Kuznetsova y la pareja Ruano-Medina se coronan en París
Tomás de Cos
A la tercera fue la vencida. Svetlana Kuznetsova por fin se coronó campeona en Roland Garros. Lo hizo veinte años después de que su amiga y mentora, la gran Arantxa Sánchez Vicario, sorprendiera a Stefi Graff y al mundo con sólo 17 años.
Hoy como ayer ganó el tenis. Svetlana templó mejor los nervios, tomó el mando del duelo desde el inicio y se impuso a la número uno con autoridad y un certero plan de juego. Se movió muy bien y varió con maestría sus tiros, lo que le permitió jugar dentro de la pista y eliminar mordiente a los planazos de Safina, hasta imponerse por 6-4 y 6-2.
Especial mención mereció su tenis al resto. Con bolas profundas y liftadas sobre la derecha de su compatriota le arrebató una y otra vez la iniciativa en el juego. Eso sí, a ello contribuyó la propia Safina, que estuvo muy nerviosa y errática al servicio.
A Dinara se le volvió a atragantar una final de Grand Slam. En la pista se le escuchó incluso reprocharse a sí misma su “cobardía” y acabó el encuentro tratando de evitar el llanto. Gestionó mal sus emociones, lo que maniató su tenis y su capacidad para reconducir la situación sobre la marcha. Y la gran dependencia de su entrenador tampoco jugó en su favor. Pero aprenderá la lección y acabará triunfando en París.
Vivi y Anabel revalidan el título en dobles
Hace unos días incidíamos aquí en el gran dominio del tenis español en este 2009. El pinchazo de Nadal hizo pensar a algunos en este blog en el efecto gafe de ese post. Pero nada más lejos de la realidad. Nadal cayó por deméritos propios y el buen hacer de un Söderling que es claro favorito al título.
Además, las chicas de plata se encargaron de demostrarlo. Vivi Ruano y Anabel Medina se dieron un festín ante Azarenka y Vesnina, firmando su segundo título de Grand Slam en equipo. Un triunfo que da más valor si cabe al cosechado en 2008 y que fue aún más emotivo por la despedida de la madrileña de Roland Garros (esperemos que se eche atrás) y la dedicatoria del título a su difunto padre.
Un día grande en la pista Lenglen, que premió los diez ‘mayors’ de la pequeña pero grande Ruano Pascual. Anabel aportó su saber estar y potencia desde el fondo de la pista y Vivi su talento para moverse cerca de la red. Una táctica con la que anularon por completo a sus rivales, hasta el punto de anotarse diez juegos de forma consecutiva: del 1-1 inicial hasta el 5-1 del segundo y definitivo set. Una paliza en toda regla. Próxima estación: Wimbledon.
Söderling, González, Del Potro y Federer dieron brillo a unas semifinales algo descafeinadas por las ausencias de Nadal, Djokovic y Murray, protagonistas habituales en las últimas rondas. Quizás los debutantes, con resultado desigual, fueron los que dejaron mejor impresión. Söderling demostró haber dado un notable paso adelante en su confianza, el factor que marca las grandes diferencias en el mundo del deporte. Por nivel de juego es ahora el gran favorito. Y Del Potro dejó de ser el “mejor de los malos” en el mejor escenario posible. Vapuleó y anuló a Federer durante gran parte del partido. Comprobó en primera persona que puede y debe ganarle la próxima vez que se encuentren. Sólo un bajón físico hizo reaparecer sus dudas y lo pagó muy caro.
Pero Federer y González también merecen algún comentario. El suizo y el chileno demostraron una vez más su saber estar en la pista y la solvencia de su tenis. El número dos sacó adelante un partido sin acabar de jugar bien, sufriendo, agarrándose con uñas y dientes a su plan y a aquello que sabe hacer mejor. Fue peor pero acabó ganando. Y mañana disputará su cuarta final de Roland Garros consecutiva espoleado por un público que anhela su consagración en París. Habrá que ver si la presión no juega en su contra en su enésima cita con la historia.
Por su parte, ‘mano de piedra’ volvió a reivindicarse frente al rival más incómodo del torneo. Supo sobreponerse al tenis tiránico del sueco y encontrar la fórmula para contrarrestarlo. El chileno nunca se rinde, lo que es un sello inequívoco de su personalidad en la pista. Sabe que es capaz de todo. Sin embargo, el desenlace de su partido puede pasarle una severa factura. No supo cerrar la faena y Söderling encontró el resquicio por el que reencontrarse con su mejor versión. Una herida que tardará en cicatrizar. Y es que hay trenes que no conviene perder.