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El triunfo del colectivo

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Tomás de Cos

La alegría se desbordó en Torre Pacheco después de que Tommy Robredo finiquitara el duelo contra Israel con su volea de revés. La Armada disputará una nueva final de la Copa Davis. Lo hará frente a la República Checa de Stepanek -que superó 78 aces frente a Karlovic- y Berdych. Un rival debutante en esas lides. Será en diciembre –del 4 al 6 de diciembre- y será en España. En una sede aún por definir, que se conocerá antes del 7 de octubre. Madrid, Barcelona, Málaga, Sevilla y Las Palmas parten como candidatas. La RFET volverá a hacer caja con el actual campeón de la competición.

Feliciano y Tommy fueron abrazados y felicitados efusivamente por todo el equipo. De forma espontánea y sincera. Albert Costa -el capitán- también. No hubo lugar para que nadie se sintiera sapo de otra charca. Las sonrisas no tenían doblez. Las bromas y los empujones no escondían hipocresía. Los lesionados Nadal y Verdasco alentaron, aconsejaron y se volcaron con sus compañeros. No fue posible distinguir suplentes de titulares. Ni entrenadores de médicos o fisioterapeutas. Todos tuvieron cabida y cada uno supo permanecer en su lugar dentro de una Selección en la que prima el buen rollo.

La estrategia ideada por Costa funcionó frente a una dupla excepcional. ¡Qué contundencia la de Ram y qué volea de manual la de Erlich! Gracias a Dios jugamos en tierra batida y al aire libre. Fue un acierto cambiar a Robredo y López de lado (al resto) para potenciar las derechas y apostar por explotar los puntos fuertes de cada uno: la solvencia del gerundense atrás y el saque-red del toledano. España rozó la perfección en la eliminatoria: un inapelable 3-0 con un único set encajado en contra. Y con Ferrer, Ferrero, Robredo y Feliciano repartiéndose el protagonismo como buenos hermanos.

Una imagen vale más que mil palabras, dice el refranero. Y la tarde en Murcia dejó para tantas como para elegir. La de Feliciano López guiando a su compañero por el primer set. La de Robredo echándose el partido a la espalda en el segundo y el tercero. Y la de la comunión de ambos en la cuarta manga, cuando el rival ya flaqueaba por el esfuerzo y la presión. Pero por encima de todas queda la de un equipo sólido y sin fisuras. En el que no caben los reproches. En el que todos sueñan con permanecer. La victoria frente a Israel fue fruto del talento y la actitud. El triunfo del colectivo, el gran mérito del seleccionador.

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