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La tendinitis deja a Nadal sin poder defender Wimbledon

 

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Tomás de Cos

La noticia no por esperada ha dejado de caer como un trueno inesperado. Rafael Nadal no defenderá su título en Wimbledon. Las molestias en sus rodillas a causa de una tendinitis son el motivo de su ausencia en el All England Tennis Club. La recuperación de la lesión marcha por buen camino pero la mejoría no es suficiente para afrontar con garantías el tercer Grand Slam del año. Su renuncia es doblemente dolorosa porque el mallorquín corre el riesgo de perder su condición de número uno de la clasificación ATP.

Las sensaciones del tenista en sus dos partidos de exhibición frente al australiano Lleyton Hewitt (4-6, 3-6) y el suizo Stanislas Wawrinka (6-4, 6-7 y 3-10 en el súper tie break definitivo) no fueron buenas. Lo de menos era el resultado. Nadal ha comprobado en Hurlingham algo que siempre ha tenido claro, que sin estar al cien por cien física y mentalmente es muy difícil competir en el circuito. Prácticamente imposible porque todos los rivales juegan muy bien.

Pero el vigente campeón del torneo londinense ha optado por la solución más inteligente. Se encontraba ante una complicada encrucijada: competir sufriendo, sin garantía alguna de éxito y con el único objetivo de salvaguardar su actual posición en el ránking o tomarse un descanso, seguir trabajando en su recuperación y tratar de asaltar el último grande que aún no conoce su palmarés: el US Open. Una diatriba incómoda que ha resuelto de forma cabal. El riesgo de complicar las cosas y emborronar una temporada de ensueño era demasiado alto.

Wimbledon es un torneo de dos semanas, especialmente duro con las rodillas de los tenistas por el raso y veloz bote de la pelota, que obliga a jugar más agachado. Además, en los últimos meses se ha podido observar la pérdida de mordiente de su servicio, un golpe fundamental en pistas rápidas, por culpa de la dichosa tendinitis. El saque nunca ha sido su punto fuerte, ni su golpe natural, pero nunca se le había visto sacar tan estático.

Las rodillas, junto a la palanca del cuerpo con la cadera adelantada y la rotación de hombros son fundamentales en la mecánica del golpe. Tanto o más que el propio brazo y su aceleración. Cuando algo falla, en especial si son las rodillas, se rompe la cadena y repercute indefectiblemente en el resultado del golpeo, que se queda corto y falto de potencia. Hoy en día todos los jugadores flexionan las rodillas para catapultarse, en un salto hacia delante, para volcarse sobre la pelota. Así logran rebasar con creces la barrera de los 200 km/h. Además, no sacar bien es sinónimo de sufrimiento. La garra y el coraje no lo pueden todo. Y Rafa es mucho más que esas dos elogiables cualidades.

Competir limitado físicamente supone añadir una carga extra para la mente, en la que la desagradable sensación de impotencia es el caldo de cultivo perfecto para el pensamiento de que lo que uno está haciendo carece de sentido. Y eso también desgasta psicológicamente. La suya ha sido la crónica de una baja anunciada. Muy dolorosa, sí; tanto como sabia. ¡A mejorarse maestro!