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Del Potro apabulla a Nadal y se cita con Federer en la final

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Tomás de Cos

En su fuero interno Rafa Nadal se marcha contento del US Open. Haber alcanzado las semifinales con dolores en los abdominales y sin tener el mismo ritmo de competición que la inmensa mayoría de sus rivales es un logro del que poderse sentir orgulloso. Sólo tres tenistas muy en forma lo han conseguido: Federer, Djokovic y Del Potro.

Su objetivo se ha cumplido con creces, tal y como él mismo reconocía hace unos días. Nunca se creyó capaz de ganar en Flushing Meadows. En el tenis casi nunca ocurren los milagros y ganar el último Grand Slam del calendario sin estar al cien por cien prácticamente lo es. Para Nadal y para todos y cada uno de los tenistas del circuito.

Del Potro dio ante Rafa Nadal su mejor versión, repitiendo el esquema de juego que tan buenos resultados le había dado en el pasado: ser muy agresivo desde el fondo de la pista y construir los puntos insistiendo en el drive de Nadal. Muy pocos tenistas pueden presumir de un revés tan efectivo como el del gigante de Tandil. Si acaso Murray. Y muy pocos están en condiciones de endosarle un duro triple 6-2 al número dos del mundo por tocado que esté. Nadal tiene sus últimas derrotas frente a Del Potro anotadas en su listado de asuntos pendientes. Antes o después habrá venganza.

Nadal se movió bien, lo que es muy de celebrar dado el estado de sus rodillas hace apenas dos o tres meses. Se movió bien en la pista pero sólo pudo defenderse. Le faltó frescura mental para cambiarle más bolas y hacer golpear a Del Potro mal apoyado. El argentino llevó siempre el mando de los puntos, repartiendo palos a diestro y siniestro, tal y como hizo ya en Miami. Pero de cualquier forma, con un servicio tan limitado –le faltaron casi 40 km/h de velocidad- estaba condenado de inicio.

En el tenis, tan importantes son las bolas potentes y profundas, como las cortas o las anguladas. Y en esta ocasión Nadal no supo alterar el guión y sacar partido del principal punto débil –la movilidad- de su oponente. Sus golpes liftados a media pista se adaptan a la perfección a la altura de Del Potro, que se montó en la pelota una y otra vez, aprovechando la potencia de los golpes del balear, para encontrar más winners que nunca. El de Tandil ha dado un notable paso adelante y acaricia su gran sueño, aunque en ello Federer tiene aún mucho por decir.

El suizo jugó a buen nivel ante un Djokovic que siempre se mantuvo en la pelea (y con opciones) y siempre ha conseguido acabar imponiéndose a Del Potro. Su tenis, al contrario que el de Nadal, no le es nada cómodo al mejor tenista suramericano de los últimos tiempos. Federer alterna muchas bolas cortadas, que le cambian el ritmo y le castigan a golpear agachado, pelotas cortas que le obligan a moverse hacia delante y zambombazos –planos y liftados- que le fuerzan a defenderse. Sin embargo, en los últimos duelos el helvético lo ha pasado mal para superarle y su exhibición ante Nadal le concede serias opciones de victoria.

Federer, que dejó ayer un willy antológico, juega hoy de nuevo contra un rival de carne y hueso y contra la historia del deporte más bello del mundo. Es su sexta final consecutiva en el estadio Arthur Ashe del Billie Jean King National Tennis Center de Nueva York. Y puede alcanzar su decimosexto mayor. Motivación no le faltará.

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Bravo por Kim Clijsters

La tenista belga se ha convertido en la primera jugadora invitada por la organización que se lleva el título en el US Open. Un dato curioso que habla a las claras de su gran calidad con una raqueta en la mano y del momento convulso que vive el tenis femenino.

La joven Wozniacki se vio desarbolada por la mayor potencia y experiencia de Clijsters, campeona en 2005, mucho más habituada a las grandes citas y que llegaba espoleada por su notable victoria sobre la estadounidense Serena Williams en las semifinales. Chaupeau por la belga, que disfrutó en la ceremonia de entrega de premios con su hija Jada, y por la danesa también, que ya es la sexta jugadora WTA. Y carbón para Serena, protagonista de un desafortunado incidente con una juez de línea a causa de una falta de pie, que le va a costar 10.500 dólares.