Las vacas cocean y los árbitros se confunden si piensan
Cuando me propusieron abrir este blog mi primera idea fue dedicarlo a mis tres grandes pasiones: la NFL, la MTB y los cómics. Enseguida me di cuenta que mezclar las tres aficiones era mala idea. No tienen mucho que ver, quien mucho abarca poco aprieta, es suficiente con hacer el ridículo demostrando mi ignorancia sobre una de ellas y podrían terminar afectando a vuestro cerebro como ya lo han hecho en el mío. De cualquier modo, los que me leéis desde hace años ya conocéis mis debilidades; no puedo evitar ponerlas de vez en cuando como ejemplo.
Aquí, el menda con su jaca. Para que veáis que no miento.
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Hace un par de semanas me coceó una vaca. Bueno, a mí no, a mi bici. No acabé en el hospital por seis centímetros. Os cuento la historia. Entre Mataelpino y Becerril, en la Sierra de Madrid, hay un puerto de sólo dos kilómetros y medio que sale de una urbanización llamada Vista Real y asciende, por un camino infernal con dos rampas increíbles con más de un 25% de porcentaje, hasta el embalse de la Maliciosa. Es, posiblemente, la pista más dura de la Sierra y un lugar de peregrinación casi místico para los aficionados al mountain bike.
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El caso es que yo suelo ir de vez en cuando. Unas veces gano yo y otra las rampas. Como en toda la Sierra de Madrid, el campo está lleno de vacas ‘moruchas’. No son ni mansas, ni bravas. En realidad son unas cabronas. Mientras las vacas de leche te siguen con mirada lela y desinteresada, las moruchas te siguen sacándote la foto; amenazantes pero perezosas. Los vaqueros, para ahorrarse trabajo, sacan el saco de pienso por la puerta de la furgoneta y lo van tirando en el camino. Por eso, muchas veces a la dureza de las cuestas se une el peligro de ir esquivando vacas.
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Para el que no lo sepa, las vacas muerden y embisten por delante y cocean por detrás. Casi nunca con las dos patas. Asientan bien las otras tres y lanzan una trasera como un misil. Yo subía destrozado, por esas rampas asesinas, cuando la morucha más grande que había visto en mi vida comía pienso en medio del camino. Grité y me ignoró: “Tío, estoy comiendo. Pasa si te atreves”. Pensé en darme la vuelta pero una vaca no iba a interrumpir mi batalla con el puerto. Mi siguiente duda fue entrar por los cuernos o por el rabo. Me lancé por detrás como mandan los cánones. Cuando creí que había pasado noté como una bomba que estallaba en mi rueda trasera y me lanzaba por los aires fuera del camino. Me levanté, vi que no tenía nada roto y comprobé desolado que la rueda trasera se había volatilizado. Cargué con lo que quedaba de bici al hombro y bajé andando hasta un lugar civilizado en el que me pudieran recoger.
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¡Cómo puedo ser tan bruto! ¡Cómo puedo dejar mi vida en manos de una vaca! Si las vacas cocean, no te arrimes. Es una premisa lógica. Por tanto, a partir de ahora evitaré, siempre que pueda, arrimarme a una vaca por delante o por detrás.
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¡Si los árbitros tienen que pensar se equivocan! ¿Cómo puede la NFL dejar esta competición en sus manos? Si los árbitros pueden equivocarse, no les dejes pensar. Es otra premisa lógica.
¡Cuidado Ayers! Romo ha soltado el balón. Algún cebra puede soltar el pañuelo.
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El secreto del gran nivel del arbitraje que ha tenido la NFL a lo largo de los años ha sido el poco margen a la interpretación que dejaba el reglamento. Las cosas eran blancas o negras y, hay que reconocerlo, los tíos son unos fenómenos para ser capaces de distinguir algo en el maremagnum de músculos chocando en décimas de segundo.
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Pero de pronto la NFL se empeñó en darles mayor margen a la interpretación. La polémica comenzó con la ‘Tuck Rule’ tras un Patriots-Oakland del que ya hemos hablado mucho últimamente. Cuando la cosa se iba calmando, llegó la nueva interpretación de la ‘interferencia de pase’ tras un partido de play-off entre Patriots y Colts. La franquicia de Indianápolis, que salió derrotada, se quejó insistentemente de que la secundaria de Boston había golpeado ilegalmente a sus receptores impidiéndoles trazar sus rutas y ajustarse con Manning. La NFL decidió endurecer el reglamento y favorecer a los receptores, pero cada equipo arbitral terminó interpretando lo que quiso. Entre las franquicias circuló un dossier analizando la interpretación de la regla que hacía cada árbitro. Como el balón se queda en el punto de la falta, un error arbitral permitía a un equipo ganar decenas de yardas con una sola penalización. Los equipos lo aprendieron y comenzaron a buscar (y simular) la falta con insistencia. El punto culminante del despropósito llegó en la Super Bowl entre Steelers y Seahawks donde dos interferencias que sólo vieron los más fanáticos de los Steelers sacaron del partido a Seattle.
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Este año el caos arbitral ha alcanzado cimas increíbles con el famoso ‘roughing the passer’. Una regla que, supuestamente, defiende a los QB de golpes tardíos pero que se ha convertido en un despelote. La polémica sobre los golpes intencionados a QB comenzó con un Bengals-Steelers de wild card del mismo enero de 2006 en el que los Steelers ganaron la Super Bowl a los Seahawks. En la primera jugada del partido un defensor de los Steelers sacó del partido a Palmer tras caer sobre su rodilla en un golpe tardío que muchos consideraron (yo también) intencionado. En ese momento no se hizo nada. El año pasado Tom Brady se lesionó en el primer partido de la temporada cuando un defensor de Kansas City destrozó su rodilla con un golpe tardío. La NFL, harta de perder QBs, las auténticas estrellas de esta competición, decidió crear una regla que les blindara. La intención era buena pero la aplicación no funciona. Cada árbitro la aplica cuando le apetece. En una jugada lo pitan, penalizan con quince yardas, y en la siguiente no lo ven cuando parece mucho más evidente.
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A mí ya me sorprendió en el Patriots-Bills de la primera jornada. Pitaron dos absurdos en contra de los Patriots. He seguido viendo faltas ridículas durante las primeras jornadas pero el tema alcanzó límites insoportables en el Patriots-Ravens del domingo. Los árbitros castigaban una y otra vez a los Ravens por golpes tardíos al QB sin ton ni son. Fue, sin ninguna duda, un partidazo de poder a poder, casi de postemporada, y los cebras, lamentablemente, se convirtieron en protagonistas y confirmaron lo que más nos temíamos: cuando lleguen los partidos igualados en los que una derrota significa la eliminación, van a poder inclinar la balanza con sus decisiones.
Smith, suelta rápido a Sanchez o te penalizarán.
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Tras lo que observé el domingo creo que los QB van a sufrir más golpes que nunca. Creo que Belichick, perro viejo, salió escaldado de las penalizaciones contra los Bills y dio orden a sus cazadores de quarterbacks de que los golpearan más fuerte y con más saña que nunca: “si nos van a penalizar aunque hagamos algo legal, golpeemos duro de verdad y al menos sacaremos algo bueno de la jugada”. Flacco fue golpeado con más violencia de lo que había visto en mucho tiempo, y los árbitros, curiosamente, no pitaron falta en casi ningún caso. Al final, los Ravens se dieron cuenta y multiplicaron su agresividad. Incluso buscaron la rodilla de Brady en un par de golpes tardíos. “Si nos van a penalizar, qué más da”.
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Alguien tiene que dar a los árbitros un curso acelerado de lo que es la fuerza de la gravedad, lo que es ensañarse, lo que es un golpe tardío, lo que es frenar en seco y lo que es hacer el ridículo. O alguna de las preclaras mentes que decidieron endurecer esta norma la reinterpreta, o esta temporada van a caer quarterbacks como chinches. En realidad ya han caído bastantes en sólo cuatro jornadas.
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Las multas sin criterio desembocan en la ley de la selva. Vosotros y yo, que venimos del fútbol europeo sabemos que de un árbitro no puede venir nada bueno. Si quieres que lo haga bien, no le dejes pensar. Si quieres que una vaca no te cocee, no te arrimes por detrás. Al final va a ser verdad que el sentido común es el menos común de los sentidos.
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mtovarnfl@yahoo.es
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