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Robin Söderling se vistió de verdugo y resolvió la ecuación

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Tomás de Cos

El sueco antipático nunca había ganado a Nadal hasta la fecha, pero le tenía muchas ganas desde aquel interminable partido en Wimbledon 2007 que se prolongó durante tres días a causa de la lluvia. Un duelo disputado a cara de perro y en el que, ofendido por el tiempo que se tomaba el español entre punto y punto, acabó ridiculizándole feamente en la Centre Court por su largo ritual al servicio.

Söderling vivió su día más grande: dio una gran lección de tenis atacante ante un Rafa Nadal muy desdibujado y puso a salvo el récord de su compatriota Björn Borg. Jugando su mejor tenis, y apoyado mayoritariamente por el público de la Philippe Chatrier, acabó con la imbatibilidad del tetracampeón español en París. Eso sí, el balance de 31-0 cosechado por Nadal en Roland Garros permanecerá muchos años.

Pero esto no pretende ser una crónica. Este post busca analizar las claves de la derrota de Nadal en su torneo talismán y a buen seguro que encontrará contrarréplicas que lo mejorarán con creces.

El balear, que ha firmado su mejor arranque de temporada de toda su carrera y que sólo pinchó en tierra batida en la final de Madrid, víctima del mejor Federer y la altura de la capital, parecía inabordable en tierra batida y sobre todo a cinco sets. Entonces, ¿la derrota fue fruto de la fortuna del sueco, de un mal día de nuestro jugador o acaso existe ya un plan de juego con el que plantar cara a Nadal incluso en París? Obviamente son muchos los que buscaban dar con la fórmula de la Coca-Cola para poder superar al número uno en las pistas ocres de París. Pero sólo uno se apuntó ese tanto. Y por sorpresa.

El número uno del mundo sólo ha encajado seis derrotas sobre arcilla en cinco años. Una realidad que habla por sí sola de la insultante superioridad del manacorense sobre esta superficie. Sus rivales han salido escaldados tras estrellarse una y otra vez contra las virtudes de su tenis y su esquema de juego. Sus revolucionados golpes liftados –en especial su temida derecha-, su solidez y seguridad desde el fondo de la pista, su gusto por el parabrisas… y lógicamente los resultados, le han granjeado el sobrenombre de “rey de la tierra” que tan poquito le gusta. Desde MatchBall hemos destacado muchas veces las notables mejoras experimentadas por su juego y lo completo que es su tenis (e incluyo también aquí vuestros sabios comentarios). Sin embargo, eso no puede esconder su gran superioridad sobre ‘polvo de ladrillo’.

En este análisis dejaremos a un lado las dos primeras derrotas del español, ante el argentino Gastón Gaudio (Buenos Aires) y el ruso Igor Andreev (Valencia), por haberse producido en 2005, antes de que Nadal hubiera crecido hasta convertirse en la superestrella que persiguió a Federer y acabó destronándole.

Tampoco parece muy relevante la sufrida ante Juan Carlos Ferrero el año pasado en el Masters 1000 de Roma, dado el bajo rendimiento del entonces aún número dos del mundo a causa de las ampollas en sus pies tras ganar consecutivamente en Montecarlo y Barcelona. Quizás su ejemplar carácter y el hecho de jugar contra un compatriota evitaron que abandonase el partido en el segundo set. Un detalle muy destacable.

Federer es el otro jugador que ha tenido el privilegio de arrebatarle a Nadal un partido en su superficie favorita. Primero en la final de Hamburgo 2007, donde el suizo dejó en 81 victorias consecutivas el devastador récord de Nadal sobre tierra batida. Rafa comenzó imponiéndose en el primer set por 6-2 pero no encontró forma de parar la reacción de Roger en el segundo y el tercero, que remontó hasta imponerse por 2-6, 6-2 y 6-0. Eso sí, el nuestro tampoco iba muy sobrado de energías.

La más reciente es la de la final del Masters 1000 de Madrid. En la Caja Mágica el efecto de la altitud sobre la velocidad y el bote de la bola jugaban a favor de Federer. Pero conviene mirar un poco más allá. Federer huyó de los puntos largos para no dar ritmo al español, jugó muy inteligente, salvó las cuatro bolas de break de que dispuso Nadal y aprovechó las únicas dos que tuvo a su favor.

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Una efectividad demoledora al resto, que contrasta con la mostrada en las tres últimas finales de Roland Garros disputadas con Nadal: un 25% en la final de 2008 (1 de 4), un 5% en 2007 (1 de 17) y un 33% en 2006 (3 de 10). ¡Federer sólo logró romper el saque de Nadal en cinco ocasiones de treinta y una posibles en tres partidos!

Federer y Djokovic, los mejores exploradores

Aunque el suizo y el serbio no han sido los únicos en buscar nuevas vías de acceso al 'coloso Nadal', sí han sido los que se han acercado con más garantías a la cumbre. A excepción claro, del heroico Söderling, el único que puede presumir de haber puesto la pica en Flandes. De la mano de Alex Corretja, Andy Murray logró molestar al español en Montecarlo con algunas de sus mejores armas: la calma y golpes altos y liftados, de bote largo y vivo. Pero la mayor efectividad de Rafa acabó imponiéndose.

Federer, que ya había presumido de tener la patente de la fórmula antes del torneo de Madrid, tomó buena nota de la semifinal brutal que Nadal disputó con Djokovic. “Los dos tuvimos problemas para controlar la pelota. El hecho de que los puntos fueran más cortos benefició a mi juego y por eso gané hoy. Vi algunas de esas cosas en el partido contra Djokovic, que probablemente debió haber ganado en dos sets”, declaró tras su victoria.

Al margen de Federer, quizás el serbio, que además ya le arrancó a Nadal un set en la final de Montecarlo, haya sido el tenista que ha marcado el camino a seguir para los aspirantes a batir al número uno. Djokovic y su equipo mostraron tener un plan de juego que podría funcionar contra el 'muro Nadal'. Una estrategia que funcionó bien si tenemos en cuenta los tres puntos de partido que tuvo en la memorable semifinal de Madrid.

'Nole' apostó por mejorar la 'vía Federer'. Aprovechar su gran talento para ganarle la posición en la pista jugando más plano y profundo, cargando el juego más por el revés de Nadal pero sin huir nunca de su derecha. Con tiros rasos y largos (y a ser posible paralelos) restó tiempo de reacción al español, complicándole la ejecución de sus ultraliftadas derechas con las que toma el mando de la situación. Todo con el fin de evitar que los puntos se alargaran en exceso y Rafa se encontrara cómodo.

Porque en los puntos largos, Nadal se crece por su facilidad innata para contragolpear, coge ritmo, encuentra sus mejores sensaciones, su derecha invertida y los ángulos y passing shots imposibles con los que nos deja boquiabiertos a todos. Y sobre todo, gana puntos que son bombazos en la cabeza del rival, que se desmoraliza por momentos.

Buscando la derecha de Nadal, Novak rmaniató al español en la pista y evitó su drive favorito, el que emplea cuando se tapa el revés. Al tiempo que evitaba el peligro, dejaba expuesto el revés de Rafa (el golpe con el que el nuestro regala más bolas cortas), lo que le permitió encontrar más facimente sus golpes ganadores. Tal vez Djokovic sólo cometió un error en la ejecución de su plan: enredarse más de la cuenta en intensos intercambios desde la línea de fondo. Ahí no ganó gran cosa y perdió mucha energía.

Söderling se cuelga la medalla

Un lujo que Söderling no se concedió, consciente de que su tenis no se lo permitía. El sueco, que saltó con ello tatuado en la frente, basó su triunfo en su asombroso acierto con la derecha y el servicio. Y en llevar la batuta del partido en todo momento. Toda una hazaña que puede dar alas a su auto confianza, como ha señalado el propio Borg. Habrá que estar atentos a su evolución.

Sin embargo, también hay cosas en el Debe de Nadal. Rafa jugó muy corto, le faltaron los reflejos de otras ocasiones para variar la táctica sobre la marcha y no llegó a dar su habitual puñetazo sobre la mesa. Volvió a ser demasiado conservador. Eso, además de la "falta de calma" que el mismo ha comentado. Por cierto, ¿a qué se debió su ansiedad o impaciencia, a su mala relación con el chico de Tibro, al escaso cariño del público…?

En definitiva una derrota así es parte de los inconvenientes de ser el mejor y el modelo de referencia para el resto. Todos le miran y analizan su juego conscientes del extraordinario valor que tiene ganar al número uno, al hombre récord. Además, un mal día lo tiene cualquiera y no caben reproches a su actitud en la pista. Si acaso, alguno a su marcha de la misma. Rafa sólo ha perdido un partido y seguirá regalándonos muchas alegrías dominicales.