NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

El gran duelo Cavaliers - Lakers, más cerca

Ampliar

Ya no hay opción de venganza de los Lakers ante los Celtics ni de back-to-back para el ‘celtic pride’. Cayó el campeón, desfondado, en el obstáculo que sí sortearon los Lakers, que sacaron por fin su mejor versión en el séptimo partido ante los Rockets. Sin posibilidad de reventar audiencias con una reedición del más clásico de los choques, David Stern tendrá clarísima cuál es ahora la final soñada: Cavaliers – Lakers. Mucho más que la colisión de los dos mejores equipos de la Temporada Regular. Un duelo, con el anillo en juego y sin margen de error, entre LeBron James y Kobe Bryant. Será con permiso, claro, de Magic y Nuggets. Dos retos de primera magnitud, mayor quizá el del Oeste por las propias circunstancias de los Lakers, que esconden en su entraña un equipo campeón y otro blando y desesperante. Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Desde ahora, tendrá que ser mucho más Jekyll porque ha llegado la definitiva hora de la verdad: las finales de Conferencia.


Los Lakers jugarán la final de la Conferencia Oeste. Han ganado a unos Jazz que eran menos que hace un año (cuando les derrotaron en segunda ronda) y a unos Rockets que se han reinventado admirablemente a lo largo de la temporada y que de la mano del insigne Rick Adelman han sido más competitivos sin McGrady y Alston, combativos incluso sin Ming. Un bloque más unido cuanto más debilitado y que no se puede considerar, sofocos innecesarios al margen, una amenaza real para los Lakers, por mucho que estos hayan puesto de su parte para propiciar, a base de actuaciones calamitosas, la ruleta rusa del séptimo partido en una serie que debió terminar mucho antes pero que estaba sellada desde que los Lakers ganaron el tercer partido en el Toyota Center y reestabilizaron la eliminatoria tras la derrota en el primer partido. Cuesta abajo, no digamos con la lesión de Ming, desde entonces y sin embargo tan impredecibles: arena, cal, arena y cal en el séptimo, a la hora de la verdad.

Los Lakers son algo así como Jeckyll y Hyde. A veces parecen lo que deberían ser: un equipo más experto que hace un año, más duro y competitivo. A veces incluso defienden y cuando lo hacen y además dejan el Kobe-sistema para casos de urgencia y se dedican a jugar con ritmo, continuidad y excelsa circulación parecen un equipo imbatible, el único capaz de frenar a los Cavaliers que marchan en estampida subidos en el lomo de LeBron; que es mucho lomo, claro. A veces (de nuevo como referencia el séptimo partido ante los Rockets) Bynum parece lo que sabemos que puede ser limpio de lesiones e incluso proyecta lo que imaginamos que será, un pívot demoledor en los dos lados de la cancha, un complemento ideal para que Gasol juegue y domine desde el puesto de 4. A veces hasta la denostada segunda unidad parece capaz de sostener al equipo con Odom de nuevo sexto hombre pero ahora motivado (no como a principio de temporada), Brown poniendo minutos de intensidad defensiva, capacidad atlética y buena mano. A veces, digo, los Lakers parecen el candidato número 1 al anillo. Por mucho que Cleveland asuste y que tenga ventaja de campo en una hipotética final, un asunto trascendente (y más viendo el récord de los Cavs como locales en Temporada Regular) pero que es menos decisivo con el formato de final (2-3-2) que con el del resto de eliminatorias (2-2-1-1-1).

Es fácil escribir esto después de ver a los Lakers planear sobre la sombra de los Rockets en un Staples más caliente que pinturero, algo que será muy necesario a partir de ahora, cuando llegan las batallas de verdad. Pero claro, hablamos de unos Rockets admirables que han ganado tres partidos a los Lakers contra pronóstico y jugando sin ningún hombre alto (Scola partiéndose el pecho) y con un Brooks consolidado que volvió loco a Fisher y mandó un aviso evidente al frente angelino: asoma a la vista Chauncey Billups. Sorprende lo que tardaron los Lakers en entender que poniendo el balón muy arriba a Bynum y Gasol no había brazos en los tejanos capaces de poner oposición. Sorprende ver cómo este equipo a base de fe, defensa y buena selección de tiros llevó al límite a unos Lakers que enseñaron al mundo su otra cara, puro Hyde, para cargar de razones a los que no les ven con el anillo. Con poca dirección, sin inteligencia en ataque, dependientes de las oleadas de Kobe, blandos en defensa, inestables en cuanto a ritmo, descentrados, con jugadores demostrando que se puede no sólo no evolucionar (Farmar) sino incluso involucionar (Vujacic). Con Bynum lento, torpe y con mala lectura del juego y propensión a cargarse de faltas, con Gasol descentrado en cuanto los duelos se establecen en el reparto de tortas, y Phil Jackson algo lento de reflejos y con aires de estar un tanto de vuelta. Esa es la otra cara, aparcada ayer con Gasol como actor principal en la versión que mejor le sienta, duro y competitivo, como ya se le ha visto en otras ocasiones a lo largo de una temporada en la que se le ha quedado francamente pequeña la inclusión en el Tercer Quinteto de la liga.

Denver Nuggets, un obstáculo de primer nivel

Pero ahora los Lakers tienen una prueba real, un reto auténtico con la final en juego. Sin margen de error. ¿Pueden los Lakers permitirse otra vez empezar cediendo el factor cancha? Mal harían porque se enfrentan a un rival que tiene argumentos para eliminarles y que llega con viento a favor, a toda vela. Un equipo que la temporada pasada acudió a la primera ronda como sparring de estos Lakers que juguetearon con ellos pero que ahora han encajado todas las piezas de forma admirable, desprendiéndose de nombres que no sumaban (Iverson, Camby) a favor de un bloque más compacto y consciente de su potencial. Y todo gracias a la llegada de Billups, el rostro de estos resurgidos Nuggets que juegan de maravilla, tienen profundidad de plantilla y una dureza que puede ser un incordio de primera magnitud para estos Lakers tantas veces demasiado exquisitos. George Karl ha conseguido que su equipo defienda y tenga actitud colectiva, con la ayuda inestimable de Billups, una de esas estrellas con menos nombre (por mucho que tenga) del que merece. Un ganador, un competidor nato, un crack que está a un nivel excepcional en estos playoffs (que le pregunten a Chris Paul) y que ha regenerado un vestuario en el hay compromiso y actitud incluso en jugadores como Anthony (de menos a más en las eliminatorias) o JR Smith. Con un juego interior que muerde y será un gran reto para Bynum, Odom y Gasol (Nene, Martin, Andersen) y una variedad de recursos y piezas que parece mayor que, una vez más, la de los Lakers en versión Hyde. La eliminación, en cualquier caso, sería un fracaso absoluto para los Lakers y provocaría un verano muy movido en el Staples Center.

Se acabaron los milagros en Boston

Ampliar

Han caído los Celtics y cuesta no reconocer que es un equipo al que le sobran los atributos que tantas veces se echan de menos en los Lakers. Asusta imaginar lo que podrían hacer los angelinos con la actitud y la dureza de los Celtics, que no tendrán back-to-back porque para ganar tiene que salir todo bien, como les pasó la temporada anterior. Esta vez no sucedió todo como debía suceder y en el momento en el que debía suceder. No había un Posey en el banquillo y no había rotación interior sin Powe y sin la abrasadora fuerza defensiva (y los puntos, y la actitud, y…) de Garnett. Los Celtics ya vivieron en el alambre en una eliminatoria maravillosa ante los jóvenes y llenos de energía positiva Bulls, pero esta vez se medían a un equipo superior y parece heroico, con cierta perspectiva, que consiguieran llegar al séptimo partido.

Para los Celtics, sin embargo, quedan muy buenas noticias, seguramente ningún trauma. Si el big-three se mantiene en forma y con gasolina la próxima temporada, el bloque seguirá siendo terrible gracias a la evolución constante de Perkins, Davis o ese Rondo que ha alcanzado nivel de All-Star en estos playoffs. Pero, repito, los Magic parecían un muro demasiado alto a pesar de sus lagunas competitivas. Con un juego vistoso y dinámico, un pívot demoledor (Howard) y una batería de acompañantes de lujo que cuando afinan en el tiro exterior les convierten en un rival casi imposible de defender, y con sorpresas tan fantásticas como la que ha supuesto Courtney Lee, Orlando merece estar en la final, con Alston cubriendo la crucial baja de Nelson.

Ampliar

Orlando, además, puede haber aprendido definitivamente a competir en esta eliminatoria, que no cerraron a tiempo pero supieron sentenciar de forma impecable cuando se había complicado todo (3-2 en contra, último partido en el infierno del Garden). Turkoglu, mermado, parece haber entrado en calor y ahora está por ver si les parece suficiente el techo de la final o si realmente se remangan para plantar batalla a unos Cavaliers que llevan diez días de vacaciones y que han vivido estos playoffs, hasta ahora, como una luna de miel. En cualquier caso resulta imposible no apostar por Cleveland pero queda por saber las formas, el fondo, el cómo. Si Orlando sigue con su incuestionable nivel ascendente (del pésimo inicio ante Philadelphia a su concluyente victoria en el séptimo en Boston) la final del Este puede ser hermosa y por fin una piedra de toque para calibrar a estos Cavaliers que son ahora mismo sin duda el aspirante principal al anillo. Si finalmente se lo juegan contra los Lakers, habrá mucha tela que cortar, pero será sólo si ambos evitan errores ante Nuggets y Magic. Sería un sueño para Stern, que ya no puede tener otro Celtics-Lakers, porque sería muchas más cosas pero sería, por encima de todas, la gran colisión en el momento de la verdad: LeBron James - Kobe Bryant cara a cara con el anillo en juego.