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Aquí hay mucho cabrón con cara de conejo

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En los pueblos de mi tierra, Castilla, es tradicional jugar la partida después de la siesta. Yo, de niño, veía fascinado en las tascas de Iscar y Cigales a los abuelos, calada la boina y chasqueando un palillo entre los labios, que jugaban al tute cabrón, al mus o al dominó con una seriedad que ya querrían para sí muchos deportistas. El humor de Tierra de Campos es brillante, aunque difícil de comprender para el que no es del terruño. Es un humor brusco, con sacacorchos, muchas veces formulado con cara de enfado, pero que provoca esa risa seria tan castellana. Nadie se enfada, aunque se haga el ofendido y aproveche ese momento para intentar hacer alguna trampa. Porque el jugador de sobremesa es tramposo. Las señas falsas y los gestos accidentales se repiten entre las parejas. Nadie se queja hasta que el engaño es evidente. Pero cuando alguien salta, la tensión, también muy castellana, inunda el local.


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Mi infancia esta llena de tardes de mirón, observando cómo los paisanos golpeaban la mesa violentamente con una ficha mientras gritaban ¡DOMINO! y reían entre dientes. Aquello me fascinaba. Eran tardes llenas de sabiduría vieja, de frases hechas y de dichos ocurrentes. Olor a purito rancio y brandy barato. Yo pedía jugar cuando había un hueco. Siempre alguien levantaba la vista, me miraba de arriba abajo y decía mientras movía las fichas o barajaba: “quien con infantes pernocta, excrementado alborea”. Yo fruncía el ceño enfadado y me quejaba entre dientes: “viejo cabrón”. “¡Niño!”. Terminaba por llevarme un capón de cualquiera que me hubiera escuchado. Por que en aquella época los niños nos llevábamos cachetes cuando nos los merecíamos sin que el agresor terminara en la cárcel.

Había un dicho que me encantaba. Sobre todo porque la mente sencilla de un niño muchas veces no encuentra los dobles sentidos y yo siempre me imaginaba un animal mitológico cuando la escuchaba. El caso es que un jugador levantaba la vista de las cartas por encima de las gafas, miraba a un rival con socarronería y sentenciaba: “aquí hay mucho cabrón con cara de conejo”. Yo siempre me retorcía de risa en la silla cada vez que la escuchaba. Era fabulosa. En realidad la sigo usando, ahora que se lo que significa y creo que es una gran verdad. El mundo está lleno de cabrones con cara de conejo.

La NFL de esta temporada está poblada de cabrones. Hay un auténtico rebaño. Y todos se están afilando los cuernos retorcidos y llenos de muescas a la espera de cornear un buen trasero. No hablo ni de Colts, ni de Steelers, ni de Vikings, ni de Saints. Esos son los evidentes. No tienen cara de conejo. Son toros bravos con las astas en punta.


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Me refiero a un buen grupo de equipos que a día de hoy no termina de romper. Algunos tienen un buen récord pero su juego despierta dudas. Otros están desarrollando un gran juego que no se refleja en la clasificación. Mi lista de cabrones camuflados la forman Dolphins, Patriots, Texans, Ravens, Bengals y Broncos en la AFC; Cowboys, Eagles, Giants, Falcons, Packers y Cardinals en la NFC. Un momento, un momento, ya se que cada uno de vosotros haría una lista distinta. Que nadie se ofenda pero esta es la mía y, por supuesto, es opinable.

Por que no estoy diciendo que todos esos doce equipos terminarán con récord positivo, ni que darán la sorpresa. Sólo creo que son potenciales aspirantes a todo. Cada uno de ellos puede dar el salto de calidad o estrellarse en la segunda mitad de la temporada.

Yo cada vez me fío más de los conjuntos que vienen desde atrás de menos a más. El ejemplo más claro se vivió el año de la temporada imperfecta de los Patriots. Los de Boston tuvieron un arranque meteórico pero, después de sufrir para vencer a los Jets en Foxboro, tuvieron una segunda mitad de temporada llena de sobresaltos. Ganaban siempre pero sufriendo, teniendo que remontar con drives finales de infarto, o aliándose con la suerte. Durante los play-off también sufrieron más de la cuenta y estuvieron a punto de llevarse un disgusto ante unos Chargers plagados de lesionados. En la Super Bowl, terminaron sucumbiendo sin remedio. Ha quedado el recuerdo de las palizas de los primeros partidos pero la realidad fue muy diferente. Por el contrario, los Giants comenzaron dubitativos, con el vestuario en pie de guerra tras la marcha de Barber y la limpia consiguiente. Parecían carne de cañón hasta que en las últimas jornadas se convirtieron en un rodillo. Hasta tal punto que en play-off, como nos recordaba un amigo en uno de los comentarios, fueron capaces de ganar todos los partidos como visitantes. En la Super Bowl ellos fueron el equipo perfecto.

Este año los Colts y los Saints comienzan a dar los síntomas de agotamiento que vimos hace dos años en los Patriots. Les cuesta más ganar cada semana y, tal vez, han alcanzado su pico de juego demasiado pronto. No estoy diciendo que terminarán por hundirse. Pero sí que creo que no pueden jugar mucho mejor de lo que lo están haciendo en estos momentos y eso, en la NFL, es muy peligroso. Ya sabéis el refrán: “La salud es un estado transitorio que no augura nada bueno”.

Por el contrario, mis doce cabrones con cara de conejo son equipos con carencias importantes pero que tienen margen para solucionarlas. Los Dolphins son duros y serios pero les falta ese punto de brillantez para saber rematar los partidos. Los Patriots ya tienen algo parecido a la defensa que se le presupone a Belichick, pero les falta un corredor de verdad. Los Texans tampoco tienen corredor pero, en cuanto lo encuentren, pueden ser un equipo de época. Los Ravens son un puzzle que no acaba de casar del todo, pero que cualquier día lo hará. Los Bengals suplen con genialidad todas sus carencias defensivas. Los Broncos siguen en construcción y aún no sabemos su límite.


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Los Cowboys comienzan a parecerse a lo que deben ser los Cowboys. Los Eagles siguen siendo los más combativos libra por libra y encima se han reforzado en el draft mejor que nadie. Los Giants sólo deben pagarle un par de sesiones al psicólogo. Los Falcons con el Michael Turner que esperábamos, estuvieron a un manotazo de Vilma de sorprender a los Saints en N. Orleans. Los Packers están a una línea de ataque del éxito. Los Cardinals, mis queridos 'pájaros locos', no deben ser tomados en serio hasta enero. Veremos si entonces Warner sufre cinco intercepciones.

Creo que entre esos doce equipos hay muchas cartas escondidas en la manga. Los tahúres, en mi pueblo, nunca pagaban el café, la copa y el puro. Se levantaban satisfechos, se sujetaban los pantalones y se los levantaban casi hasta el pecho, moviéndolos de lado a lado de la barriga. Por fin, le daban una palmada al perdedor mientras le recordaban: “Cabra loca, desgraciado al que le toca”.

Lo dicho.