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Del Potro hace feliz a Argentina


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Tomás de Cos

En el umbral de los veintiún años –los cumple el 23 de septiembre- y tras más de cuatro horas, el gigante de mirada ingenua se desplomó entre lágrimas en el Arthur Ashe Stadium tras imponerse en la final del US Open al rey de Flushing Meadows.

“He soñado con dos cosas en mi vida: ganar el Abierto de Estados Unidos y ganar a Federer”, confesaba poco después el número cinco del mundo, que ya parece haberse unido definitivamente al hasta ahora club de los cuatro. Para cualquier tenista tendrá ahora más mérito si cabe colarse en el top-five de la ATP.

De la mano de Franco Lavin, el mismo técnico que llevó a Gastón Gaudio a ganar Roland Garros en 2004, la gran promesa del tenis argentino se ha convertido en una realidad temible a pesar de los problemas de movilidad que aún mantiene su tenis. Es el deseado heredero de Vilas, campeón en la tierra de Forest Hills en 1977, y uno de los cuatro grandes del tenis argentino que cuenta con un ‘grande’ junto a Gaudio y la siempre bella Sabatini.

Su triunfo en la ciudad de los rascacielos le ha permitido reconciliarse con la afición argentina, que le señaló hace menos de un año en Mar de Plata como culpable de la dolorosa derrota ante España en la final de la Copa Davis. El tandilense, que se inició en el mismo club en el que lo hiciera Mónaco y Zabaleta, ha sabido cambiar su condición de villano por la de héroe ante el pentacampeón Federer en su segunda casa.

El que fuera el tenista más joven entre las cien primeras raquetas en 2006, entre las cincuenta mejores en 2007 y del top-ten en 2008, se ha ganado el protagonismo en todas las portadas de la prensa argentina, que ha encontrado en su gran gesta una alternativa al maltrecho orgullo colectivo a causa del desaguisado organizado por Maradona y sus muchachos. El alboroto en las calles de Tandil es prueba de ello.