó por Roma en una experiencia que fue cualquier cosa menos memorable: en la Lega promedió 5’5 puntos, 2’2 asistencias y 1’5 robos en 17 minutos por partido (y un paupérrimo 20% en triples). En Euroliga mejoró ligeramente: 19’6 minutos y 7’6 puntos, pero sólo 1’6 asistencias… Una Euroliga, por cierto, en la que tuvo varios escarceos con el baloncesto español: un buen partido ante Unicaja y sobre todo el cruce con Ricky Rubio, vendido en USA como el punto de partida de una rivalidad de playmakers capaz de hacer historia en la NBA. El duelo, aguado porque Ricky llegaba recién salido de una lesión, quedó aderezado por las críticas de Jennings, que sacó las uñas ante quien se perfilaba como una elección más alta que él en el draft. De Ricky dijo que era “todo publicidad” y que apenas rescatar “algún pase de béisbol o algo así” de su juego. Después matizó sus palabras, asegurando que el base catalán era un buen tipo pero sin dejar de hacer una puntualización clara: “soy el mejor jugador del draft y merezco ser el número 1”.

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El affaire romano terminó en bajas temperaturas, amenaza de congelación, vientos de noreste. No hubo ni mucho menos triunfo pero tampoco regreso a la primera semana, como algunos habían anticipado. No hubo avalancha de titulares ni polémicas espléndidas. En Estados Unidos se fue dando la espalda a la aventura mientras acaparaban minutos de análisis el resto de bases de una prometedora generación de rookies en esa posición: Ricky Rubio, Tyreke Evans, Stephen Curry, Jonny Flynn, Ty Lawson y compañía. Brandon Jennings, mientras, se enrolaba en el draft 2009 y salía de Italia dando las gracias, feliz por la experiencia vivida y convencido de que había cambiado (madurado, se le llama) como jugador y como persona: “he madurado dentro y fuera de la pista, este año ha sido la base del próximo capítulo de mi vida. He conocido otra cultura, otra comida, otra gente, y he aprendido lo afortunado que soy. Esta experiencia no tiene precio y ha convertido Roma en mi segundo hogar. Ciao”.

Quedaron sus palabras, suspendidas en el aire. El agradecimiento al club, a Bodiroga, a sus compañeros y técnicos, primero Jasmin Repesa y después Nando Gentile. Quedó la reflexión sobre su proceso de aprendizaje (“quería mantenerme positivo y ser siempre el más trabajador del equipo. Quería convertirme en un base que pensara primero en asistir a sus compañeros”). Y quedó la asimilación de un rol nuevo, ajeno al de mega estrella juvenil que le había acompañado desde la pubertad. Apareció la preocupación por el colectivo y un espíritu humilde en el que algunos quisieron ver derrotismo cuando llegó a asegurar que repetiría experiencia pero lo haría en un club menor en el que pudiera tener más protagonismo. El mismísimo Brandon Jennings ya sabía, a la fuerza ahorcan, lo que era competir en una plantilla de calidad, veterana y completa. Y lo había aprendido en la Virtus de Roma, ni siquiera en el Montepaschi, ni hablar de Olympiacos, Panathinaikos, CSKA, Barcelona, Real Madrid…

La realidad era que Brandon Jennings había dejado atrás mucho más que pocos minutos, pérdidas de balón y fallos desde la línea de tres. Quienes le siguieron aseguran que a final de temporada era un jugador distinto, involucrado con el equipo y trabajador, hasta con otro lenguaje corporal. En la cancha era más pausado, más sereno en el cinco contra cinco y menos individualista, con más mentalidad de playmaker. No había triunfado pero había aprendido. ¿Cuánta culpa de los porcentajes que luce ahora en la NBA tiene que ver con los más de 500 tiros que lanzaba después de cada entrenamiento acompañado de Nenad Trajkovic? ¿Cuánto aprendió de Becirovic o del espíritu defensivo de Ibby Jaaber? Por eso, ni más ni menos, el sentido adiós. Ciao, Roma.

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La apuesta de Skiles, el desplante a Stern, el éxito

De regreso al entorno USA, Jennings se encontró en una situación incómoda. Su valoración de cara al draft había caído en picado, la NBA ya no le esperaba con la misma expectación que doce meses antes. Se le pasaron las convenientes facturas por el desplante al sistema americano y se le situó en retroceso frente a otras estrellas emergentes. Hasta que cayó hasta el puesto 10 del draft, algo inimaginable antes de variar la hoja de ruta, Roma por Arizona, Lottomatica en lugar de los Wildcats. Número 10… y gracias, porque muchos analistas le veían incluso más debajo de no mediar otra figura clave en esta historia: Scott Skiles.

Skiles fue decisivo en su elección y lo está siendo en su extraordinario arranque de temporada. Parece una paradoja porque muchos vaticinaron dinamita en la relación entre un jugador teóricamente engreído, díscolo y con tendencia a jugar al galope pensando en sus tiros, y un entrenador meticuloso hasta lo maniático, terriblemente serio y trabajador, con la ética defensiva. Pero la conexión está funcionando porque Skiles fue base y parece haber encontrado la forma de dirigir y manejar a Jennings después de elegirle entre otras razones porque siguió su aventura en Italia casi hasta el espionaje, habló incluso con jugadores de la Lottomatica, y también porque él jugó en Grecia y aprendió la dureza del cambio de cultura y competición. La ecuación era fácil: si él lo sufrió en el ocaso de su carrera, tenía que confiar en un chico que se había enfrentado a esa misma situación con 18 años y había resistido un año completo a las mareas negativas, a las malas estadísticas, las críticas y la distancia.

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Así que llegó el draft y todos, con el beneplácito de Stern, parecían dejar correr a Jennings, que acabó como quinto base elegido tras Evans, Flynn, Rubio y Curry. Lo demás lleva a la actualidad: deslumbrante arranque de temporada que le convierte en el primer gran aspirante a Rookie del Año (en espera del debut de Griffin) y que, ya con un galardón de Jugador de la Semana en el Este, le hace marchar entre los mejores de la liga a nivel estadístico con más de 24 puntos, 5 asistencias y 4 rebotes por partido.

La NBA ha descubierto a un Jennings más maduro, menos arrogante y más completo. Un base que piensa más en sus compañeros y vuelvo a la noche de los 55: no anotó ni un solo punto en todo el primer cuarto mientras veía cómo sus compañeros fallaban tiro tras tiro. Sólo se lanzó al frenesí anotador cuando Skiles le dio la orden de acabar con los Warriors a base de jugar el pick and roll con Bogut. La noche, decía al principio, es mucho más que anecdótica: 29 puntos sólo en el tercer cuarto para convertirse en el jugador más joven de la historia en superar los 50 puntos, por encima de lo que Kareem (entonces Lew Alcindor) logró con los Bucks. La mayor anotación de un rookie desde Earl Monroe (56 puntos en el 68), la mayor de un jugador de menos de 21 años por detrás de los 56 de… LeBron James en 2005.

Jennings piensa más en el equipo y, como por arte de magia, los Bucks son un equipo de balance ganador en el Este incluso con la baja de Michael Redd, que acaba de volver a las canchas. Con el escolta olímpico a su lado, Jennings seguramente tirará y anotará menos, pero de pronto en Milwaukee hay un equipo al que todos quieren ver jugar y que puede ser una de las sorpresas más agradables de la temporada, con Ilyasova dejando también cada vez mejores sensaciones. Este Jennings que ha encontrado la NBA tira mejor (47% en triples), comprende mejor el juego, maneja mejor su cuerpo y sabe tener la pausa necesaria. Todo regalos de sus

, donde quiso mejorar sus limitaciones porque no era capaz de explotar al máximo sus virtudes, que en la NBA sí brillan con luz propia: velocidad endiablada y una zurda de oro para anotar desde cualquier posición, cada vez más desde fuera y siempre dentro gracias a su progresivo fortalecimiento físico (es un jugador ligero de 1’85 y 77 kilos) y a las defensas mucho más abiertas del baloncesto NBA.

Claro que Jennings sigue siendo genio y figura, capaz de mandar a tomar viento a los Knicks en sus conversaciones con sus amigos raperos o de poner la nota discordante en la noche del draft al no aparecer cuando fue seleccionado y hacerlo cuando habían pasado cuatro números más y ante un sorprendido (no para bien precisamente) Stern, todo porque estaba con su familia en un hotel cercano sin más objetivo que evitar un escarnio público ante las cámaras si se hundía en el turno de selecciones. Un gesto en el que influyeron tanto el mal consejo de su agente (en algo se tenía que parecer a Ricky Rubio) como la necesidad de mantener su imagen de cara a su contrato con Under Armour.

Pero por encima de eso queda su ética de trabajo, reconocida por el cuerpo técnico de Milwaukee, que ha visto como se ha mudado cerca de las pistas de entrenamiento y como pide sesiones extra de trabajo junto al Coach Sampson (asistente de Skiles que le ha bautizado como “una rata de gimnasio”) incluso el día de su cumpleaños. Hay algo de Europa en todo eso, igual que hay algo del viejo continente en sus palabras tras los 55 puntos: “sólo quería hacer lo necesario para que el equipo ganase”. Y Milwaukee está ganando, mucho más de lo que casi todos hubiéramos pronosticado…


Es difícil saber si Jennings mantendrá su actual nivel durante toda la temporada. Bases más expertos (entre otros Jason kidd, nada menos) ya le han avisado de que vive en un período de gracia en el que los equipos ajustan sus scoutings para aprender a enfrentarse a él. Dentro de poco tendrá sistemas pensados para frenarle, minuciosos estudios de su juego. Pero nadie le puede negar ya que ha completado buena parte del viaje que tenía como destino el sueño de triunfar en la NBA. Lo tiene todo en su mano: juventud, calidad, descaro y un equipo que ha sabido comprenderle y mimarle y al que él ha dado las gracias llamando Buck a su perro. Brandon Jennings está haciendo que los programadores de las televisiones en Estados Unidos cambien sus parrillas de retransmisiones. Y está consiguiendo que suden la gota gorda un puñado de general managers de la liga, algunos de los que le dejaron volar hasta el puesto 10. Este asunto, por cierto, nos lleva como tantos otros a terminar hablando de los Knicks, que querían un base acabaron seleccionando con el número 8 a Jordan Hill cuando estaban todavía disponibles Ty Lawson o Brandon Jennings. ¿Y si finalmente LeBron rechaza el traslado a la Gran Manzana porque no le convence el proyecto deportivo? ¿Y si los Knicks le hubieran podido ofrecer entre sus acompañantes a un Jennings -este Jennings de principio de temporada- que parece además un jugador ideal para el sistema D’Antoni…? ¿Y si…?